19: Atada

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Cuando Persephone se levantó en la mañana, escuchó ruidos en la cocina. El aroma a café llenó sus fosas nasales y no pudo evitar una sonrisa cuando pudo ver a Derek vistiendo solo sus pantalones haciéndose el desayuno. Era una imagen que le gustaría ver a menudo porque era preciosa. Llenaba su pecho con un cálido sentimiento que, quizá, podía considerarse como algo más que gusto.

Mordiendo su labio inferior, intentando reprimir su sonrisa y fallando en el intento, Persephone se contoneó hacia la cocina, abrazando a Derek por la espalda, sus dedos situándose sobre sus abdominales. Poniéndose en puntitas, se alzó lo suficiente para depositar un beso en la mejilla cubierta por una sutil barba.

Lo vio sonreír, sus hoyuelos lo delataban.

—Estás de buen humor hoy —notó Derek, girándose un poco para poder besarla en los labios.

Persephone arrugó la nariz.

—Bueno, tuvimos un excelente sexo anoche, así que me he levantado bien —respondió, encogiendo sus hombros—. Y me he levantado con el desayuno hecho, lo cual es asombroso.

Rápidamente, agarró el emparedado que Derek se estaba haciendo y le dio un mordisco, casi gimiendo cuando su estómago recibió comida luego de tantas horas sin probar bocado alguno. En la noche solía comer algo luego de cerrar el bar, pero teniendo a Derek en el apartamento era una terrible tentación porque sus instintos carnales salían a la luz y quería estar sobre él cuando estaban a solas.

Tampoco se arrepentía. Unos orgasmos fueron suficientes para que sus músculos se relajaran y pudiera tener una noche de sueño.

—Eso era mío —se quejó Derek, rodando sus ojos, mientras la veía sentarse sobre la isla de la cocina, balanceando sus piernas de una manera juvenil y tierna.

Iban a tener serios problemas para funcionar como pareja si se comportaban como adolescentes, pero lo manejarían. De alguna manera tendrían que hacerlo. Para eso se estaban dando la oportunidad de intentar tener una extraña relación.

—Qué mal por ti, grandulón.

Derek soltó un gruñido de exasperación, aunque internamente se estuviera enamorando un poco más de ella.

—Sigo con hambre, Persephone.

Ella soltó una carcajada.

—Me llamaste por mi nombre completo, es serio ahora —se burló y le dejó la mitad del emparedado—. Compartiré contigo, ¿está bien? No seas tan gruñón y ñoño.

Él se quedó en silencio, rodando sus ojos por segunda vez, y alcanzó el emparedado para comérselo antes de que Persephone cambiara de opinión y lo dejara sin desayuno. Por su parte, ella cogió la taza de café y le dio unos cuantos sorbos, mirándolo comer callado. Parecía un niño con sus mejillas llenas y un poco de queso en la comisura de sus labios.

UNDERWORLD ♛ DEREK HALEWhere stories live. Discover now