Una pequeña tormenta

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Toda su vida había escuchado por parte de sus amigos, compañeros, socios o conocidos las desventajas del matrimonio, el riego y el dolor de muchos al echarse a la jaula para siempre y comprometerse, pero jamás en su vida Frederick había estado tan en desacuerdo con todas aquellas afirmaciones. Era la persona más feliz del mundo al abrir los ojos y encontrar los densos y enmarañados cabellos rojizos y la piel blanca reluciente de su mujer mientras se perdía en sueños a su lado. Compartían largos desayunos juntos, conversaban de diversos temas ya que sus opiniones (por más diferentes que fueran) sobre religión, política, filosofía, arquitectura o arte no les impedían pasar un buen rato charlando; jugueteaban y coqueteaban a toda hora; pasaban horas leyendo en el gran sillón de la biblioteca, merendaban alegremente compartiendo experiencias de vida y las cenas terminaban siendo íntimas y cargadas de sensualidad para que a la hora de dormir toda aquella energía se desbordara eróticamente.

Unos días después de llegar la llevó a conocer Manhattan, pasearon por el nuevo Central Park, donde ella se quedó completamente admirada del diseño de caminos diferenciados para peatones, carruajes y vehículos, lo cual les daba la libertad de caminar como quisieran sin preocuparse.

Danielle parecía hipnotizada por el flujo comercial de la ciudad, había múltiples bancos comerciales, estaciones, actividades para hacer e innovaciones a cada paso que daba. Conoció por primera vez el interior de un almacén o tienda comercial, dado que en Londres apenas había podido ingresar al local de Arlys. En estas se vendían todo tipo de artículos que habían comenzado a ser industrializados; había desde medias, cintas, camisas y corsets, hasta productos para el hogar y juguetes.

Días después, Frederick propuso ir a contemplar la maravilla de la avenida Broadway, la cual servía como punto clave para los teatros del lugar. Ambos irían hacia el Winter Garden Theatre, dado que allí actuaría el famosísimo y reconocido Edwin Booth de quien ella había escuchado hablar en sus fiestas de salón en Londres hacía varios años. La obra a interpretar iba a ser Hamlet de William Shakespeare, quien resultaba ser uno de los autores favoritos de su marido, dado que en uno de sus momentos libres había ojeado intencionalmente su biblioteca personal y había encontrado varios ejemplares de sus obras ocultos entre los demás volúmenes.

Esa tan esperada noche, mientras viajaban hacia el teatro, recordó alegremente cómo había ocurrido todo su descubrimiento.

El día anterior, Frederick la había encontrado husmeando entre sus cosas y se había sonrojado por completo al notar que ella había develado su pasión por los libros de Shakespeare.

-Danielle, ¿qué haces aquí? Pensé que estarías en el jardín tomando el té ya que es hora de tu merienda-el hombre se asomó entre la puerta de la habitación y ella escondió rápidamente "Como gustéis" detrás de su espalda.

-Solo estaba ojeando qué podía leer y...-quiso intentar desviar su atención del obvio montículo que había formado para analizar, pero su marido al notarlo entró rápidamente y los tomó completamente avergonzado.

- ¿Qué haces con estos? -parecía un tímido niño y Danielle disfrutó demasiado verlo en aquel estado.

-Parece ser que tienes una cierta debilidad por ellos, encontré varios en tu cuarto y...-sujetó uno mientras continuaba ocultando el otro ejemplar, este se lo quitó apenas sin que se diera cuenta, pero no notó el que escondía.

-Oh Danielle, no debes ver esto...es vergonzoso-el rubor se extendió entre sus pómulos y tuvo la súbita necesidad de acunarlo para besarlo.

- ¿Qué tiene de malo? Son libros bonitos-dio media vuelta y se posicionó detrás del sillón para cubrirse de sus manos mientras sacaba el libro que tanto le había llamado la atención-Este estaba en lo más alto del estante, ¿por qué? -su curiosidad era enorme y apenas había tenido un segundo para tomarlo sin siquiera ver el interior, sentía que lo conocía desde hacía años. Frederick comenzó a corretearla alrededor del mueble, parecían dos niños pequeños discutiendo por un juguete. Ella reía mientras que él protestaba solicitando desesperado su pertenencia.

Sorpresa de un jazmínजहाँ कहानियाँ रहती हैं। अभी खोजें