Capítulo 7: Abrazo

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Hashirama no sabía que hacer. No quería que Madara se saliese de control y el tratado se fuese al garete, pero comprendía perfectamente que él no quisiese casar a Izuna con un desconocido. Además ella era demasiado joven, sólo tenía diecisiete, un años menos que Tobirama. Aquello era una locura.
-Comprenderá que esto nos ha pillado de improvisto- le dijo al Hyuga tratando de calmar los ánimos- En ningún momento se nos informó de eso.
-Mi hermana no va a casarse- soltó Madara molesto, tratando de zafarse del jutsu de Hashirama.
-En tal caso no habrá acuerdo por nuestra parte- finalizó el Huyga- Los Senju y los Uzumaki van a unirse, nosotros también necesitamos un seguro.
Izuna lo había visto todo sin poder reaccionar. Ella nunca había pensado en ser una mujer casada, también era cierto que mientras estaban en guerra no tenía tiempo de pensar en nada más pero aún así era muy repentino. Notó la frustración en rostro de Hashirama y la rabia en el de su hermano. Este era el sueño de los dos y después de ver a los niños de ambos clanes jugando juntos había comenzado a ser su sueño también. Un lugar donde los pequeños pudiesen crecer y jugar sin preocuparse por nada. Sin tener que ver sangre y muerte a diario. Sin tener una infancia tan horrible como la que tuvo ella. En ese momento Izuna tomó una decisión.
-Hashi- sama- dijo haciendo una pequeña reverencia hacia el líder Hyuga- ¿Podría hablar un momento a solas mi hermano? Le ruego que disculpe su comportamiento, es sólo que no nos lo esperábamos.
Todas las miradas se centraron en ella entonces. Madara furioso, Hashirama extrañado, e incluso Tobirama le dedicó una mirada de "¿Qué coño estás haciendo?" mientras salía de la tienda seguida de su hermano.
-No vas a casarte- dijo el Uchiha en tono autoritario en cuanto se encontraron lejos de escuchas indiscretas.
Ella suspiró.
-No va a haber tratado con los Hyuga si no lo hago.
-Pues no lo habrá entonces. Con nosotros, los Senju y los Uzumaki es suficiente.
-Hermano...
-¡He dicho que no!
-Sabes que siempre me he sentido honrada de luchar a tu lado- dijo ella después de meditar durante unos segundos. Sabía cuál era la única forma de convencer a Madara, él siempre se había sentido culpable por llevar a su hermana a la guerra. Por muy fuerte que fuese, pensaba que ella hubiese sido más feliz haciendo pasteles y llevando bonitos vestidos como hacían las demás chicas. Por su puesto, Izuna nunca había querido eso, pero explotar ese recurso era lo único que haría a su hermano cambiar de opinión.
-Pero la guerra ya ha terminado- continuó ella- Nunca me entrenaron para ser una buena esposa, sólo para matar, no se si voy a tener otra oportunidad como esta hermano.
-No digas tonterías- contestó molesto- Eres preciosa y eres muy joven todavía. Podrás tener el marido que quieras... dentro de unos años.
Ella suspiró de nuevo. Tendría que sacar la artillería pesada.
-Hermano yo quiero casarme. Quiero llevar una vida tranquila, tener hijos y esas cosas. Ya estoy cansada de pelear.
Madara miró a su hermana preocupado. Siempre había esperado el día en el que ella no quisiese seguir. Izuna había sido su salvación. Esa pequeña y alegre personita que le recibía con los brazos abiertos cuando volvía a casa. Sabía que era su admiración por él lo que había hecho que su adorable hermana menor aprendiese a pelear. Aunque quisiese estrecharla entre sus brazos y jugar con ella él sólo sabía dar puñetazos y había terminado relacionándose con Izuna de esa forma. En lugar de leerle cuentos salía con ella al jardín y le enseñaba a taijutsu. Nunca esperó que ella aprendiese tan rápido. Al punto de ponerle contra las cuerdas varias veces. Su padre los había visto entrenar, había visto la fuerza de Izuna y, dado que no andaban muy holgados de soldados, le había puesto una armadura y la había mandado a la guerra y eso él no podría perdonárselo nunca. Por eso siempre había estado esperando que ella le dijese un día que no podía más, que no quería ver más sangre. Ese día no había llegado nunca mientras libraban su interminable guerra con los Senju, pero ahora que todo había acabado parecía que su pequeña hermana quería ser una chica normal y él no podía negárselo. Suspiró y asintió apesadumbrado.
Volvieron juntos a la tienda donde esperaban los demás y tomaron sus antiguos lugares.
-Lamento mi reacción- dijo Madara con cara de no lamentarlo en absoluto- Mi hermana está de acuerdo con el compromiso, así que no puedo negarme. No obstante, Izuna tiene sólo diecisiete, le pido que espere al menos un año más para que se realice el enlace.
El hyuga estuvo de acuerdo y el ambiente pareció relajarse un poco mientras Ashina y Hashi firmaban el acuerdo de paz con Konoha. Después se dirigieron hacia las mesas que ocupaban todo el centro del campamento y Hashirama anunció que el acuerdo estaba hecho. Todos estallaron en vítores, emocionados por que la villa comenzase a tomar forma.
La cena empezó entre gritos y risas de los asistentes. El ambiente no tenía nada que ver con el que Izuna había visto al salir de su tienda por primera vez. Ya no había ni rastro de desconfianza entre los Uchiha y los Senju, esa noche, todos estaban unidos, entablando animadas conversaciones con los miembros de los nuevos clanes. Aunque todo el mundo parecía contento, Izuna no lo estaba. Miraba de reojo a aquel hombre serio que se convertiría en su esposo y el nudo de su garganta se hacía más pesado. Finalmente se excusó diciendo que estaba cansada y se retiró cuando la cena estaba terminando y el alcohol comenzaba a correr por las mesas. No quería que su hermano viese la duda en su rostro o cancelaría la ceremonia y todo se iría al traste. Tenía que lidiar con esos pensamientos ella sola.
Caminó hasta un pequeño claro en el bosque y se sentó abrazando sus rodillas. Dos lágrimas gruesas salieron presurosas de sus ojos oscuros. Tenía que hacer esto por la aldea. Lo haría, sin dudarlo. Pero al menos hoy, se permitiría compadecerse un poco en la soledad de la noche. Ella nunca había soñado con el amor, ni si quiera se había sentido atraída por algún chico. Ella sólo peleaba. Aún así no imaginaba que terminaría siendo la esposa de un desconocido. Podía imaginarse muriendo en batalla, cuidando de su clan y de su hermano hasta la vejez pero esto ni se le había pasado por la cabeza.
Era cierto que el Hyuga le parecía atractivo, pero también parecía serio y aburrido, todo lo contrario a lo que ella podía desear de un hombre al que se suponía que debía acompañar de por vida. Esa noche se permitiría llorar por su futuro incierto, pero mañana volvería a encararlos a todos con una sonrisa. Esa era su decisión y jamás se echaría atrás.
-Así que ahora quieres ser esposa...- dijo una voz conocida a escasos centímetros de ella.
Izuna se limpió las lágrimas con furia y levantó la cabeza para mirar a Tobirama que se había agachado frente a ella y ahora la fulminaba con una mirada llena de odio.
-¿A ti que coño te importa? - espetó molesta- ¡Si no te largas ahora mismo voy a darte una paliza, estúpido Senju! ¡Ya está bien de jugar al acosador!
-Tu no puedes vencerme- dijo él volviendo a poner una expresión neutra.
La furia de Izuna se mezcló con su pena y se descontroló. Se abalanzó contra Tobirama atacándole con todo lo que podía. Estaba frustrada, dolida y molesta. No hizo caso a las pequeñas punzadas de dolor que aún sentía en su pecho ni se preocupó por que alguien apareciese a ver que ocurría cuando derribó un árbol con una patada que quería estrellar en la cara del albino. Él sólo usaba ese maldito jutsu que le hacía ser tan rápido como un rayo para esquivar sus ataques pero no devolvía ninguno. Las lágrimas dificultaban su visión pero ella seguía tratando de golpearle. Al final, soltando un grito de rabia y frustración, se dejó caer de rodillas en el suelo. Ni si quiera le dejaba regodearse un poco en su miseria. Ese maldito albino sin corazón. Apretó los puños con fuerza arrancando briznas de hierba del suelo. Entonces sintió sus brazos rodeándola y antes de que pudiese reaccionar por la sorpresa él la pegó a su cuerpo. Su respiración se agitó y su corazón latía tan desbocado que estaba segura de que él podía escucharlo. ¿Qué se suponía que estaba haciendo? Trató de levantar la cabeza para mirarlo pero él la tenía sujeta de tal forma que no se podía mover.
-No tienes que casarte si no quieres- dijo unos segundos después- Apuesto a que nada hará más feliz a tu hermano que mandar a la mierda al Hyuga.
-No digas tonterías- contestó ella resignada. Había tratado de apartarlo de todas las formas posibles pero él no se movía. ¿En qué momento Tobirama se había vuelto tan fuerte? - Si no me caso no habrá acuerdo con ellos. ¿Acaso no sabes lo fuertes que son los Hyuga?
Él aflojó un poco su agarre permitiéndole mirarle por fin. Su expresión era extraña. Sus ojos se encontraron y desvió la vista nerviosa.
-Yo soy mas fuerte.
-Pues bien por ti, Tobirama- dijo ella suspirando contra su pecho. No tenía ni idea de qué estaba pasando por la cabeza del Senju.
-Hablo en serio- continuó él- Si se molestan por que no quieras casarte puedo hacerme cargo.
Ella vio el brillo peligroso en sus ojos rojizos y supo que se refería a matarlos. No conseguía comprender qué hacía Tobirama allí. Por qué la estaba abrazando. Por qué le decía todo eso. Las lágrimas volvieron a salir y de pronto se olvidó de quien era él y de quien era ella. Se olvidó de que habían pasado la vida tratando de matarse el uno al otro. Se olvidó de que él estuvo a punto de conseguirlo. Sólo pasó sus brazos por el cuello del Senju correspondiendo a su abrazo, enterró la cabeza en su hombro y lloró durante horas.

Superando el odio [Tobirama]Место, где живут истории. Откройте их для себя