V

3.7K 588 638
                                    


Sus manos temblaban, estaba seguro que sus piernas junto a todo su cuerpo también. 

Lo que deseaba era simple, no debería sentirse apenado o nervioso, después de todo, el vampiro se lo había ofrecido. El mismo vampiro que había lamido su mano, con esa lengua hábil y calida mientras le miraba con sus orbes rojizas, atrapantes y con una sonrisa perversa y atractiva por partes iguales.

Sacudió su cabeza para sacar la imagen del demonio de su mente, sería contraproducente en ese momento. Suspiró una vez se despejó, llevo su mano libre a la puerta para dar dos toques suaves.

La puerta fue abierta en menos de dos segundos, frente a él apareció el pecho desnudo de Dazai. Resbalaban gotas de agua por la piel blanca, su boca se secó y juró que nunca había sentido tanta sed en su vida.

- ¿Necesitas algo, Chuuya?- si sus piernas temblaban antes de tocar la puerta, ahora podía sentir que caería. ¿La voz de Dazai siempre era tan... varonil?

-Yo...- carraspeó su garganta, decidido a concentrarse, para ello levantó la mirada. Grave error, los ojos de Osamu le hicieron olvidar que deseaba. Reflejaban preocupación pura y afecto. Se sintió mareado y los brazos de Dazai le tomaron por el torso antes de que sus piernas fallaran.

-Chuuya- murmuró preocupado pegándolo mas a si mismo mientras le levantaba y metía a la habitación para sentale en su cama- ¿Qué necesitas? ¿Qué deseas que haga?

Se sintió abrumado, algo dentro de si le dijo que si pedía a Dazai ser el rey del mundo,  Osamu se encargaría de que lo fuera. Los brazos alrededor de su cintura le dieron la seguridad que jamás sintió.

- Vine porque... porque... - los iris café le miraron brindándole completa atención. Ahora se sentía como un estúpido- quería bañarme.

Osamu le miró atónito. Tras unos segundos se recompuso para empezar a reír.

- Justo ahora estoy usando la tina, pero si deseas compartir no tengo impedimento alguno.

-Preferiría esperar- contestó con el rostro ardiendo.

Dazai encogió los hombros, se separó de él y pudo apreciar mejor su cuerpo. No era musculoso, en cambio, tampoco podría decir que delgado, tenía músculos donde debía tenerlos. Su piel estaba marcada por cicatrices, sobre todo el pecho, donde debía estar el corazón, los brazos cerca de las muñecas y el cuello.

- Horrible ¿no?- susurró mientras bajaba la mirada, antes de que pudiese contestarle Dazai le dio la espalda. - Casi termino, Chuuya, mientras siéntete como en tu habitación.

Entró a una puerta, dejándolo solo y con el corazón acelerado.- No es horrible en lo absoluto.

.

.

Miró a su alrededor , la habitación poseía las mismas dimensiones que la que él ocupaba, empero, todo dentro de ella llevaba el nombre de Dazai. No literalmente, sino que, sin importar lo que se mirase resultaba fácil saber pertenecía a él.

Las cortinas oscuras que cubrían la ventana, la cama con sabanas de colores grises y blancos, los cojines suaves con su olor, los muebles de madera oscura, la alfombra roja en el piso, las cortinas transparentes alrededor de la cama, los adornos en apariencia simple pero apostaba eran de oro, los libros en los estantes y los tarros con tintas además de pinceles y pinturas, estos últimos llamaron su atención y perdiendo la vergüenza que sentía al inicio por entrar en la habitación ajena, dejó su ropa en la cama para luego caminar con paso seguro para tomarlas y observarlas.

Eran paisajes, algunos de atardeceres donde el color rojo y el azul predominaban en diferentes tonalidades, otras eran bosques, con árboles secos, sin vida, una escala de blancos; negros y grises eran los únicos colores utilizados. Desolación y esperanza. Eso transmitía los cuadros.

Samsāra Where stories live. Discover now