Capítulo 11: Una noche extraña

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Nunca había sentido tantas ganas de golpear a su hermano. Hashirama siempre hacía el idiota y decía cosas fuera de contexto pero esa noche se había superado. Tobirama se había arrepentido en seguida de sentarse con su hermano e Izuna en cuanto él mencionó su compromiso. Ese tema le molestaba. No podía olvidar las lágrimas de la Uchiha recorriendo su rostro, en ese abrazo clandestino en el que había había llorado hasta quedar exhausta. No es que no comprendiese lo que quería hacer, estaba seguro de que si fuese al revés, él también hubiese aceptado cualquier matrimonio por el bien de la aldea, pero por mucho que respetase la lealtad de Izuna con la villa que estaban creando, simplemente no podía apartar esa rabia repentina que le invadía cuando alguien sacaba el tema. 

Había escuchado de Kagami, el Uchiha que trabajaba con él en la construcción del pueblo, que ella y el Hyuga ya quedaban a solas. También había visto a las chicas del pueblo volverse a mirarle emocionadas. Él no entendía que tenía de bueno un tipo que se limitaba a vestirse bien y peinarse de forma impecable, si pelease con él, estaba seguro de poder matarle en un segundo. Había sentido el doble de rabia cuando ella había dicho que el Hyuga era guapo, pero la broma de su hermano lo había dejado de piedra. Por unos segundos se había permitido fantasear sobre eso. Él e Izuna. Juntos. Después se había obligado a borrarlo de su cabeza. Lo que la Uchiha había sido, era y sería siempre era su enemiga. Ya se había admitido a sí mismo que la consideraba atractiva y por su puesto que era diferente a las demás chicas. Era la única mujer que podía hacerle frente en un combate. Pero no habría nada más. Nunca. El silencio se hizo pesado entre los dos. Se cansó de remover los leños de la fogata y se levantó para ayudar a los Uzumaki a terminar de poner las tiendas. De pronto, se le hacía insoportable estar tan cerca de ella. 

Pocos minutos después volvieron los demás con varios peces, algunas bayas y varios recipientes con agua. Se sentaron todos juntos a cenar y tras la cena comenzaron a retirarse para descansar. Izuna hizo la primera guardia con uno de los suyos mientras los demás comenzaban a dormirse. Ella estaba tensa, si les atacaban sería en ese momento, durante la noche, tratando de pillarles desprevenidos. No tenía miedo de un ataque de otro clan, pero habían llegado rumores a la hoja de que los otros países se sentían amenazados con la formación de la villa. Ella sabía que la situación en los países vecinos era similar, varios clanes enfrentados entre ellos a cargo de un señor feudal. Realmente si los clanes del país del fuego se aliaban, su fuerza militar aumentaría de una forma abrumadora, era normal que los países vecinos estuviesen asustados. Afortunadamente, su turno terminó sin sobresaltos. Volvió al pequeño campamento y despertó al Hyuga que haría el turno siguiente. Su compañero se metió en el saco de dormir y se recostó junto a la entrada de la tienda y ella buscó un sitio donde poner su saco. Esas tiendas eran demasiado pequeñas para tanta gente pero si querían llegar a tiempo no podían transportar mas equipaje. El único hueco en el que podría caber estaba entre Tobirama y la la lona de la tienda. Consideró seriamente dormir a la intemperie pero hacía tanto frío fuera que seguramente se enfermaría. Molesta, colocó su saco con cuidado y se metió dentro, tratando de no despertar al Senju. Se giró hacia la lona dándole la espalda y trató de dormir, pero sus cuerpos estaban muy pegados y ella podía sentir su calor a través del saco. Eso le hizo recordar aquel abrazo furtivo. Cerró los ojos con fuerza tratando de no pensar en nada, necesitaba descansar para poder hacer bien su trabajo mañana.


Tobirama tenía el sueño ligero, no como su hermano que roncaba sin inmutarse. Le despertaron los pasos acercándose a la tienda y en seguida se tensó, se enfocó en sentir el chakra y se relajó en seguida al reconocer a Izuna. Debía de ser el cambio de guardia. Dentro de la tienda en la que estaba había cinco hombres adultos durmiendo apretujados. Ella era la única ninja mujer así que no podían llevar una tienda solo para ella pero le disgustó imaginarla dormida entre todos aquellos tipos. Empujó a su hermano sin miramientos, sabía que ni con eso podría despertarlo, y se movió dejando un hueco entre la lona y su cuerpo. Ella entró en la tienda segundos después y despertó al siguiente que haría guardia, después buscó un sitio donde colocar su saco y, como esperaba, terminó poniéndolo a su lado. Él no se había movido ni había abierto los ojos en ningún momento, sería demasiado incómodo si ella descubría que estaba despierto, pero cuando se tumbó y se giró para darle la espalda se permitió mirarla despacio. Su pelo negro se esparcía por el suelo. Por su cabeza, pasó la idea de pasar un brazo por su cintura. Podría hacerlo, fingiendo que dormía, aunque se arriesgaba a que ella le pegase. Pasó varios minutos observándola mientras se dormía, como había hecho mientras esperaba a que ella se recuperase, hasta que su respiración se hizo más pausada. Se dispuso a dormirse él también, pero entonces ella se giró dejando su rostro a cinco centímetros del suyo. En aquel espacio tan reducido no tenía forma de apartarse. Tampoco tenía ganas de hacerlo. Otra vez pensó en rodear su cintura para salvar esos centímetros que los separaban y otra vez desechó la idea. Sólo se quedó observando su rostro dormido durante lo que le parecieron horas, hasta que finalmente el sueño le pudo a él también.

Un ruido fuera de la tienda la despertó de golpe, se enfocó en sentir el chakra pero no encontró nada fuera de lo normal. Ya comenzaba a amanecer así que supuso que habría sido algún animal. Entonces notó algo mucho más preocupante. Estaba tan cerca de Tobirama que su pelo le hacía cosquillas en el rostro. Debía de haberse movido durmiendo y había quedado en la peor posición posible, los dos estaban de lado, frente a frente, con sus cuerpos solo separados por el saco y sus cabezas juntas. Izuna sintió calor en el rostro y pensó en apartarse pero se dio cuenta de que él dormía profundamente, igual que todos los de la tienda. Se permitió entonces unos segundos para observar su rostro dormido, aunque fuese tan rudo en el combate, mientras dormía sólo parecía un muchacho normal. Su expresión era relajada, nada que ver que con ese gesto frío que solía tener y, sin su habitual protector de la frente, sus cabellos blancos parecían más rebeldes que nunca. Ella se sorprendió a sí misma apartándole un mechón que le cubría el rostro. Le miró, temerosa de haberle despertado, pero él parecía seguir durmiendo. Nunca supo que demonios le pasó entonces. Sus manos se movieron solas y siguieron acariciando su cabello, con cuidado de no despertarle. 

Verle así durmiendo le parecía incluso tierno, como si no fuese la misma persona que aparecía cubierto de sangre Uchiha en sus pesadillas.La mano de Tobirama atrapó la suya de pronto y comprobó con horror que sus ojos rojizos estaban clavados en ella. Quiso apartarla pero él negó suavemente con la cabeza y guió la mano de Izuna hacia su pelo de nuevo. Ella volvió a acariciar los mechones blancos, temerosa y sin saber muy bien lo que estaba ocurriendo. Él cerró los ojos otra vez y apoyó su frente contra la de ella. Se quedaron así unos minutos, sin decirse nada. Ella disfrutando del tacto de su pelo y él de sus caricias. Después notaron movimiento entre sus compañeros que comenzaban a despertarse y ella apartó la mano de su pelo inmediatamente, como si quemase. Tobirama se incorporó sin mirarla, sacudió con fuerza a su hermano para asegurarse de despertarlo y salió de la tienda. Ella se apresuró a incorporarse también, se peinó con los dedos como pudo y recogió su saco. Después ayudó a desmontar el campamento y desayunó en silencio, con el recuerdo del suave pelo blanco aún en sus manos. Igual que pasó después de aquel abrazo, no hablaron del tema. Retomaron el camino de nuevo, él delante y ella en retaguardia y no cruzaron ni media palabra en todo el día. 

Ella se obligaba a centrarse en el camino que tenían por delante, escudriñando con su Sharingan cada centímetro del bosque, aunque le costaba apartar el recuerdo de Tobirama de su cabeza. No entendía por qué él había hecho eso. Cuando atrapó su mano, estaba segura de que iba a recriminarle por tocar su cabello sin permiso o, como mínimo apartarla con una de sus miradas frías, la sorprendió hasta el extremo la reacción del Senju, pero le sorprendió aún más la suya. Mientras acariciaba su pelo, con sus frentes pegadas y sus cuerpos separados sólo por la tela del saco, se sintió extraña. Su corazón latía con fuerza y su rostro ardía pero también la invadió un sentimiento de tranquilidad, de sentirse protegida. Como si mientras estuviese a su lado, nada malo pudiese ocurrir. Se odiaba a sí misma por permitir que fuese él quien despertaba esas sensaciones nuevas en ella, él que había estado a punto de matarla, y le odiaba a él por jugar así con sus sentimientos. Se había prometido a sí misma que no iba a dejar que él volviese a acercarse y su promesa no había durado ni una semana.


Por su parte, Tobirama estaba aún más alterado que ella. Dormirse viendo su rostro junto al suyo y despertarse con sus caricias era más de lo que podía soportar. No sabía que la habría llevado a acariciar su pelo de esa forma, en ese momento no le importaba, sólo quería no se detuviese. Veía en los ojos de la Uchiha que ella estaba tan confusa como él. Ellos eran enemigos ¿Qué demonios les estaba pasando? Estaba frustrado por esos asquerosos sentimientos que no lograba contener y sobre todo estaba frustrado por que sabía que de una forma u otra dejarse llevar por esas emociones no acabaría bien. Recordó la noche en el bosque, después de que ella se desahogara en sus brazos, cómo levantó la cabeza decidida y le dijo que pasara lo que pasase se casaría con el Hyuga. Y lo que más le frustraba era precisamente eso. El saber que daba igual si esos sentimientos crecían o no, si él conseguía reprimirlos o terminaban por desbordarlo. Daba igual lo que hiciese o lo que le dijese, por que aunque pudiesen olvidar sus apellidos, incluso aunque pudiesen superar el odio de años de enfrentamientos, Izuna al final se casaría con otro hombre y nada de esto tendría sentido.

Superando el odio [Tobirama]Where stories live. Discover now