Capítulo 1

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Ese mismo día Héctor se marchaba hacia México para comenzar a grabar su nueva telenovela.
Me daba mucha pena de que se fuera, pues aunque no quería sonar una egoísta, hubiera preferido que se quedase en España y seguir viéndonos todos los días.
Pero por otro lado, quien soy yo para detenerle, al fin de cuentas es su trabajo y al igual que yo debo  trabajar para sacar a mi familia adelante, aunque debo de reconocer que él también debe trabajar en su profesión.

Otra cosa que me trae en lucha es aceptar que me he enamorado de Héctor.
En la primera noche que pasemos  juntos, me bastó para darme cuenta de que soy adicta a esa sonrisa que me gusta, de su manera de preocuparse por mí, y esos besos que me enloquecen.
Suspiro como una boba al recordar los momentos que he pasado junto a él y lo feliz que me he sentido.

En estos momentos voy de camino hacia el aeropuerto para despedirme de él.

Faltaban apenas tres horas para que saliera el vuelo de Héctor.
Estaba montada en un taxi metiéndole prisa al taxista, aunque tuve que ser realista diciéndole a Héctor que no me escribiera, porque entiendo que él estará ocupado en su trabajo o lo que es peor, con alguna mujer, y por nada del mundo quiero sufrir. Al final, la distancia hace el olvido.
Lo que he vivido con él, se quedará tatuado en mi piel y mi mente, pero si algo tengo claro en esta vida es que no voy a pasar por lo mismo que tuvo que pasar mi madre y mi hermana.

Desde que mi padre la abandonó para irse con una mujer más joven, mi madre cayó en una depresión. Lloraba diariamente culpándose porque mi padre la había dejado.
Después, llegó el divorcio, y mi madre se derrumbó de una manera catastrófica. Solo bebía alcohol, se echó al olvido de todo, ya no era aquella madre cariñosa que siempre estaba al pendiente de sus hijas y de la casa.
Todo cambió en ella, tanto que le daba lo mismo si comíamos, nos bañabamos o íbamos al colegio.
Su cuerpo estaba allí junto a nosotras, pero sus ojos siempre estaban rojos, llenos de lágrimas y su aliento olía alcohol.
Apenas éramos unas niñas, mi hermana Raquel es algo más pequeña que yo, por lo cual, con apenas diez años, yo le tenía que lavar, peinar su cabello y limpiar la casa hasta que llegó del pueblo mi abuela y mi tía Francisca, su hermana solterona y ellas se encargaron de nosotras.

Han pasado quince años, y mi madre sigue igual o peor.
Mi hermana se fue a estudiar fuera, y yo tuve que ponerme a trabajar duro para pagarse los estudios, hasta hace seis meses que volvió a casa dándonos la noticia de que estaba embarazada.
Aquello fue una bomba, pues mi hermana tan solo tenía veintitrés años y aún no había terminado sus estudios.

Lo peor no fue recibirla en casa con esa noticia, fue tener que enterarme de la vida que llevaba y todo por culpa de su mala cabeza.
Al menos, quedarse embarazada la haría recapacitar y no seguir metiéndose rayas de coca, emborracharse para terminar en la cama con distintos hombres y poder tomar la iniciativa de salir del mundo de la prostitución. Algo que no me hacia ninguna  gracia ese comportamiento y esa vida que llevaba y todo porque se enamoró de un hombre que no supo valorarla y quererla como se merecía. Tal vez le pasó lo mismo que a mi madre.
Aún así, no es motivo para perder la cabeza y acabar destruyendo su vida de esa manera.

La alegría llegó hace dos días cuando nació mi sobrina Marina. Un bebé precioso y lo que más agradezco a Dios que naciera sana y fuerte.
Espero que ahora que tiene a su hija, Raquel cambie y se centre más en su vida sin volver a caer de nuevo en esos malos hábitos.
Aunque cuenta con mi apoyo, y los bofetones que le arreo para que recapacite, pues no debe destruirse de esa manera por alguien que no supo valorarla.
Debemos darnos nuestro lugar, podemos ceder en algunas cosas, pero con nuestras ideas claras aceptando la realidad.
Cuando algo no se puede hacer o no surge amor, menor será el dolor si aceptamos nuestro destino, antes de llorar culpándonos  todo el rato en qué estoy haciendo mal.
¿Y lo qué hemos bien, eso no cuenta?

La Obligación de Quererte Unde poveștirile trăiesc. Descoperă acum