Capítulo 1

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-¿Pero por qué tienes que ser así? – Sin duda, si algo sabía hacer Alba Reche era sacarla de sus casillas. – Te he dicho mil veces que no dejes tus cosas en mi estantería.

-¿Quién te ha dicho que sea tuya? – le respondió la rubia con sorna y una sonrisa de suficiencia sabiendo que, una vez más, había conseguido desquiciarla. – Te recuerdo que estamos en mi casa (recalcó el "mi" para que lo notara) y yo decido dónde va cada cosa.

- A veces eres insoportable -hizo una pausa- bueno, más de lo habitual. Natalia cogió sus gafas de sol sin mirarla y salió de la habitación dando un portazo.

No era la primera vez que tenían que convivir juntas. De hecho, llevaban haciéndolo cada verano desde que tenían uso de razón y, sin embargo, no había uno en el que no terminasen discutiendo por cualquier tontería.

4 de agosto de 2005
-¿Te acuerdas de Natalia, no Alba?
Rafi se situó delante de la pequeña morena mientras sujetaba a su hija de la mano. Natalia miró a Alba detenidamente. Se acordaba de aquella chica, sin duda. No le caía demasiado bien, pues sólo el verano pasado la había hecho rabiar varias veces. Recordaba cómo había escondido sus juguetes sólo para enfadarla, o la vez en la que se había comido su postre mientras ella había ido al baño. Definitivamente, no le gustaba esa chica.

A Alba tampoco es que le cayese mucho mejor Natalia. Aquella niña, a pesar de ser dos años más pequeña que ella, era más alta, y solía aprovechar esa ventaja para molestarla. Por ejemplo, poniendo sus lápices de colores en un sitio al que ella no podía llegar. Además, solía tocarles dormir juntas, y acababa molestándola debido al mayor espacio que ocupaba en la cama. Alba prefería pasar el tiempo dibujando, y Natalia prefería pasar el tiempo incordiándola o haciendo ruido. Natalia disfrutaba sentarse al sol a leer sus cuentos favoritos, y a Alba le encantaba salpicarla con el agua de la piscina. Amigas no eran, desde luego. Y no pretendían serlo.

-Hola Natalia – le dijo Alba seria al tiempo que se tocaba una de las pequeñas coletas que su madre le había hecho.

-Hola Alba – Natalia le respondió con el mismo tono mientras se apartaba el flequillo de la frente, el cual le molestaba bastante a causa del calor. Su mente ya estaba cavilando sobre qué próxima jugarreta podía hacerle a la pequeña Alba Reche.

-Mamá, ¿puedo ir a jugar con papá y Marina? – la pequeña estaba desesperada por alejarse de Natalia lo antes posible. No le gustaba, y prefería no tener que pasar mucho tiempo con ella.
-Claro cariño. Ve, anda. Yo voy a ver a saludar a los padres de Natalia.- Rafi se quedó mirando a su hija mientras se alejaba. Pensaba en lo adorable que era corriendo con su osito de peluche bajo el brazo y sus dos coletas para ir a abrazar a su padre. Se dirigió entonces a la pequeña morena.
-Natalia cariño, ¿me llevas con tus padres? Quiero saludarles.
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Volvió a darle una calada a su cigarro, sentada en una de las mesas del patio de la casa de los Reche. No soportaba a Alba, y mira que se esforzaba. Pero cuanto más lo intentaba, más argumentos encontraba para odiarla. Sus padres la adoraban, y ellos a Natalia como si fuese una hija más. Incluso se llevaba bien con Marina, su hermana. Pero con la mayor no podía. Era superior a sus fuerzas.

Se reajustó las gafas de sol y se pasó una mano por la cabeza, peinando su larga melena. Se había decidido a cortársela en cuanto acabasen las vacaciones, justo antes de empezar el curso. Quería empezar en Madrid con buen pie, y pensó que necesitaba cambiar su aspecto además de cambiar de aires. Pamplona no era su sitio, definitivamente, y necesitaba escapar de allí, a toda costa.

Apagó el cigarro y se encaminó hacia la puerta de la vivienda. Según había podido escuchar al pasar por el salón cuando salió de la habitación, Rafi tenía que ir a hacer la compra, y Alba a hacer unas cosas que a Natalia no le interesaban lo más mínimo. Decidió que la ausencia de la rubia era el momento perfecto para coger su guitarra y cantar un poco sin que la presencia de la otra la incomodase. Justo cuando pasaba el umbral de la puerta chocó con alguien, lo que la hizo perder el equilibrio momentáneamente. Escuchó cómo la otra persona caía al suelo, seguido del ruido de un montón de cosas impactando con la superficie. Natalia fue a encender la luz de la sala rápidamente.

-¿Pero qué coño...?

Sinmigo Where stories live. Discover now