I

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La vida era dura. La vida podía volverse un infierno. La vida podía ser un limbo. La vida era lo que tu hicieras con ella y a sus 17 años Chūya Nakahara lo sabía perfectamente.

Él no tenía la culpa de que su madre lo hubiera tenido fuera de matrimonio.
Él no tenía la culpa de que ella decidiera abandonarlo.
Él no tenía la culpa de que todos le llamaran "bastardo".

No, no era culpa suya.

Lo que sí era culpa suya era haber golpeado a los niños que le miraban mal, haber robado a quienes le juzgaban por ser un hijo ilegítimo. Había sido culpa suya haberse metido a esa iglesia para esconderse de sus perseguidores.

"No tienes que cargar con las culpas de tus padres, pero vas a pagar por lo que hiciste a otros"

—Vaya mierda— murmuró mientras guardaba un puñal en su bota.

La vida debías vivirla, si querías arrastrarte era cuestión tuya, pero debías soportar otros te pisaran y eso era algo que él nunca permitiría, por ello, cuando el sacerdote la dio la opción de trabajar para él, decidió que quería volar. No importaba si su madre no le había dado alas. Él crearía sus propias alas y sobreviviría.

—Esto es una puta mierda— volvió a murmurar mientras se ponía un abrigo negro, largo y después colocaba su sombrero.

—Si lo es, ¿Por qué aceptaste?— preguntó el sacerdote que estaba parado en la entrada a la habitación del chico.

—Porque los demás cazadores son unos inútiles que no saben hacer nada. Si no lo hago yo nadie lo hará.

— Ten cuidado con la arrogancia, Chūya, Dios...

—Dios dijo que la tierra era nuestra y ya ves, está atascada de demonios que tengo que matar porque los otros se mean en los pantalones antes de atacar.

El hombre rió a sus espaldas y decidió no decir más. Conocía a la perfección el carácter del chico y sabía que aunque no lo admitiera estaba preocupado y por eso había tomado el trabajo.

—Hawthorne, ¿podría recordarme lo que decía la carta?— preguntó Chūya esta vez guardando algo de comida en su abrigo.

El hombre saco una carta de su bolsillo y golpeó la mano de Chūya que no había podido evitar pellizcar uno de los panes.

-Si vas a comerlo tómalo, no lo dejes manoseado- el chico solo sobó su mano y tras pensarlo dos segundos se metió el pan a la boca. Nathaniel suspiró ante la falta de modales y empezó a leer.

A Nathaniel Hawthorne, el 25 de diciembre del año en curso.

Padre, como siempre, recurrimos a usted en busca de auxilio, lamentamos en sobremanera la molestia que le causamos, sin embargo, estamos acorralados.
El sacerdote que usted nos ha dejado como guía en el camino de nuestro Dios sagrado y la virgen Maria, es acosado por un gran mal. Él no puede verlo, sin embargo, todos podemos notarlo. Quien en otros tiempos fuera un hombre energético y alegre ahora solo esta sentado, con gran cansancio y pesar en su alma.

Tememos por él, hemos visto cómo una sombra le acorrala cada tarde, cómo le atormenta por las noches y no le permite respirar con calma durante el día.
Sabemos que usted fue su maestro, por ello, consideramos conveniente comunicárselo, él no aceptará la ayuda de nadie más y nosotros, que gran aprecio le hemos tomado, no podemos seguir mirándole en esta situación.

Rogamos por su auxilio y su clemencia, padre, en el nombre de Dios, el espíritu santo y nuestro señor Jesucristo.

Al terminar de leer guardó de nuevo la carta y miró al pelirrojo que tenía las mejillas llenas de comida pero se empeñaba en meter más. En un intento de disimular desvío su vista y tragó, Nathaniel suspiró, ya era raro no le interrumpiera.

-¿Esho ez togo?- se aclaró la garganta ante la mirada atenta y con reproche del otro- ¿Eso es todo? ¿No hay remitente? ¿No explica al menos qué es la sombra?

-Me temo que no.

-Tontos pueblerinos.

-Chūya...

-Ya, ya, de todas maneras iré.

-Te iba a decir que tienes las mejillas con comida-Esta vez el sonrojo fue más que evidente- Eres un niño.

-Un niño no haría lo que yo.

-Pero sí comería como tú.

-Hoy está de humor ¿No?- normalmente no le diría nada y solo sonreiría pero hoy incluso le había pegado.

-Te irás por unos meses, no te veré en ese tiempo.

- ¿Nos pondremos sentimentales?

-¿Podrías dejar de ser tan cínico?-Solo Dios sabía cuán difícil le era mostrar afecto y él niño no se lo ponía fácil.

-Eso es lo que me trajo aquí hace 5 años. Además, tampoco le veré en meses.

Ambos sonrieron y tras un asentimiento del mayor, Chūya se encaminó al establo. Ezequias, su caballo, le esperaba ya listo.


Nunca salía sin su caballo, al igual que él era un abandonado. Sus primeros dueños iban a sacrificarlo por ser débil, él se interpuso y ellos le permitieron llevárselo. En parte porque estaba bajo el cuidado de un hombre de Dios (Nathaniel) y en parte porque creían el caballo moriría pronto. Así se ahorraban excavar donde enterrarlo. Mas nunca consideraron que la persistencia y cariño de Nakahara para con el caballo sería grande y sobreviviría como uno de los mejores ejemplares en el pueblo. Más que un caballo, era un amigo.
Tras acariciarle un poco, se montó en él y partió al pueblo donde le solicitaban.

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Dedicado a @Luzmela con todo mi cariño.

Samsāra Where stories live. Discover now