Capítulo 10

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Cuando llegué a casa después de intentar convencer a Alba de que no se aleje de mí por ser famoso, fui directo hablar con mi abuelo.
Aunque quería decirle cuatro cosas bien dichas, sus palabras me hicieron de recapacitar.

Puedo llegar a comprender a mi abuelo,  después de haber luchado por su familia y haya terminado perdiéndolo todo, también puede que su actitud haya cambiado y por eso haya visto a Francisca como su compañera para tapar su soledad.
Me arrepiento de haberme comportado como un idiota con él.
Me disculpo con él, contándole que mañana podríamos ir todos a comer en el campo.
Mi abuelo sonríe dándome un pequeño toque en mi hombro.

— Gracias por entenderme. Y si me permites darte un consejo. No dejes escapar a Alba. Es la mujer adecuada para tí porque sabe ponerte en tú lugar. Me agrada esa muchacha y sé que serás feliz con ella.

— Eso espero abuelo. Pero por mí maldita profesión ella se siente insegura. Puedo descifrar en sus iris lo que siente por mí, y aún así sigue oponiéndose a conocerme como Héctor. En vez de como el actor.

— Habla con ella y haz lo posible por acercarte a ella mostrándole quien eres en verdad.

Afirmo con la cabeza pensando en Alba y en su hija.
Sé por algunas compañeras de trabajo, que cuando una mujer es soltera o divorciada, lo primero que buscan es que sus parejas se lleven bien con sus hijos y así la relación logre ir perfectamente.
Y justo, es lo que voy hacer, acercarme a Marina, a ese angelito y así poder convencer a Alba de que no tiene por qué preocuparse, puesto que amo a su hija como la quiero a ella, ojalá pueda ser un buen padre para Marina.

Mis planes están saliendo tal y como yo pensaba.
Quería pasar un día junto Alba y su familia, demostrándole de algún modo que ella es la mujer con la cual quiero unir mi vida.
Iré despacio, soy paciente y haré todo lo que sea posible para que me acepte haciéndole ver qué aunque yo sea un personaje famoso, también soy un hombre que está dispuesto ha luchar por lo que siempre he soñado.

Un par de horas después, yo me siento junto a Alba en una cafetería dejando a los tres ancianos que sigan con sus compras.
Sonrío feliz tan solo de presenciar como Alba ésta más relajada y lo bien que hace de madre.

— Si sigues mirándome de esa manera me vas a desgastar querido hippie.

— Ves, ¿a que te gusta mi disfraz? Quiero poder mirarte todos los días y a cada momento, te ves tan hermosa con tu hija. ¿Puedes dejarme que le dé de comer? Me gustan mucho los niños.

Alba me extiende a la pequeña, la cual se abraza a mí con un cariño que hasta a mí me sorprende el efecto de ternura que esta niña causa en mí.
Comienzo a darle de comer haciendo payasadas, todos reímos ante mis bobadas, es un momento tan especial que espero que se repita en más ocasiones.

Una vez que terminamos de hacer las compras, tanto mi abuelo como yo queremos darle una sorpresa a Francisca y su familia.
Conducimos hasta la casa de campo que tengo en las afueras de la ciudad.
Horas antes había telefoneado  Apolonia, la mujer que se encarga junto a su marido de cuidar la casa encargándole que tenga todo listo para recibir a los invitados.
Y justo como le había encargado, Apolonia había decorado la casa preparando las habitaciones de invitados.
La cara de asombro de las mujeres no tiene precio.

— Bienvenidas a mi hogar, espero que les guste la estancia y por favor, están en su casa, cualquier cosa que necesiten podéis preguntáselo a Apolonia. — Me dirigí a ellas mostrándole mi casa, deseando que se sientan cómodas.

La Obligación de Quererte Where stories live. Discover now