Capítulo 30

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Al ver como se iba Alba nerviosa y abatida por la reacción de Marina, no dudo en sentarme junto a mí hija y después de verla más tranquila, empiezo hablar con ella tratando de convencerla para que trate de volver a ver Alba como su madre.
Marina, a través de su inocencia escucha una a una mis palabras.

— Escúchame mi pequeña. Tú mamá está en el cielo, y sabes que todo niño debe tener una mamá y un papá. Marina cariño, Alba es tú tía, pero ella es tú mamá la cual te quiere y adora como su hija. Desde pequeña Alba cuidó de tí y eso solo lo hace una mamá que te protege y quiere.
Prométeme que ya no le dirás Alba que no la quieres. Eso no está bien mi amor, Alba es tú mamá y la que quiere papá y prometo algún día poder vivir los tres juntos.

Marina me sonríe dulcemente, sus ojitos se van cerrando hasta quedarse dormida.
En ese momento se abre la puerta. Al ver a Alba tan alterada me fui hasta ella parándome a una distancia prudencial, preocupado le pregunto que le ocurre.
Con lo que me encuentro es con una mujer muy distinta a la que estoy acostumbrado a ver.
Nunca había visto a Alba llorar suplicándome que le devuelva a su hija.
Cierro mis ojos intentando entender la situación de Alba.

— Héctor, quédate con la víbora de Bianca, haz lo quieras pero no permitas que me separe de Marina. Ella es todo para mí. No te puedes ni hacer una idea de cómo me he sentido cuando me ha dicho que no me quiere.
Marina es mi...— Le pongo el dedo índice en sus labios de manera que guarde silencio.

— Marina es tú hija. Y no hay nada más de que hablar. Recién acabo de hablar con ella, estoy seguro que Marina te ama y se irá contigo a España.

— ¿Dejarías que me lleve a Marina a España?

— Por supuesto que sí. Nadie mejor que tú comprende a Marina y la ama. Mientras yo debo quedarme con Bianca.

— Gracias Héctor nunca olvidaré esto.— Nos quedamos un rato mirándonos, sus gotas que aún resbalan por su carita se las limpio con mucho cuidado percibiendo nuevamente el calor de sus mejillas.

Pasado un rato, Alba se marchó para cambiarse de ropa. Mientras tanto, yo estaba haciendo una llamada para comunicarme con la familia de Bianca.
Todo esto se tendrá que acabar, yo no soy su enfermero y por lo cual que sea su familia quienes tomen las decisiones correctas.

Al despertarse Marina le agarré de su mano tocándole la frente. La temperatura le había bajado y ya no mostraba dolor de oído.
La pediatra habló conmigo y con Alba diciéndonos que la niña estaba bien y le darían el alta.
Nada más salir del hospital, fuimos los tres a comer una hamburguesa.
Durante la comida Alba y Marina volvieron a ser madre e hija.
De nuevo Marina volvía a llamar a Alba «mamá» y en su rostro no podía disimular la alegría de poder abrazar a nuestra hija.
Mientras comíamos Marina y Alba no dejaban de gastarme bromas. Hacía mucho tiempo que no compartía estos momentos.
De pronto la cabeza me empezó a doler. Era un dolor fuerte y al mismo tiempo veía imágenes.

— Héctor, ¿te encuentras bien?

— Sí, no es nada. Es que me duele un poco la cabeza. Será por el cansancio no te preocupes. Ahora vayamos a jugar con Marina. — No quería decir nada sobre mis recuerdos, prefiero estar seguro que al fin empiezo a recordar.

Mientras que Marina jugaba con otros niños en una piscina de bolas tirándose por un tobogán  Alba y yo hablamos sobre nosotros.
Aunque trataba de convencerla sobre mis sentimientos, veía que Alba no se quedaba muy convencida. Siempre me daba alguna negativa, y yo volvía a insistir sobre poder tener un futuro juntos.

La Obligación de Quererte Where stories live. Discover now