Epílogo

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El llanto de una pequeña y saludable bebé en Greywell Park hizo que la más dulce música palideciera ante aquella preciosa primera melodía. Danielle sostenía en sus brazos a la pequeña Lilith, la primogénita de la familia Greenhill-Belcher, mientras veía a el curioso par de gemelos con rostros babeantes, que se abría paso entre la tela de su vestido para observar más de cerca a la extraña criatura.

Entre los densos jardines de la propiedad se reunían todos sus amigos para conocer a la hija de Frederick y Danielle llenos de emoción, después de todo, era la causa de que su padre hubiese roto en llanto con solo verla nacer.

La pareja había decidido viajar a la propiedad de Hampshire para comenzar la temporada invernal de fiestas en un paisaje más templado y hogareño que la fría Londres. Dada la ansiedad de Danielle por organizar de manera meticulosa la mansión para recibir a la cuantiosa cantidad de invitados (de su primera celebración navideña como duquesa) viajaron tres días antes para controlar la situación. Se suponía que el bebé iba a nacer a finales de diciembre, por lo tanto, no habría inconvenientes. Pero al parecer, este tenía otros planes.

Dos días antes de la llegada de sus amigos y el resto de invitados, Danielle empezó con contracciones después de la merienda. Sybil y Fancy, quienes habían viajado junto a ellos para ayudarla con la administración del lugar, eran las únicas que le resultaron familiares y cómodas, y por ello, fueron las más aptas para colaborar con el parto.

El suceso había sido toda una agonía para el pobre duque, haciendo que hasta a James se le erizaran los vellos de la nuca con solo ver su rostro. Danielle, en cambio, apenas se había quejado en el momento de dar a luz, sabiendo de que cualquier cambio en su expresión o emisión de algún sonido de dolor causaría que su marido se desmayara o le agarrara un ataque. Fue necesario que el médico le pidiera varias veces que hiciera algún sonido para recordarle que estaba viva y argumentó que podía sentir todo el dolor que quisiera, incluso le permitió insultar a cualquier pariente que se le viniera a la mente.

Fancy, quien ahora era la protegida de la familia Greenhill junto con sus hermanas, narraba la situación a los recién llegados Charles, Arlys, Clarisse y Gerard, quienes habían recibido con total sorpresa el pronto nacimiento de la niña cuando apenas descendieron de sus carruajes.

-¡Oh, Danielle! Es una criatura bellísima-celebraba con regocijo Clarisse al observar el bollo de tela que sostenía su amiga-Lamentamos no haber llegado para ayudarte-agregó resignada.

-No hay nada que lamentar, querida. Parece ser que nuestra querida Lilith tenía planes de presenciar navidad junto a nosotros-Danielle echó una carcajada, totalmente orgullosa de la prematura rebeldía que había demostrado su hija al nacer antes de tiempo.

-¡No puedo creer que algunos snobs que invitaste se atrevan a criticar el hecho de que es una niña!-se quejó Gerard, quien estiró el cuello al notar como un par de féminas cuchicheaban cerca del balcón dirigiendo la vista hacia ellos.

-Eso es porque saben lo hermosa que es, y en unos años será la perdición de cualquier hombre en vistas de matrimonio. Estoy segura de que esas no serán capaces ni en un millón de años de engendrar a un ser tan bello-afirmó la voz de Arlys llena de orgullo, como si fuese su propia hija. Esta sostenía junto con su marido al par de gemelos, quienes habían nacido tan solo cinco meses antes que Lilith-¡Es pura envidia!-exclamó con la intención de que las chismosas escucharan-Además, parece que Frederick babea con solo ver a su hija...estoy segura de que la preocupación por un heredero no pasó por su mente-los hombros de Arlys se elevaban cada vez más demostrando su confianza y Danielle tuvo que contener una risita entre los labios.

-Sí, estoy segura-dijo Danielle, disfrutando del tacto de la pequeña manito de su hija.

La delicada cabecita de Lilith estaba cubierta por una suave pelusa capilar de color rojizo intenso y estaba totalmente envuelta de lino y seda blanca resaltando así, el rosado de su piel. Alexandre y Fenton Grant estaban más que ansiosos por conocer a su recién llegada amiga, empujando sus cuerpitos entre sí para obtener una mejor vista de ella mientras alzaban lo más que podían sus cabelleras castañas.

-Dime, Danielle. ¿Cómo se lo tomó la familia?-preguntó Gerard, quien acariciaba la mano de su esposa.

-La verdad es que todos están encantados, hasta Emilian sonrió al verla-Danielle comentó alegremente-Mi madre no pareció preocuparse por lo del heredero tampoco, igualmente me hubiera gustado que Frederick hubiera podido compartir este momento con la suya, pero ya no es posible...-explicó con el rostro ensombrecido por el fallecimiento de su suegra. Los últimos días de su vida se había comenzado a llevar bastante bien con ella-De no ser por Lady Greenhill, nosotras no estaríamos aquí...-miró a Lilith y se le encogió el corazón al reconocer la fortaleza de la pequeña criatura, la cual había soportado todo aquello estando dentro de su vientre.

-¿Cómo se tomó tu madre lo de Griselda?-la grave voz de Charles expresó una incipiente duda.

-No le contamos la verdad...cuando volvieron de su viaje decidimos junto con Emilian, Frederick y mi tío Flipsen que sería mejor que entre menos gente supiera, mejor sería. No creo que al resto le hubiese agradado saber que su madre estuvo a punto de matar a una de sus nietas al menos tres veces. Luego de que sucediera el juicio y le quitaran todos los privilegios de vizcondesa, mi tío la envió al exilio a Francia, al enterarse de que era demasiado factible de que hubiese asesinado a su padre también; y le dijimos a Cherisse que su madre había decidido mudarse por cuestiones de salud-Danielle acariciaba la carita de la bebé, quien ahora estaba plácidamente dormida en sus brazos y miró a su esposo, quien a lo lejos sintió sus ojos y comenzó a acercarse.

-¡¿Y los demás hijos creyeron eso?!-Charles levantó las cejas por la impresión.

-Pues sí, Griselda solía irse de viajes sorpresa en el pasado sin ninguna anticipación...así que mi madre y el resto estaban más que acostumbrados-ella se encogió de hombros-Lo bueno es que ya no torturará a mis primas tampoco, estamos libres de peligro al fin-aquellas simples palabras fueron sumamente tranquilizadoras.

-Supongo que ahora, dejarás tu manía de hacer de casamentera o de ir de aventura-comentó Arlys expectante.

-Mmmm...-Danielle reflexionó ante la anticipación de sus amigos-Tenemos algunas aventuras en mente, ¿no es así, cariño?-Frederick, quien se había unido a la conversación apoyó su cabeza en el hombro de su esposa y ella dio un brinco de placer-Pero no se preocupen, que esta vez no estará sola-agregó él.

-¡Tendremos aventuras juntos!-Danielle afirmó llena de felicidad mirando a los profundos ojos azules de su marido. Todos sus amigos se rindieron entre risas al observar el embelezo y la emoción que compartía la pareja, al parecer el duque ahora estaba más que dispuesto a continuar con las andanzas de su mujer, siempre y cuando ella lo incluyera.

-Y todas las que quieras, mi vida-Frederick le susurró al oído y ella se sonrojó, sintiéndose así la persona más completa del mundo.

-Porque mi amor por ti, es para siempre-Danielle murmuró casi sin emitir sonido, pero supo por el rostro de él que sus palabras al fin le habían llegado.

-Para siempre-y con un beso, Frederick le respondió a su esposa.

Sorpresa de un jazmínWhere stories live. Discover now