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El pueblo al que llegaba era  notablemente diferente al anterior. Recién amanecía y poca gente había caminando, más los que se encontraba le miraban con curiosidad y una sonrisa, no había miedo o rechazo. Resultaba reconfortante pues hasta solucionar el problema por el que le llamaban estaría ahí.


Tras un par de vueltas, se detuvo en la primera tienda que encontró abierta para pedir información. Bajó de Ezequiel y tras atarlo  a un poste que encontró, entró al pequeño lugar quitándose el sombrero. El cuarto era pequeño con luz casi escasa, estaba cubierto de cortinas, algunas parecían viejas y otras nuevas, inevitablemente su mirada recorrió el lugar con curiosidad, al final se topó con  tres mujeres que estaban sentadas, mirándole con diversión, "como si me esperaran" pensó y se deshizo de la idea pues le pareció tonta. Hizo una reverencia a las ancianas que le recibían.

-Querido niño, ¿qué te trae a nosotras?- dijo una haciendo un  asentimiento con su cabeza. Estaban sentadas detrás de una mesa que servía de despachador mientras cosían algo.

Mordió su lengua para evitar contestar "mi caballo" y hablar de forma amable, las mujeres le inspiraba respeto.

-Buena tarde, bellas damas. Estoy aquí por información.

-¿Qué tipo de información busca un mancebo como tú?- preguntó la del medio.

- Es por trabajo, madame. Me ha sido enviada una carta pidiendo auxilio y he venido a socorrerles.

-El niño de tanatos pidiendo por nuestra ayuda.- dijo la tercera mientras cortaba un hilo.

-El ángel profético, sin conocer información.- volvió a hablar la primera enlazando dos hilos.

-El verdugo y contenedor de Dios, frente a nosotras- completó con una sonrisa la segunda mientras miraba  atentamente a Chūya.

- Se lo debemos, hermanas.

-Se los debemos, si, después de todo nuestros juegos les han traído aquí, nuestros caprichos han sido respetados por ellos y es una justa compensación.

-Me temo, mis señoras, no estar entendiendo de qué hablan- interrumpió, sintiéndose avergonzado.

-Nos agradas, eres un buen chico y por ello te daremos lo que buscas y un poco más- contestó la tercera mientras dejaba en paz las tijeras.

-No aceptaremos una negativa por tu parte, considera el destino te ha traído al lugar correcto- cuando terminó las tres rieron.

- Escucha con atención. Pasado, presente y futuro no lo es todo, pequeño.

- Este momento no es el único.

-Nunca se unen las puertas y raramente le decimos esto a alguien.

-Pasado, presente y futuro custodian cada una y aquí solo hay dos finales posibles.

-Felicidad eterna, un escape del destino...

-O un deceso y sinsabor continuo.

-No jugaremos contigo esta vez, todo estará en tus manos, por favor...

-Elije correctamente. Observa todo pues nada es lo que parece.

-No juzgues de forma precipitada.

-Espera como una leona a la gacela. Y pisa con cuidado.

-Tu salvación esta cerca. Demasiado cerca.

-Puedes salvarle o condenarle, tenlo en mente siempre. Más debes recordar...

-Destituirle será tu ruina.

-Esta tierra ha sido marcada por las divinidades que han creado. Bien y mal se unen aquí, pero la línea entre cada uno es difusa.

-Tus cuchillos no servirán. No temas a la noche.

-Camina un cuidado, esperamos elijas sabiamente cuando el momento llegue.

-Puedes retirarte Chūya Nakahara.

- Dirigete a la iglesia, tu travesía inicia ahí. No pregones tu causa, solo pide refugio y entenderás.

Y sin más las tres se levantaron, abrieron una puerta que Chūya no había notado estaba a espaldas de donde estuvieron antes  y salieron por ella. Él se quedó intentando encontrar sentido a lo que le habían dicho, no supo cuanto tiempo transcurrió pero reaccionó al fin cuando alguien tocó su hombro.

-Disculpe caballero ¿Necesita ayuda?

Giró su rostro hacia quien le hablaba. Aún se sentía perdido, como si su cuerpo flotara.

-No, yo...

Se encontró con un chico de cabello blanco y un mechón negro. No había forma de que eso fuese natural, pero tampoco había forma de volver el cabello así ¿no? Sus ojos eran claros pero de alguna manera, en el centro, tenían un "sol", pequeños toques amarillos antes de llegar a la pupila. Jamás había visto a alguien similar.

-Soy Atsushi, el ayudante del sacerdote, puede pedirme lo que necesite.

Aún ensimismado miró las ropas de quien debía tener una edad similar a la suya y notó hablaba con la verdad.

-Yo... Voy a la iglesia- contestó al fin y entonces notó estaba fuera de la tienda ¿Cuándo había salido?

-¡Vayamos entonces! Eh...

-Chūya, Nakahara Chūya- extendió una mano que fue recibida con un apretón por las manos frías del contrario.

-Vayamos allá que es noche y si nos damos prisa aún alcanzamos la cena.

Lo siguió sin dudar,  desató a Ezequiel y los tres avanzaron con parsimonia, después de todo, lo único que había entendido era que debía ir a la iglesia.
Por el rabillo del ojo, le pareció ver una sombra junto a Atsushi, la ignoró, ya averiguaría qué era.

-¿Sabes qué es una gacela? -preguntó a medio camino y obtuvo la risa de su compañero como respuesta.

-No, ¿Existe algo con ese nombre?.

-No lo sé...

Samsāra Dove le storie prendono vita. Scoprilo ora