Capítulo 24

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POV Lauren

2 AÑOS DESPÚES...

El sol siempre ha sido mi iluminación favorita para poder dibujar los garabatos de trabajo para la pasantía. También era una de mis formas favoritas de ocupar la mente y no pensar en todos mis problemas. Habían pasado dos años y todavía estaba bajo un estrés extremo. No había pasado una semana desde que me llamaron de mi antigua ciudad para resolver un problema de Chris en la escuela. Él estaba en plena pubertad y es el momento en que todo adolescente parece planear meterse en problemas. Pero no podía decir nada, yo fui peor que él a esa edad.

Muchas cosas había cambiado en ese tiempo. Me había mudado a una universidad que ofrecía una beca completa y desde el primer semestre había conseguido una pasantía, en el cuarto semestres ya estaba en una oficina trabajando y haciendo pasantía. Chris prefirió quedarse en nuestra ciudad, ahora vivía con Matías y Brandon que lo trataban como un miembro de la familia. Creo que es por eso que estaban entrando con trámites en la justicia para poder adoptar a un niño. Harry, el año pasado consiguió un intercambio con todos los privilegios posibles para Francia, Dinah había desaparecido sin dejar ninguna noticia. Lucy seguía asistiendo a la universidad en la misma ciudad que yo, lo que hizo que viviéramos juntas y compartiéramos los gastos.

Ese sábado por la mañana recibí uno de los raros regalos de mi nueva realidad: algo de tiempo libre. Decidí disfrutarlo en el lago del campus principal, uno de mis lugares favoritos de la universidad. Era una plaza con una hermosa zona verde, boscosa, en el centro había un hermoso lago y cerca de él un hermoso jardín para admirar. Estaba sentada en el césped con mi mesa portátil sobre las piernas, una página en blanco era garabateada por un lápiz profesional. En mis oídos descansaban los auriculares que tocaban canciones tranquilas, mi mundo se había cerrado para todo a mi alrededor. En momentos como éste, el pasado no invadía mi mente y me atormentaba. De todo lo que había pasado en mi vida, la nostalgia que sentía de mí familia, la forma en que tuve que arreglármelas para sobrevivir sola... Nada se comparaba con el dolor que todavía siento al ver que su padre se la llevaba.

Al principio había colapsado. Había pasado un mes entero llorando y no quería salir de casa. Me negué a trabajar o hacer cualquier otra cosa. No podía pensar o querer una forma de sobrevivir. La depresión pronto se manifestó como uno de los diagnósticos. Sólo cuando recibí la carta de admisión a la universidad, una dosis de esperanza hizo que mi corazón roto volviera a latir. Había pasado noches y noches pensando en cómo volvería a tener a Camila. Pero no tenía dinero. No tenía ningún prestigio social. No tenía visado ni pasaporte. Pero con la universidad podría juntar dinero y crecer profesionalmente, al menos hasta el punto de conseguir algunos días en Londres. Era todo lo que necesitaba, era todo lo que necesitaba para seguir viviendo.

Así es como desde el primer momento en que puse un pie en este campus me dediqué de cuerpo y alma, sólo con ese objetivo en mente. Sin embargo, el tiempo pasaba y mi vigor disminuía, pero no el propósito. Me las arreglaba para mantener a Chris aunque desde lejos, juntando el dinero que tanto necesitaba y al mismo tiempo haciendo lo que más quería: la arquitectura. Los pensamientos sobre la italiana fueron disminuyendo, no convirtiéndose en un mantra en mi mente como al principio, que para mí fue una salvación o simplemente no conseguiría vivir más.

Los rasgos que estaba haciendo en el papel estaban cobrando vida. Estaba haciendo un boceto de un parque para niños. Era fácil imaginar a los niños huérfanos jugando allí, olvidándose como yo, los momentos malos de sus vidas. Pero cuando terminé el columpio una sombra cubrió mi cuerpo y el dibujo, por instinto levanté la cabeza descubriendo que un señor de edad me miraba con una enorme sonrisa. Fruncí el ceño por encontrarlo extrañamente familiar.

- ¿Puedo ayudarlo, señor? - Se lo pregunté educadamente, quitándome los auriculares y dejándolos colgados en mis hombros.

- Eres Lauren Michelle Jauregui, ¿verdad? - preguntó acercándose a mí y sin preocuparse con el traje caro que llevaba, se sentó en el suelo. - ¡Estás haciendo un hermoso dibujo! Supongo que no me recuerdas, ¿verdad?

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