El rescate

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- ¡Sueltame desgraciado! ¡Se supone que eres mi hermanastro aunque no lo considere así!- gritaba en un intento de que alejara sus sucias manos de mi cuerpo pues el muy idiota empezó a acercarse y a tomarme desprevenida mientras yo seguía impactada por toda esa confesión que aún no podía digerir.

- Yo tampoco te considero como una hermanastra, y es por eso que en este día y en estas horas serás mía- besó mi mejilla acercándose a mi boca para luego empezar a chocar sus labios con los míos, en ese acto, mordí con fuerzas sus labios hasta el punto de haberle roto estos-, ¡Aaagh!~ ¡Dolió maldita sea!- se separó de mi y levantó una mano en simulación de querer golpearme.

- ¡Yo jamás seré tuya!, ¡Le pertenezco a Jimin te guste o no!- le miré con odio y el se acercó una vez más a mi tomándome con posesión del rostro mirándome con un semblante serio y que en parte, me dio algo de temor.

- No vuelvas a hacer eso porque si lo haces... Tu linda amiguita muere- amenazó sonriendo y luego me soltó para irse hasta la puerta y decir- me limpiaré esta sangre, si intentas hacer algo otra vez juro que no tendré compasión sobre ti...- tomó la perilla y jaló de esta- mi paciencia tiene un límite, nena- y sin más se marchó del lugar cerrando ahora con seguro la puerta.

¿Por qué siempre me amenazaban con ella? ¿Por qué siempre lo hacían con personas que me importan?, caen tan bajo que no encuentran una mejor forma de tenerme a sus manos, odio eso, lo odio con todo mi ser. Mis manos atadas a ese mecate que me lastimaba mucho las muñecas estaban ya rojas por el amarre, quería solo gritar, tomar a Nohe y salir corriendo por nuestras vidas y al fin poder estar libres de este maldito infierno a como lo había descrito la chica.

No tenía la noción del tiempo pero me imaginaba que tarde era ya, mi estómago empezaba a pedir y rogar por comida, mi cuerpo empezaba a doler y entumeser por estar en la misma posición en horas. Estaba demasiado preocupada por Nohe, ella aún tenía esa herida abierta del puñal que Rose le había clavado, su herida no había sido sanada y eso me asustaba más, me preocupaba mucho y empezaba a temer por lo peor que podría sucederle... ¿Y si moría?, ¿Y si su cuerpo desfallecería por la constante pérdida de sangre?, tenía miedo, quería descartar esas estúpidas preguntas porque me negaba a creerlo así, me negaba del solo hecho de que ella pudiera morir, no, no lo aceptaba.

- ¿Tienes hambre nena?- se escuchó decir al tonto este luego de cerrar la puerta detrás suyo y me sacó de mi trance al instante.

- No tengo hambre...- no lo miré, no quise verlo porque si lo hacía le arrancaría los ojos a como pudiera.

- Pero tienes que comer algo, puedes provocar un problema en tu estómago...- se detuvo por un instante-, además si el estómago pide comida, se le tiene que atender de inmediato- se me acercó con la bandeja en sus manos la cual contenía comida... Una muy sabrosa por lo visto.

- Lárgate de mi vista, no quiero saber nada de ti y no quiero nada de tu parte- volteé a ver a un lado de la habitación, no quería tener contacto visual con él.

- Maldita sea, tu rebeldía hace que te ame aún más- dejó la bandeja en una mesita redonda que estaba, por alguna razón, en la habitación.

- ¿Tú? ¿Amarme?, Jajaja no me jodas, tú lo que tienes por mí es una maldita obsesión. Me tienes aquí encerrada, me atas y tratas cual objeto, mandas a tus matones a amenazarme con que si yo te desobedezco matarás a mi amiga  y ¿A eso le llamas amar?, Sí que estás muy cegado idiota- finalmente lo vi, mi rabia era tal que podía matarlo con la mirada, estaba furiosa, por la impotencia y por lo que ha hecho él y su padre. Los aborrecía, y mucho.

- Tal vez sea obsesión, pero eso no quita que ahora me pertenezcas. Si, te trato cual objeto ¿Y qué?, Nadie puede decir que no, yo siempre obtengo lo que quiero y ni tú ni nadie podrá hacer o decir lo contrario. Si te quiero en mi cama te tendré, si te quiero como mi maldita esclava sexual te tendré, ¿Algún maldito problema con eso?- se sentó en una silla que colocó al frente de la que yo estaba atada.

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