Capítulo 1: El final de la guerra

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Ese sería el día en que todo terminase. Los Uchiha y los Senju llevaban en guerra más de cien años, pero ese día pondrían fin a un siglo entero de sangre y muerte.

Ambos bandos eran conscientes de que el resultado de esa batalla decidiría el ganador y por ello, ninguno se permitía rendirse. Por todos los que murieron antes de ellos, por todos los que acababan de morir ante sus ojos.

Izuna empujó con fuerza a su oponente haciéndole retroceder unos pasos y usó esos preciados segundos para recorrer con su vista el campo de batalla. Estaban perdiendo. Los malditos Senju les iban a exterminar. Cadáveres con el logo de los Uchiha en sus ropas se esparcían por doquier. Ella tenía que hacer algo y tenía que hacerlo ya.

Los dos clanes estaban terriblemente debilitados cuando su hermano Madara y Hashirama Senju tomaron el mando. Habían seguido peleando sin descanso, igual que lo hicieron sus padres, y sus abuelos antes que ellos, pero tantos años de lucha encarnizada había mermado ambos clanes casi hasta la extinción. En esos momentos, no eran más de veinte, entre Uchihas y Senjus los que seguían en pie, peleando junto al acantilado.

Si tan sólo consiguiese eliminar a los Senju que quedaban ellos podían vivir en paz, pero no podría conseguir eso a menos que él muriese. Hashirama Senju, el líder enemigo era alguien temible y ella lo sabía mejor que nadie. Su destreza en combate estaba tan igualada a la de su hermano Madara que por más que se enfrentasen todas las batallas terminaban en empate. A su hermano le faltaba sólo un poco más para poder superarlo, un poco más de poder y podrían matarlo. Ella podía marcar esa pequeña diferencia que resultaría por fin en desempate. Podría hacerlo, si consiguiese acercarse, pero en todas las batallas que había tenido con los senju no había podido acercarse a su líder ni una sola vez. Había alguien a quien odiaba aún más que a Hashirama Senju. Alguien que sólo con escuchar su nombre la hacía temblar de pura rabia. Su hermano pequeño, Tobirama. Ese maldito albino era el ser que más le gustaría matar del universo. En cada enfrentamiento, él sólo la atacaba a ella, daba igual que técnicas usase o cómo intentase distraerlo, no podía quitárselo de encima ni medio segundo. Si tan sólo pudiese matar a Tobirama, no habría nadie que se interpusiese. Podría ayudar a su hermano contra el líder Senju y, si los dos hermanos Uchiha peleaban juntos, él estaría muerto. Tobirama lo sabía y por eso no se separaba de ella. Cada vez que entraban en batalla con los Senju, sentía esos ojos rojizos buscándola sin descanso. Izuna había peleado con Tobirama decenas de veces pero, al igual que pasaba con sus hermanos mayores, su poder era similar. Siempre conseguía hacerle algunas heridas -y él a ella- pero ese maldito no se moría.

Esta vez sin embargo, era diferente de las demás. Por el rabillo del ojo, vio caer muerto a otro de los suyos y se mordió el labio con furia hasta hacerlo sangrar. Esta vez iban a perder. Ya no le importaba ayudar a su hermano, sólo tenía que matar a Tobirama, le daba igual lo que ocurriese con ella. Aun que ella acabase medio muerta y no pudiese echarle una mano a Madara para acabar con el líder Senju, confiaba que al menos ver a su hermano muerto le hiciese perder la concentración y le diese una abertura al Uchiha.

Izuna sonrió, ese plan funcionaría. Ella sabía bastante de la personalidad del mayor de los Senju. Recordó molesta ese breve periodo de tiempo en el que su propio hermano y Hashirama habían sido algo así como amigos. No sabía qué demonios había pasado por la mente de su hermano para relacionarse con un Senju. Afortunadamente su padre los había descubierto y había cortado esa "amistad" por lo sano. Como resultado, ella sabía que el líder Senju era inquieto y apasionado y que se deprimía fácilmente. Si bien se mostraba sereno y concentrado en combate, sus sentimientos se desbordaría cuando viese morir a Tobirama. Así Madara podría poner fin a esa guerra centenaria.

Se enfocó en esos pensamientos y atacó a su oponente con toda la fuerza que le quedaba. Tobirama ni si quiera cambió su expresión, sólo se adecuó a su ritmo como siempre hacía. Lo que más odiaba del pequeño de los Senju era su forma de ser. Por su puesto, ella no era tan estúpida como su hermano y nunca había cruzado más de dos palabras con Tobirama, pero llevaba años peleando con él y aun que pudiese parecer extraño, a través de sus puños, ellos se conocían bastante bien. Ella era una persona extrovertida y alegre, aunque sacase su lado más cruel en la batalla. Pero algo se rompía en su alma al ver morir a sus compañeros y él lo sabía. Aprovechaba esas pequeñas distracciones cuando veía a un amigo herido para atacarla con el doble de fuerza intentando pillarla desprevenida. Él había aprendido mucho sobre ella mientras peleaban y ella sobre él. La Uchiha sabía que el Senju no tenía corazón. No es que fuese especialmente cruel o despiadado. Es que ese hombre parecía no sentir. No cambiaba un ápice su expresión al ver caer a sus amigos, no mostraba signos de dolor cuando ella le hería, ni si quiera desviaba ligeramente la mirada hacia su hermano, cuando su batalla con Madara se hacía especialmente intensa. A ese hombre no le importaba nada ni nadie y eso era lo que Izuna más odiaba. Ella peleaba para proteger a su clan, para traer la paz. ¿Para qué demonios peleaba él?

Superando el odio [Tobirama]Where stories live. Discover now