Curiosidad y dudas

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Frederick notaba que algo estaba ocurriendo con Danielle, desde que la cena había terminado cada vez que tocaba levemente su espalda ella se tensaba de inmediato, como si estuviese asustada por algo. Temía que algo le estuviera preocupando demasiado, por lo tanto, hizo un esfuerzo en intentar distraerla con cumplidos, susurros, charlas y llevándola de aquí para allá en la fiesta.

Lamentablemente su madre le había hecho el trabajo más difícil montando aquella escenita y sugiriendo que ella no era lo suficiente para él. Aquel sutil pero subliminal comentario le hizo hervir la sangre ¿Quién se creía ella para venir a hablar sobre decencia y el comportamiento correcto de una duquesa, cuando ella misma era el peor ejemplo de ello?. Estuvo a punto de perder los estribos y echar a la vieja entrometida de la fiesta, de no ser por Danielle ya se habría montado el escándalo épico de un duque que sacaba a patadas a su propia madre de su boda.

No pudo disimular la sorpresa al ver cómo su esposa se defendía tan hábilmente ante los comentarios bífidos de su nueva suegra, pero se sintió completamente culpable al darse cuenta de lo poco que había podido protegerla de los ataques por quedarse atónito y no responder rápidamente.

Luego vio ante sus ojos como Danielle ejecutaba perfectas reverencias, sonrisas y charlaba con todos los invitados que la felicitaban con una habilidad tan natural que por un momento creyó que estaba destinada a ser duquesa. La gente bailoteaba, reía y hablaba con ella en una ronda tan grande que ocupaba la mitad del salón e hizo que los bailarines jóvenes tuvieran que retirarse por un momento para no chocarse con todos los que se acercaban a ella.

La punzada de los celos se abrió paso a través de su piel al notar cómo los hombres la miraban sin ningún disimulo y susurraban entre ellos palabras lascivas y sonrisitas cómplices. Él sabía que una mujer era más que apetecible una vez casada, debido a que no se debía de arriesgar mucho si te acostabas con ella ya que su "virtud" pertenecía a otro. Esta era una creencia y costumbre de lo más repugnante para Frederick, se le revolvían las tripas al saber que ninguno se había arriesgado a conquistarla por temor al matrimonio, pero ya casada las relaciones que ellos buscaban serían más fáciles y factibles. Utilizar a las mujeres como un saco para desquitar el deseo sexual era de lo más común, el matrimonio por amor era casi inexistente y posiblemente lo mirarían como a un loco o un idiota,pero por nada del mundo estaría dispuesto a engañar a su mujer para seguir la corriente de aquellos individuos repulsivos y crueles.

Se abrió paso entre la multitud, ignorando las quejas de los hombres que habían comenzado a rodear y acaparar la atención de Danielle tal y como un grupo de lobos en plena cacería.

En el rostro de ella pudo distinguir el disgusto y la molestia que intentaba disimular con una sonrisa inocente ante esos molestos acosadores. La comisura de sus labios se torcía ligeramente de un lado a otro, gesto el cual interpretó al instante como incomodidad reprimida. Le era tan simple leer sus expresiones y saber lo que sentía...

Al instante sus ojos subieron hacia su rostro y se iluminaron como un brillante farol. Ignoró educadamente a el hombre que se había acercado demasiado a ella para dirigirse hacia su marido con suma delicadeza, pero este le tomó el brazo intentando retenerla simpáticamente.

Con una velocidad pasmosa y sin ser dueño de su propio cuerpo, Frederick reemplazó la mano de aquel espécimen con la suya y tomó el brazo de su mujer intentando borrar con sus caricias el toque de ese despreciable ser.

-Lamento interrumpir la charla Lord...-intentó sonar lo más calmado posible y miró con un gesto de advertencia al odioso pesado que tenía en frente. Este quizás era unos 5 o 6 años mayor que él, rubicundo, estaba sudoroso y los mofletes le sobresalían del ajustado traje. La calvicie estaba comenzado a aparecer en su cabeza y sus manos comenzaron a temblar de miedo al verlo.

Sorpresa de un jazmínWhere stories live. Discover now