Capítulo 16

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Notaba como mis rodillas temblaban, la única imagen que podía ver es el dibujo de la alfombra, sentía una gran decepción en mi pecho incluso me daba ganas de llorar.
Cómo podía tener tan mala suerte, el primer día en mi trabajo y voy la fastidio.
Un fuerte olor a perfume masculino me avisa que el señor Gurkel está detrás mío.
Yo ni me atrevo a mirarlo, hasta que veo sus costosos zapatos, sin quedarme de otra alzo mis ojos para encontrarme con los suyos.

— Alba, cuéntame qué ha sucedido para que te alteres de esa manera con un superior.

— Es que... Anabel se la ha pasado todo tiempo dándome órdenes innecesarias a la vez que se metía conmigo lanzando indirectas como que he sido contratada por favoritismo. Y eso duele.

— Pues no debería dolerte porque es verdad. Si te contraté fue por petición explícita de Héctor.

— Vaya, ya me lo suponía. Pero en fin, usted sabrá qué debe hacer.

— ¿Quieres continuar trabajando?

— Por supuesto que sí.

—  Muy bien.
Continuarás trabajando, eso sí, lo que hoy ha sucedido espero que no se repita.

— No se volverá a repetir. — Feliz, sonrío aliviada de poder conservar mi empleo.

Más contenta que unas castañuelas vuelvo hacia la cocina. Nada más entrar se hace un silencio glaciar y todos los allí presentes me observan como si fuera un bicho raro. Busco a Úrsula, la cual estaba cambiándose.

— Úrsula ¿Porqué todo el mundo me mira como si fuera un marciano?

— Es normal. Llegas la última y te pones la primera. Han despedido Anabel y tú serás quien ocupe su puesto. Al final Anabel va llevar razón, existe la injusticia.

— Úrsula, te prometo que yo no tenía ni idea de todo esto. Había incluso pensado que me despedirían a mí. ¿Dónde está Anabel?

— Despidiéndose de los compañeros. ¿Acaso vas a solucionar el percance? ¿No crees que es demasiado tarde?

— Nunca es tarde si la dicha es buena.— Hablo apresurada a la vez que salgo corriendo en busca de Anabel.
La busco durante un rato hasta que  por fin doy con ella.
Al verla empiezo disculpándome.

— Ya da igual Alba.

— No da igual, no. Ahora mismo vamos hasta la oficina del señor Gurkel y solucionamos este embrollo.

A pesar de la negatividad de Anabel por acompañarme, tiré de ella hasta que llegar a la oficina del señor Gurkel.
Él nos recibió con un gesto de desagrado, incluso podría decir que hasta molesto y enfadado.
Hablé la primera haciéndole entender al morenazo repeinado, que Anabel no podía dejar su puesto de trabajo. Le expliqué el error del cual estaba cometiendo al despedirla.
Anabel, de vez en cuando me daba algún codazo, de manera que no me alterarse por defenderla.
Ya todo me daba igual.
Si algo tenía claro era que no me iba a quedar en un puesto que no me corresponde.

El morenazo, se levantó abrochándose dos botones de su chaqueta, colocándose cuidadosamente los puños de su camisa caminó hacia nosotras parándose a una distancia prudencial.

— Si es esto lo que quieres, ella volverá a su trabajo.
Ahora, Anabel, debes de estar agradecida con Alba por haber recuperado tú empleo.

— Gracias señor. Y gracias Alba, estoy en deuda contigo, siento lo ocurrido antes. Discúlpame.

— Me alegro que todo se haya aclarado y tú vuelvas a tu sitio. — Anabel me abrazó amable deseándome suerte antes de desaparecer por la puerta dejándome sola con el morenazo.

La Obligación de Quererte Where stories live. Discover now