¿Por qué a mi?

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Griselda estaba de un humor de perros desde lo ocurrido en la fiesta y no permitió que Danielle participara en otros eventos que se realizaran en la mansión Flipsen, ya sean meriendas, cenas o partidos de cartas, a lo cual ella estaba más que agradecida.

Un fatídico día soleado, de esos que hacían llorar sus ojos debido a la intensa luz, su abuela entró a la casa de la manera más ruidosa posible, sus pasos parecían una lluvia de piedras y su voz rebotaba por toda la entrada, obviamente su intención era la de llamar la atención lo más posible. Y lo había conseguido, el pequeño Francis huyó hacia su recámara y los sirvientes evitaron de todas las maneras encontrarse con ella. Danielle envidiaba a todos aquellos que podían escapar de la presencia de la anciana sin necesidad de una explicación. La vieja llevaba una carta en la mano y temblaba como una hoja en otoño cuando su hija fue obligadamente a recibirla.

Cherisse la guió hacia la salita oeste y mandó a llamar a Danielle con la famosa frase: "Es una situación de suma importancia, según tu abuela" esbozada por la criada que había podido encontrar disponible.

Cuando desgraciadamente sus lentos pasos llegaron a la habitación donde la habían convocado la voz de Griselda se abrió paso por el desgastado empapelado naranja y le recordó al sonido de las uñas rasgando una pizarra cuando dijo:

-El duque nos ha invitado a su mansión en Hampshire-y con un venenoso tono agregó-Hizo ímpetu en que fueran todas mis nietas-y la miró con disgusto. El extravagante collar de perlas parecía estar a punto de explotar por la presión que ejercía su cuello y a Danielle le hubiese gustado cubrirse con algún almohadón ante el inminente ataque de las joyas asesinas.

-Podemos decir que estoy enferma, así Fancy podrá atraparlo más fácil-le contestó socarronamente admirando como el tono del cuello de su abuela se oscurecía más y mientras Cherisse le rogaba a todos los santos que conocía que no acotara más nada a la ofensa.

-Nada de mentiras mocosa impertinente, tú vendrás con nosotras y que Dios se apiade de tu alma si llegas a cometer el más mínimo error-la amenazó con el rostro enrojecido. Cherisse miró a Danielle en una súplica muda para que no replicara más y Danielle decidió dejar la habitación a modo de supervivencia. Sin dudas era un placer algo extremo el de disfrutar sacando de las casillas a la vieja gárgola, pero entendiendo el peligro que corría su vida al quedarse allí se giró sobre sus talones y emprendió la huída. Nuevas dudas se abrían paso mientras caminaba por el pasillo.

¿Qué quería el duque al invitarla a ella?.

De una cosa estaba segura: no sería para nada agradable tener que compartir una estancia con su despreciable familia materna, y lo peor de todo sería que no tendría ningún compañero de sufrimiento para compartir la carga que debería soportar.

El tiempo pasó y Cherisse luego de una intensa plática con Griselda, se dirigió a comentarle los datos de la extraña invitación. No le fue muy difícil encontrarla, Danielle se había escondido en el único lugar que no podía visitar su abuela, el "taller de experimentos y arte" como lo había llamado en su niñez. La pequeña habitación estaba iluminada por amplias ventanas de madera, había toda clase de plantas interiores, atiborrado de muebles gastados, pinturas, lienzos, papeles, frascos de diferentes tamaños, ollas y cucharitas; en resúmen, "cosas extrañas y no tan extrañas".

Esta era su santa guarida desde pequeña, ningún miembro de la familia salvo su madre se atrevía a visitar aquel lugar, siempre desordenado, con ollas burbujeantes y extraños líquidos en recipientes de cristal, sin contar las manchas de pintura o los 4 caballetes con dibujos sin terminar. Danielle disfrutaba demasiado del dibujo desde que su madre le había enseñado a hacer una estrella en el papel a los 3 años. Entonces, una mañana de su sexto cumpleaños su padre decidió que aquella habitación sería para ella.

Sorpresa de un jazmínWhere stories live. Discover now