Verdaderas intenciones

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-Disculpe la intromisión milord-entró a la oficina Adrien luciendo totalmente cansado, parecía que había recorrido largas distancias dirigiendo al personal y ordenando todo para el desayuno-Su excelencia solicita su presencia...-e hizo una pausa para lograr respirar.

Frederick estaba en su escritorio escribiendo una carta para el director del internado en Lincolnshire, donde estudiaba Emilian y en un futuro Francis, los hermanos menores de Danielle. Debía averiguar lo que realmente sucedía.

Dentro suyo sentía que todo aquello era una vil farsa de Griselda para someterla a su voluntad. No lograba comprender la obsesión de la anciana en casarlo con Fancy e ignorar los sentimientos de Danielle, que también era su nieta, se suponía que cualquiera de ellas sería igualmente positivo de enlazar con un par del reino para cualquiera con lógica.

Es obvio que esa anciana escapaba de cualquier comportamiento lógico.

A pesar de que Danielle había expresado su "odio" hacia él, sabía que dentro suyo todo era muy diferente y no podía esperar a demostrarselo a la pequeña testaruda.

-Dile que la veré en el desayuno, ahora estoy ocupado-ordenó volviendo a su tarea y Adrien con gesto adusto le dijo:

-Prepararé todo para que tengan la privacidad necesaria milord

-¿Para qué demonios quieres que sea algo privado? Mi madre puede bajar como todos los demás y tomar el té en el salón-Frederick se molestó

-Su excelencia no desea toparse con sus invitados...

Frederick chasqueó la lengua impaciente- Está bien, si quiere guardar el poco pudor y dignidad que le quedan, si es que acaso le quedan, prepara todo para que esté contenta entonces.

Adrien afirmó con la cabeza y se fue de la habitación cuando Frederick volvió sus ojos a los escritos.

Una vez terminados sus trámites se cambió de camisa y se puso una chaqueta color topo, pantalones negros y peinó ligeramente su cabello rubio. Pudo ver en su rostro la marca de la pelea y un tierno sentimiento le cruzó cuando recordó los cuidados desesperados de Danielle.

Minutos después James golpeó la puerta de su habitación y ambos se dirigieron por el pasillo oeste hacia la salita verde donde su madre debía estar esperándolos.

-¿Tienes idea de por qué la bruja quiere nuestra presencia?-le susurró James, quien claramente había estado bebiendo ya que las ojeras y su aliento destilaban la presencia de una dura resaca.

-La verdad es que no, pero resulta extraño...¿Que demonios hiciste anoche? No te vi en ningún momento luego de la cena.

-Me fui, estaba demasiado aburrido como para quedarme. Le pedí a Adrien que me abriera la bodega, compraste vinos fabulosos hermanito-le palmeó la espalda suavemente-Luego nos fuimos con lord Travis a la taberna del pueblo y algunas mujeres..-lo interrumpió Frederick consternado.

-Ya no quiero saber más, voy a tener que tragarme la llave de la bodega para que dejes de beber-mientras se frotaba las sienes.

-Vi a tu señorita Belcher cuando fui a buscar a Adrien, estaba con tu amigo creo y una zorra delgaducha que los observaba sentada en el sillón, una de sus primas supongo...

-Lo sé, tuve un ligero altercado con él-y señaló la pequeña cicatriz de corte en su mandíbula a lo cual James abrió los ojos como platos.

-¿Te peleaste por esa niñata sin gracia? Debió ser divertido, jamás te vi a los golpes-rió el muchacho lleno de interés-¿Acaso atacó su virtud?-parecía estar presenciando el diálogo de una historia demasiado interesante.

Sorpresa de un jazmínDonde viven las historias. Descúbrelo ahora