Algo de tranquilidad

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-Milady es hora de levantarse-la despertó la dulce y cariñosa voz de Sibyl, la criada que fue designada para ella. Danielle había pensado que no tendría persona a su disposición ya que su recámara estaba alejada de los demás miembros de su familia, pero era de esperarse que Frederick le otorgara todas las comodidades posibles dentro del decoro. Sibyl era una mujer bajita y voluptuosa, con extraños ojos azules y enorme sonrisa. Su cabello era del color del chocolate con leche y estaba veteado por algunas canas, era poco menor que su madre por lo tanto su paciencia y actitud maternal rebosaban en todos los consejos que le daba.

Ambas decidieron el vestido de día y concluyeron que el menos llamativo era su antiguo traje de seda color agua, el cual estaba un poco desteñido pero aquello le confería un brillo bastante bonito y original a la tela. Le fue imposible seleccionar alguna de las prendas que Arlys le había confeccionado porque esta había ignorado totalmente sus deseos de parecer discreta y le había enviado maravillosas creaciones en tonos rojos intensos, turquesas y morados, con imponentes escotes, densas faldas con bordados de todo tipo y abultadas mangas de todos los largos imaginables. Danielle amaba sus diseños pero se consideraba incapaz de llevar algo de tan alto nivel.

Considerando los pocos atributos físicos que tenía.

Y dado que no había tenido tiempo de supervisar su confección y ni siquiera los había visto hasta llegar a Greywell Park, estuvo obligada a resignarse ante sus deseos.

Sibyl le ayudó con su peinado, agregando varias trenzas en su moño para conferir un toque de elegancia y evitar que sus rizos salieran despedidos hacia su cara. Luego le trajo el desayuno.

Debido a sus extraños brebajes para las molestias intestinales solía estar obligada a beberlo sola para evitar comentarios. Arlys estaba acostumbrada y los Bell aprendieron a convivir con ello pero le resultaba completamente vergonzoso que cualquiera de los invitados, Frederick o Nicholas la observaran tomar algo con un olor tan desagradable y raro. Sybil en cambio no había opinado al respecto, alegando de que no era de su incumbencia las razones por las cuales lo hacía y eso le daba una pequeña gota de tranquilidad a Danielle.

Comió sus tostadas con mermelada de lavanda con miel mientras miraba por el amplio balcón hacia el patio este, donde varios caballeros se alistaban para ir a cazar.

Nunca pude comprender ese pasatiempo horroroso reflexionó mientras mordía su desayuno.

Pudo divisar ante los presentes la figura de Nicholas, con sus pantalones color caqui y un chaleco a juego, portando un arma mientras fumaba con otros hombres. Le dio una pizca de ansiedad pensar que debería enfrentarse a él pronto.

En la noche pasada, luego de la pelea le había sido casi demasiado fácil evitar sus atenciones fingiendo mal humor y pidiéndole que se alejara de ella o los invitados se harían la idea incorrecta sobre ellos dos, pero ahora sería diferente. Todavía estaba en shock por el beso que le dio y no lograba entender las intenciones de aquello, todo le parecía un torpe juego que acontecía ante sus ojos.

Siempre había sido capaz de detectar las pretensiones de los demás y manipularlas a su beneficio o voluntad, pero en este caso se encontraba encerrada en un callejón donde Frederick y Nicholas la controlaban sin objetivo aparente balanceándose entre sus manos como un muñeco de trapo.

Con un denso suspiro tuvo que hacer acopio de toda su fuerza para guardar la compostura y para bajar a ver lo que le aguardaba ese día en la mansión.

El salón principal estaba casi vacío, en el desayunador había algunas damas que aún no terminaban de tomar el té que la miraron de arriba a abajo con desdén obligándola a salir de la estancia con fingido interés en algo de afuera. Parecía que alguien estaba llegando al lugar debido a que un elegante carruaje negro adornado con insignias de plata estaba justo en frente a los ventanales de la entrada. La curiosidad la invadió de golpe, ya que le resultó demasiado familiar el coche y decidió echar un vistazo a través de los cristales.

Sorpresa de un jazmínWhere stories live. Discover now