II

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Recién llevaba tres horas en la iglesia y estaba seguro nunca se había sentido tan feliz en su vida.
El sacerdote era un hombre relativamente joven,  energético y amante de los niños. Se presentó como Mori Ougai y no cuestionó qué hacía ahí Chūya, por el contrario, le invitó a cenar con ellos. Si bien no era un comedor lujoso era muy cómodo. 

En la cabeza, estaba sentado Mori, a su derecha Atsushi, hizo sentar a Chūya a su izquierda y seis puestos más fueron ocupados por niños menores a ocho años que no dejaban de hablar y preguntar cosas al pelirrojo, no personales, sino sobre los lugares que había conocido y su caballo.

Tanta amabilidad era abrumadora y no entendía qué tipo de mal acechaba al hombre pues la descripción dada en la carta nada tenía que ver con quien amablemente le contaba de su labor creando un orfanato.
Atsushi se limitaba a comer, demasiado rápido para el gusto de Mori que no dudó en reprenderle para que mostrase más modales ante su invitado. Inevitablemente recordó la relación entre Nathaniel y él y no pudo evitar sonreír.

— Puedes quedarte el tiempo que será menester, Chūya, la iglesia está abierta para todos los que deseen entrar. Eso sí, si bien no te pediré oro necesitaré me ayudes con un par de cosas, como cocinar para los niños o ayudar a Atsushi en la hortaliza.

No tenía ningún inconveniente con ello, al contrario, no creyó fuese tan fácil quedarse para vigilar de cerca todo y así lo comunicó.  Sin más que añadir siguieron cenando, Atsushi estaba a mitad de bocado cuando una chica llegó corriendo, abriendo de golpe la puerta. Le provocó tal susto que empezó a atragantarse.

—Lo lamento, lo lamento, lo lamento— decía la chica que estaba siendo reprendida por el sacerdote pero ninguno hacia nada para ayudar al albino. Los niños reían por la escena sin notar lo serio que era.

Sin dudar se levantó, se colocó detrás del futuro muerto (ya empezaba a lucir morado), una de sus manos en puño fue colocada arriba de donde consideró estaba el ombligo y con la otra hizo presión.  Gracias a eso Atsushi escupió lo que tenía en la boca. Lastimosamente dio contra la espalda de Mori que detuvo su regaño y se giró a ver quién le había arrojado qué. Las risas de los niños incrementaron, entonces también empezaron a arrojar su comida contra el sacerdote. Cuando al fin logró controlarlos miró a los chicos que se habían mantenido callados todo el tiempo.

—Mañana. Establo. Los dos.

Dijo con rostro demasiado serio y Atsushi, con voz ronca mientras sostenía su garganta contestó.

—No tenemos ninguno.

—Mejor aún. Lo constituirán. Niños a sus camas. Señorita Mizuki, mañana a primera hora la cocina y mi hábito deben estar limpios. Muestre la habitación que ocupará a nuestro invitado. Buena noche.

Y sin más, se encamino a su alcoba. Una vez se quedaron solos los tres suspiraron. 

—Lo lamento,  Atsushi, yo solo quería decirle al sacerdote que llegará un cazador por parte del padre Nathaniel. Él mismo ha enviado una carta para notificar. No pensé te asustaría.

—No importa, mejor ve por el hábito del padre y de paso entrega la carta, habrá que estar listos entonces, los cazadores son muy especiales y nunca sabes de qué tipo será el que conozcas.

—¿Disculpa?¿Los cazadores qué?- preguntó con tono ofendido Chūya,  pero Atsushi no lo notó.

— Son delicados, también cretinos. Creen que por portar armas benditas pueden hacer lo que quieran.

—¿Pero de qué estás hablando?

—Atsushi... — Mizuki sí había notado el tono de Chūya, había deducido ya era él el cazador, después de todo, nunca le había visto en el pueblo.

Samsāra Where stories live. Discover now