♥Capítulo 33♥ Vejez

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Varios años ya pasaron, jamás volví a sentir amor nuevamente, solo por mis hijos y amigas quiénes siempre permanecieron a mí lado.
Mí hijo Tarkan ya es un adulto, tiene 20 años.
El tiempo que fui regente, tuve todo el poder del mundo y tuve que encargarme de los asuntos del estado pero ya es momento de hacerme a un lado para descansar y dejar que mí hijo ejerza su derecho.

Mis otros hijos, están bien, logré educar bien a mis hijos y se aman mucho, jamás se harían daño entre sí, porque ellos se cuidan.
Aunque el tiempo haya pasado aún no olvidó algunas cosas de mí vida antigua, se que ya debería superarlo, pero aveces todavía pienso que me encantaría volver a ser joven y rebelde y preocuparme por cosas tontas.

Mí hijo me adora, y siempre viene a besar mí mano, estoy segura de que será un gran sultán como su padre.
Mí hija, la Sultana Lina, es muy parecida a su madre, Hatice, aveces es como si la estuviera viendo a ella, y es un poco triste.
Apenas creció, le entregue la carta que había escondido cuando encontramos su cuerpo, y le expliqué cómo habían sido las cosas.
Y siempre le hablo del amor que teniamos su padre y yo.

Hace un tiempo, tengo dolores en el estómago, muy fuertes, no sé bien el porqué.
Decido llamar a los doctores, ya que se volvió insoportable.
La doctora me examina pero no puede decir que es exactamente lo que tengo. Aún así me da unas hierbas para tratar síntomas, hasta que puedan encontrar la causa del dolor.

Por otro lado, estuve enviando concubinas a mí hijo, todas le gustaron, espero que pronto tenga un hijo, sería muy lindo tener un nieto.
Hay una concubina, en especial, que al principio no me caía bien ya que era mal educada y respondona, pero espiandola, logré descubrir cosas interesantes de ella.
Es simpática y bastante fuerte, muy hermosa y de carácter complicado.
Me hace acordar a mí de joven.

Este día iba caminando por los jardines, y la vi afuera, cortando rosas.
—¿Qué te hicieron las pobres rosas para que las mates?- Dije detrás suyo
Ella se dio vuelta sorprendida, probablemente no se esperaba que yo estuviese allí.
—Disculpe sultana, quería las rosas- Dijo mirando al suelo, aún así con un tono más informal.
—¿Qué haces aquí? Deberías estar en el patio de las concubinas.
—Perdone... Me escape para poder cortar estas flores.
—¿Para que las cortas?
—Quiero... Dárselas al sultán...- Dijo en forma muy tímida.
Me sorprendió mucho aquella tierna actitud, se veía avergonzada, como si realmente amara al sultán.
La observé de arriba a abajo, una muchacha rubia, delgada, pálida, en la época de la que vengo podría haber sido una modelito, sin embargo ahora, las chicas mas reclamadas son más rellenitas y tienen más curvas, cabello negro con ondas, y cosas asi.

—Bien, quiero que vayas a mis aposentos luego, me gustaría hablar contigo.
—Bueno mí sultana.
Luego de eso, siguió cortando rosas con cara de enamorada.

Qué tierno es el amor joven, pero a la vez que doloroso que es cuando se crece.
Lo sabía por experiencia, si me hubieran dicho que me iba a enamorar perdidamente y que luego iba a perder a mí amado, me hubiese suicidado el primer día que llegue a este triste palacio.

Volví a mis aposentos, y ordene que trajeran jugos y comida.
Luego de un rato, llegó mí invitada.
—Ven pasa, siéntate a mí lado.- Le dije amablemente.
Ella se sentó, con total delicadeza, a pesar de verse fuerte y contestona, ella era bastante delicada y gentil.
—Me agradas, me pareces una muchacha bonita y fuerte, así que voy a educarte.- Le dije directamente.
—Mi sultana... ¿A qué se refiere con educarme?
—No hagas tantas preguntas, solo come y asiente, es la primera lección, no discutas con la madre Sultana.
Ella asintió y comenzó a comer, también delicadamente.

Así fueron pasando los días, mientras más la educaba, más como una sultana se veía.
Así mismo mí dolor estomacal crecía, y aveces simplemente no podía dormir, solo podía llorar durante las noches, tomando algún te para calmarlo.

—Llego el momento, Clarissa, está noche te mandaré a los aposentos del sultán, así que debes prepararte.
Ella se veía tan emocionada, estaba saltando y no pude evitar reírme y emocionarme a su vez.

Llegó la noche y Clarissa se veía hermosa, yo ayude a arreglarla, ya que realmente quería que mí hijo la escogiera.
La mandé a sus aposentos.
Luego de un rato, ella volvió a los míos llorando.
—¿Qué sucedió?
—El sultán no está ahora- Dijo entre lágrimas y con las rosas marchitas en sus manos.
—Bueno, no llores, ya lo verás mañana.- Dije aún observando las rosas- ¿No crees que esas rosas están marchitas? Deberías buscar unas mejores.
Su rostro cambio automáticamente, parecía distraerse rápido y funcionó para que dejase de llorar.
—Tiene razón sultana, iré a buscar rosas mejores, para dárselas mañana.
Se fue casi corriendo.

Diario de un palacioTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang