Capítulo 12: El señor feudal

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La jornada transcurrió sin novedad. Igual que el día anterior, al caer la noche acamparon, comieron lo que pudieron atrapar por la zona y se retiraron a descansar. Tobirama hizo la guardia esa noche, al ritmo que llevaban, mañana antes del anochecer llegarían al palacio del señor feudal. Él estaba tenso ya que no sabían lo que podían encontrarse cuando llegasen. Les habían invitado en señal de paz, el señor feudal quería saber sobre la villa que estaban montando y quería saber sobre su hermano, pero tampoco sería raro que intentasen atacarlos si no se mostraba conforme con las explicaciones. 

Había escuchado que el palacio estaba protegido por el clan Hyuga y por un grupo de samuráis. La mayoría de los Hyuga ya estaban en Konoha pero con los samuráis no había peleado nunca. No sabía si eran poderosos ni qué técnicas emplearían. Tampoco conocían el palacio ni los alrededores. Era una clara desventaja en todos los sentidos, si bien estaba seguro de que por muy fuertes que fuesen con él, su hermano y la Uchiha se lo pensarían dos veces antes de atacarles, una vez que llegasen allí había muchas formas de ponerles en apuros. Podrían por ejemplo envenenar su comida o quizás los samuráis tuviesen alguna técnica desconocida. Lo único que sabía con certeza era que tenía que estar centrado.

Cuando terminó su guardia y volvió a la tienda encontró a Izuna durmiendo hecha un ovillo entre los otros dos Uchiha que los acompañaban. Ella abrió los ojos al sentir movimiento y sus miradas se cruzaron unos segundos. A él le hubiese gustado tumbarse a su lado, como la otra noche, pero no había sitio. Terminó por acomodarse de nuevo al lado de su hermano al que podría empujar sin problemas si necesitaba más espacio. 

A la mañana siguiente todos estaban tensos imaginando todas las posibles situaciones que podrían darse cuando llegasen al castillo. Él único que seguía actuando con jovialidad era el despreocupado de Hashirama. Durante el camino, Izuna cambió lugares con los dos Uchiha que los acompañaban dejándoles la retaguardia y se posicionó junto al líder de la hoja con gesto serio. Ella también estaba nerviosa. No habían tenido ningún percance a lo largo del camino y eso era lo que le resultaba más extraño. Conforme se acercasen al palacio tendría que poner el doble de atención y, sobre todo, no perder de vista al líder Senju en ningún momento. Si había un ataque su objetivo sería él. El moreno notó su inquietud y le sonrió.

-No te preocupes Izuna, tengo un buen presentimiento de todo esto.

-Debes de ser el único-murmuró ella.

El Senju se rió a pleno pulmón.

-Los jóvenes de ahora os ponéis nerviosos por cualquier cosa. Yo estoy muy tranquilo con todos vosotros a mi lado.

Izuna sonrió y trató de relajarse. Era cierto lo que decía su hermano, Hashirama podía parecer un idiota despreocupado pero sabía llevarse bien con todo el mundo. Con sólo esas palabras la moral del equipo había cambiado. Él demostraba confianza en ellos y en sus habilidades y eso les unía y les hacía fuertes. Esa vez ni si quiera pararon a comer o descansar, querían llegar antes de que anocheciese, sólo por si acaso. Todos estaban agotados pero no se escuchaba ninguna queja. Ella dirigía la vista al frente, a la espalda de Tobirama que abría la comitiva y avanzaba saltando entre los árboles a varios metros de los demás, sin un sólo signo de agotamiento. Manteniendo el ritmo y vigilando el camino sin descanso. Ya comenzaba a caer la tarde cuando divisaron el palacio, hicieron un último esfuerzo para acelerar el paso y cubrieron los metros que los separaban hasta la gran entrada amurallada. Visto de cerca, era una construcción gigantesca. Una gruesa muralla protegía los edificios, tan alta que tras ella sólo se adivinaban los tejados. Protegiendo la muralla estaban los samuráis, había decenas de ellos, todos con armadura y gesto amenazante. Izuna notó enseguida que eran poderosos, no más que ella por su puesto pero si había problemas, los números estarían en su contra. Sólo en aquella parte de la muralla pudo contar unos treinta, supuso que habría más cuidando las otras entradas y seguramente también en el interior del castillo. Rezó por que Hashirama no se equivocase y todo saliese bien. 

Se presentaron a los guardias de la puerta y ellos les guiaron hacia el interior. Había un jardín enorme tras la muralla y se podían ver al fondo varias edificaciones, la más impresionante de ellas, que Izuna supuso que sería la residencia del señor feudal, estaba rodeada por miembros del clan Hyuga. Su presencia allí parecía atraer la curiosidad de todo el mundo. Tanto los samuráis como los sirvientes que paseaban por el jardín se paraban a mirarles con el interés brillando en sus ojos. Finalmente les llevaron dentro del palacio y tras seguir a los samuráis que les guiaban por interminables pasillos y habitaciones llegaron a una estancia amplia donde les indicaron que se encontraba el señor feudal. Uno de los samuráis entró primero para anunciarles y después les indicó que pasaran. La sala estaba llena de decoraciones bañadas en plata y oro y cada mueble y objeto parecía costoso. Había una gran chimenea para calentar la estancia y en una esquina una mesa baja rodeada de cojines con tapizados de terciopelo. Allí estaba sentado el señor feudal, a su derecha un hombre de ojos perla con un gran parecido físico con el líder Hyuga y a sus espaldas cinco samuráis corpulentos. 

El señor feudal era un hombre de mediana edad con el pelo canoso. Estaba pasado de peso y vestía ropas caras e impolutas. Les indicó con una sonrisa que se acercaran y ellos obedecieron. Los ninjas que les acompañaban se quedaron de pie detrás y Hashirama se sentó frente al hombre, entre Izuna y Tobirama que se apresuraron a ponerse a su lado.

-Tu debes de ser Hashirama Senju- comentó mirando al moreno- Conocí a tu padre. Un gran hombre.

Él asintió con una sonrisa.

-Le agradezco mucho que nos haya invitado, él es mi hermano Tobirama- dijo girándose hacia el albino que se sentaba a su derecha- Y ella Izuna Uchiha.

Una chispa de entendimiento brilló en los ojos del señor feudal al escuchar el nombre de ella.

-Se sobre la Uchiha- dijo con una sonrisa- Ya me han informado de que contraerá nupcias con Hashi.

Ella le miró sorprendida causando una pequeña risa en el hombre mayor.

-Como puedes ver los Hyuga han protegido el castillo desde hace muchos años. Me sorprendió que estuviesen dispuestos a unirse a vuestra pequeña aldea, pero confío en el buen juicio de tu prometido- le dijo a la joven Uchiha.

Izuna asintió sin saber qué decir.

-Antes de que traigan la cena- continuó después- Me gustaría que me contaseis vuestra historia. Como comprenderéis, aun que confíe en los Hyuga aún no se nada de vosotros.

Hashirama pasó a contarle su historia. Cómo había peleado en una guerra sin sentido desde que nació. Cómo su padre le puso una armadura y le mandó a enfrentar a los Uchiha siendo solo un niño. Cómo había visto morir a sus hermanos, cómo había conocido a Madara. Le habló sobre sus sueños de niños y le habló de los años que pasaron en guerra después de que los adultos les obligasen a separarse. Le habló del dolor que sentía al tener que enfrentar a su único amigo y cómo, al final, había conseguido convencerlo para dejar atrás el odio y firmar por fin esa alianza que soñaron de pequeños. Izuna le escuchaba asombrada. Sabía que él líder Senju era el ninja más fuerte que conocía, aunque no quisiese admitirlo. Había descubierto desde que firmaron la alianza que también era una persona despreocupada y divertida, pero no sabía que fuese alguien tan leal ni que sus sentimientos fuesen tan profundos.

Por su puesto, para los Senju había sido lo mismo que para ellos. Nacer en guerra, morir en guerra. Niños con armaduras muertos de miedo que no sabían lo que estaba pasando. Perder constantemente a todos los que querías. Los Senju habían matado a decenas de Uchiha y los Uchiha a decenas de Senju. Por una vez sintió de verdad que el odio que se profesaban ambos clanes era algo irracional. Ellos habían hecho de su vida un infierno pero su clan había hecho lo mismo. Recordó entonces la primera vez que enfrentó a Tobirama en el río, cuando su padre había descubierto la amistada de Madara con el próximo líder Senju. Tenía seis años y tanto miedo que le costaba moverse. Su padre le gritaba que matase al chico frente a ella, de fondo, podía escuchar a Botsuma Senju gritarle lo mismo a su hijo pequeño. Los dos se miraban aterrados, sin saber qué hacer. Dos niños en una guerra, siguiendo las órdenes estúpidas de adultos sin corazón.

 Hasirama terminó de contarle su historia al señor feudal y comenzó a hablar de todo lo que querían hacer con la villa. El hombre había escuchado sus palabras con atención y un atisbo de sonrisa en sus labios. Cuando el Senju terminó le miró con aprobación y asintió con la cabeza.

-Te daré mi confianza para que lleves a cabo ese sueño del que hablas, Hashirama Senju, protege la aldea y protege a tu país. A partir de ahora todo el mundo te conocerá como el primer Hokage de Konoha. Serás la sombra que protege el País del Fuego.

Superando el odio [Tobirama]Where stories live. Discover now