Capítulo 28

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Clavé mis ojos en Alba intentando convencerla de que se que quedase. Pero no lo hizo, y en parte llevaba razón. He pasado demasiado tiempo junto a Bianca siguiendo los consejos de los médicos que en ningún momento me he parado a pensar en el daño que le estaba ocasionando.
Escucho por detrás mío unos tacones retumbar en el piso, no hace falta que me volteé para saber que se trata de Bianca.

— ¿Ya se han ido? — Me pregunta agarrándome del brazo.
Al sentir sus manos en mi brazo, noté de inmediato repulsión ante su tacto.
Con disimulo puse distancia entre ella y yo.

— Sí, acaban de marcharse ahora mismo. — En apariencia me muestro fuerte como un roble, por dentro escucho como mi conciencia me grita que me estoy equivocando.
Mis latidos son más frágiles y mi cabeza no deja de pensar en Alba.

Al día siguiente, me levanté temprano para ir a los estudios, no era porque quería llegar el primero. Más bien, porque necesito hablar con Alba e intentar explicarle lo sucedido.
Esperé durante un buen rato repasando el guión, cuando por fin veo aparecer a Alba con Rubén. Lo
que me faltaba, verla con otro tío.
Hice como que no me importa verla muy sonriente con Rubén disimulando que leía el guión del cual no pasaba de la primera línea.
Eran tantos los celos que sentía que perdí hasta la concentración.
Tal fue el odio que aún fluía por mis venas, sin pensarlo comencé a pegar a Rubén con todas mis fuerzas.
Supuestamente en el guión nos estamos debatiendo en duelo para ver quién se queda con María Rosa (Alba).
Tal vez no debería alterarme tanto, qué le voy hacer, el saber que otro tío está cerca de ella me vuelve loco.

— ¡Corten! — Gritó el director.
Ni con la orden del director de parar sirvió para que me detuviese.
Al final, tuvieron que venir varias personas para separarnos.

Aunque me sujeten para no seguir golpeando a Rubén, la furia está demasiado adentro en mi piel que casi es imposible calmarme.

— ¿Se puede saber qué diablos te pasa Héctor para que golpees de esa manera a Rubén? ¿Acaso te se ha ido el juicio?
— Alba se ve alterada y entiendo que me grite dándome pequeños empujones.

— La culpa es tuya. — Me defiendo intentando quitarme de encima Alba.

— ¿Encima, no? De verdad no entiendo porqué narices te ha dado por pegar a Rubén cuando él no te ha echo nada pedazo de bruto.

Bruto. Claro que me sentía como un caníbal en mitad de la jungla buscando mi presa.
Estaba celoso. Por ello del mismo arrebato agarré a Alba por su nuca besándola con desesperación.
La respuesta de ella fue darme un bofetón mirándome con odio.
No iba a darme por vencido, la quería y necesitaba con urgencia hacerle entender que la amo.
Al intentar darme otra cachetada la agarré por su muñeca empujándola hacia la pared, observé sus turquesas ojos como me desafían, lo que no sabía ella, era que me atraía más.
Por ello apoyé su mano en la pared manteniéndola acorralada entre mi cuerpo ya excitado y la pared. Volví de nuevo a besarla disfrutando del agradable sabor de sus labios y del bocado que me dió.

— ¡Auu! Me has mordido vampira.

— ¿Y qué esperas que me hace la falda y no lo montemos aquí?

— No sería mala idea.

— Escúchame con atención Héctor. Yo no soy tú juguete del cual me coges cuando quieras y me dejas cuando te da la gana.

— Eso no es cierto Alba, sabes cuáles son mis sentimientos hacia tí.

— Por eso has permitido que me vaya del lado de mi hija. Ah, perdón. De mi sobrina. Porque tú amor es transparente, tanto que ni lo veo. Sólo te has volcado con Bianca la cual te manipula como quiere. Pero vamos, que lo que tú hagas ese el tú problema, a mí lo que en verdad me duele es haber dejado a Marina con esa "señora".

La Obligación de Quererte Donde viven las historias. Descúbrelo ahora