Capítulo 8 (Parte 2)

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POV Alba

Abrí los ojos lentamente. Los últimos rayos de sol del día se colaban por la ventana de mi habitación sin control. Hice el amago de levantarme, pero algo que se encontraba sobre mí me lo impedía. Giré la cabeza y me encontré con Natalia, que dormía con la cabeza en mi hombro y una mano sobre mi barriga. Aquella visión me hizo sonreír al instante. “Es guapísima. Incluso cuando duerme es preciosa” pensé mientras una idea loca cruzaba mi mente. Sin pensármelo demasiado, acerqué temblorosa una mano a su cara, dibujando el contorno de su mandíbula y siguiendo por la mejilla, como si estuviese pintando. Me mordí el labio, sintiéndome un poco culpable.

-¿Albi? – seguía con los ojos cerrados, y no sabía cuánto tiempo llevaba despierta. ¿Se habría dado cuenta de lo que había hecho?

-Dime Nat – volví a sonreír

-¿Qué hora es? – preguntó con un tono algo más firme que antes

-¡Hostia! – me incorporé lo más rápido que pude – Nos hemos dormido. Joder. Joder - Me dirigí al armario para coger algo de ropa limpia – Voy a ducharme. Llama a mi madre y dile que en una hora estamos allí

-Tranquila. Yo me encargo – la vi coger el móvil antes de entrar al baño - ¿Quieres que te prepare algo? ¿Té?

-¡Té, por favor!  - le grité desde el otro lado de la puerta

Me apoyé en ella y suspiré, repasando mentalmente todo lo que había pasado en las últimas horas. Las puntas de los dedos que antes habían tocado a Natalia aún me temblaban. ¿Por qué tenía esa sensación tan extraña? Era como si una pequeña corriente eléctrica se hubiera establecido debajo de mi piel, constante. Sacudí la cabeza y decidí desnudarme y meterme en la ducha. No era momento de ponerme a cuestionarme esas cosas.

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Abracé a mi madre nada más entrar en la habitación. Ella me correspondió y me dio varios besos.

-¿Habéis descansado cariño? – preguntó sin soltarme

-Sí mamá. Y lo siento. No quería quedarme dormida – corregí – No queríamos

-Sí, yo también lo siento Rafi – Natalia apareció por detrás de nosotras abrazando a María, que acababa de levantarse del sillón en el que había estado sentada

-Dejaos de tonterías. Estabais agotadas – mi madre se separó de mi y le dio un beso también a Natalia, que lo recibió avergonzada

-Anda, vamos a por café – la Mari agarró a Nat del brazo y salieron de la habitación, dejándonos a mi madre y a mí solas

-¿Qué han dicho los médicos? – le cogí la mano

-Por lo visto, los resultados son esperanzadores. Hay posibilidades de que despierte

Los ojos se me humedecieron al instante. Las piernas empezaron a temblarme, y tuve que sentarme antes de que los nervios empezasen a apoderarse de mí

-Es fantástico mamá – ella también tenía los ojos brillantes – Muchísimo

-Sí cariño. Hay esperanza

Nos quedamos un rato en silencio. A pesar de las circunstancias, estábamos las tres juntas y era algo que echaba de menos, pero no así. No con mi hermana como si no fuera mi hermana. Estaba muy triste. En realidad, tenía muchísimas ganas de llorar, pero la noticia de que había posibilidades para ella me tenía eufórica, al menos en una pequeña parte de mi alma.

-¿Qué tal con Natalia? – preguntó mi madre al cabo de un rato

-Bien ¿Por qué? – me apresuré a responder. ¿A qué venía esa pregunta?

-No, por nada – sonrió de una forma que no acabé de entender – Llevabais mucho tiempo sin veros. Y como siempre habíais estado como el gato y el ratón… - se encogió de hombros

-Hace mucho que nos dimos una tregua. Ahora nos llevamos bien

-Ay hija, como casi no hablamos… - se quedó pensativa durante un momento

– Me gusta esa chica Alba. Es muy buena. De verdad te lo digo

-Lo sé mamá. No hace falta que me lo digas

Ambas nos miramos y sonreímos. No sabía cuánto la había echado de menos hasta este momento. Las charlas, los abrazos, las sonrisas…todo. Dentro de todo lo malo, esto había conseguido reunirnos antes de lo que yo esperaba. Y lo agradecía aún sintiéndome culpable por ello.

-Ya estamos aquí – María entró empujando la puerta con el culo. Tenía las manos ocupadas con varios vasos de corcho. Le dio un café a mi madre y ella se quedó con otro, dándome el que quedaba

-Te he traído un té, rubita – me levanté para abrazarla. Necesitaba un abrazo largo de mi mejor amiga

-Te echaba de menos Mari, de verdad – no podía soltarla

-Y yo a ti, de verdad – noté cómo sonreía pegada a mí

-Oye, ¿y Natalia?

-Se ha quedado fuera. Dice que no quiere “interrumpir” – hizo comillas con la mano que tenía libre

-Voy a hablar un rato con ella. Quedaos aquí tranquilas – mi madre salió de la habitación, dejándonos solas

-¿Cómo ha sido el reencuentro? – dio un sorbo al café mirándome, curiosa

-Bien. ¡Qué obsesión! ¿Por qué todo el mundo me pregunta por ella? Ni que fuera mi novia – le increpé mientras me dejaba caer en el sillón, junto a la cama

-Mira pues ojalá – casi escupo el té al escuchar a mi amiga

-Mari, ¿eres tonta o qué?  - ella tenía los ojos muy abiertos y una sonrisa pícara – Para eso tendría que gustarme, y no es el caso

-Alba tía. He visto cómo os miráis. O al menos, cómo te mira a ti

-Imaginaciones tuyas – me llevé un dedo a la sien

-Ha preguntado por ti, ¿sabes? Mientras estabas fuera – eso sí que me había pillado por sorpresa. ¿Desde cuándo se interesaba Natalia Lacunza por mi?

-Ah ¿sí?  - no pude evitar ponerme colorada. Suerte que María no me estaba viendo la cara, porque habría visto lo roja que estaba. Otra vez como una puta cerilla

-Sí lista. Y además, Mikel ha cortado con ella. Quizás necesita a una amiga íntima - recalcó la última palabra – con la que desahogarse y pasar el tiempo

-Ya sé que ha cortado con él. La llamó cuando estábamos en mi casa

-Ojalá admitas que, al menos, te llama la atención

-No tengo nada que admitir – intentaba no alterarme

-Alba, que somos amigas desde hace mil años. Cuando quieras contarme algo, aquí estoy – parecía que le había molestado mi tono

-Lo siento Mari – agité los brazos para reclamar su atención. Quería abrazarla – Es que no sé…

Nos quedamos en silencio. Alguien estaba murmurando, quejándose. No eran palabras, sino más bien gruñidos. Ambas giramos la cabeza en dirección a la cama.

-¡Marina!  - mi hermana intentaba sonreír, pero el tubo que salía de su garganta a penas se lo permitía - ¡Mari, avisa a mi madre por favor! – me lancé hacia ella. Me arrodillé a su lado y empecé a llorar mientras sujetaba una de sus manos entre las mías. A los dos segundos, mi madre estaba entrando por la puerta

-¡Hija mía! – también estaba llorando. Se colocó a mi lado y puso su mano encima de las nuestras

-Natalia ha ido a avisar al médico – la rubia asomó la cabeza y volvió a salir

Sinmigo Where stories live. Discover now