Capítulo 16

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POV Natalia

Quería aprovechar hasta el último momento con Alba, así que obviamente pensaba acompañarla al aeropuerto. Además, así Miguel Ángel no tendría que volver solo a Elche. Cuando terminamos de vestirnos, la ayudé a terminar de preparar las maletas y a embalar bien el cuadro.

-Toma, ponte esto – le tendí su abrigo mientras yo terminaba de ponerme el mío y cogía la guitarra

-¿Para qué? – preguntó curiosa

-Tú póntelo y ven conmigo – asintió e hizo lo que le había pedido sin rechistar

Nos sentamos en las sillas del patio trasero, una justo enfrente de la otra. Hacía bastante frío y las manos se me congelaron casi al instante, pero no me importó demasiado. Alba no dejaba de observarme mientras comprobaba que el instrumento estuviese afinado.

-Tienes la nariz roja – le dije con una sonrisa y la besé justo en el sitio que le había mencionado

-Es lo que tiene el frío – se encogió de hombros, tiritando levemente

-Ya. Lo siento Albi – entorné los ojos – Quiero proponerte algo. Si no quieres, sólo tienes que decírmelo. He pensado que, antes de que te vayas, podríamos cantar algo juntas. – se me hizo un nudo en la garganta – Bueno, más bien puedes cantar con Eilan – se rio – Y si te parece buena idea, subirlo a su cuenta. Creo que le gustaría mucho

-Nat, ¿en serio? – tenía los ojos muy abiertos. Y qué ojos tan bonitos

-Es una chorrada, lo siento – volví a disculparme por segunda vez en la noche – Entiendo que no…

-¿Eres tonta? – empezó a aplaudir eufórica – Me encantaría. Sería todo un honor – no podía ser más feliz en ese momento. El corazón se me iba a salir de la emoción

-¿Qué quieres cantar? – saqué el móvil para abrir la grabadora

-Es tu cuenta. Bueno, la de Eilan – ahora era yo quien me reía – No estaría bien que encima eligiese yo la canción

-Va, dime una - froté las manos para entrar en calor

-Mmmm ¿qué tal esa es que has estado cantando tanto estos días?

-¿Guantanamera dices? – toqué varios acordes, intentando recordar los correctos

-¡Sí esa! – la emoción se podía palpar en sus palabras

-¿Te la sabes?

-Nat, la has cantando tantas veces que tendría que estar sorda para no haberme aprendido la letra

-¿Tan pesada he sido? – me hice la indignada

-No seas idiota – me golpeó en el hombro – Tú nunca lo eres

-¿Una estrofa cada una y la última juntas te parece bien?

-Me parece perfecto – asintió

-¿Lista? – ella repitió el gesto. Las primeras notas empezaron a sonar, y me preparé para darle la entrada. Tenía una sonrisa preciosa y una mirada que desprendía belleza. Era imposible no quedarse embobada con aquella visión angelical. Porque eso era Alba para mí, un puto ángel caído del cielo que había conseguido aplacar todos mis tormentos. Cogió aire y empezó a cantar a mi señal. Se venía el milagro que era la voz de Alba Reche

-Hace tiempo que olvidé el sabor a agua salada. He vendido ya mi alma al diablo por la plata. Y ahora me muero de sed… - su voz rasgada, con apariencia de fragilidad y tan personal y única como ella me tenía al borde del éxtasis

-Pedacitos de la Habana. He bailado mil guajiras a la luz de la mañana – clavó su mirada en mí – Un disparo al corazón – eso era lo que yo sentía cada vez que me besaba – Guan, Guantanamera…

-Y soy un goodfella’ la vida en la plazuela – se tapó la cara sin dejar de cantar, muerta de vergüenza – Mi cara en las monedas. La sangre se me altera. Quiero resucitar –era realmente adorable cuando estaba así de nerviosa

-Pa’ sobrevivir me adentré en el humo. De tus cigarrillos acabamos hasta el culo – volvió a mirarme y asentí, dándole ánimos – Píntame la piel, angelito oscuro. Y has quemado la ciudad. Mamasita dame alas que me quiero ir a volar – pero yo no quería irme, y mucho menos alejarme de ella – En las cuevas de Cañart, la vida es tan bonita que parece de verdad… - cogí aire para cantar la última parte con ella

-Pa’ sobrevivir, me adentré en el humo. De tus cigarrillos, acabamos hasta el culo. Píntame la piel, angelito oscuro. Y has quemado la ciudad. Mamasita dame alas que me quiero ir a volar – nuestras voces encajaban a la perfección – En las cuevas de Cañart, la vida es tan bonita que parece de verdad…

Paré la grabación y ambas nos miramos, satisfechas. Deseé quedarme congelada en ese momento, con ella. Sin nadie que nos molestase, felices, diciéndonos con la mirada todo lo que nuestros corazones gritaban.

-Gracias por esto – se inclinó para besarme – No sabes lo que ha significado para mí

-Lo mismo podría decir, señorita Reche – guardé la guitarra y me puse de pie - ¿Vamos a ver si tu padre está listo?

-Vamos – me cogió de la mano y caminamos hacia el interior de la casa

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Pasamos todo el viaje sin despegarnos la una de la otra. Empezamos hablando animadamente con Miguel Ángel pero, conforme la conversación se fue apagando, Alba se acomodó de la mejor manera que pudo sobre mí, dejando de vez en cuando besos en mi cuello o susurrándome lo mucho que iba a echarme de menos. Yo no paraba de sonreír como una idiota porque claro, estaba pilladísima. Me mentiría si dijera que no me aterraba la idea de separarme de ella otra vez, porque eso suponía estar meses sin vernos. A pesar de ello, habíamos prometido llamarnos cuando pudiéramos para saber cómo nos iban las cosas. Más bien había sido ella la que me había hecho prometerlo, pero cómo iba a negarme a esa cara de perrito abandonado que ponía siempre que quería algo. Además, no es que yo fuese a oponer demasiada resistencia, para qué engañarnos.

Llegamos al aeropuerto en torno a las 8:30 de la mañana. Después de aparcar y localizar la puerta de embarque, buscamos un sitio en el que poder desayunar. A pesar de sentía que me iban a faltar minutos para despedirme de ella, entendí que padre e hija también necesitaban tiempo para despedirse, así que opté por dejarles su espacio y disfrutar de ella en silencio. Era increíble lo mucho que me fascinaba cada cosa que hacía, la manera en la que se reía o el color tan intenso de sus ojos. Como si la estuviese descubriendo por primera vez. Joder, era el descubrimiento más bonito de la historia, y lo mejor era que aún me quedaba mucho por conocer, aunque tuviera que esperar.

-Natalia, ¿estás bien? – Miguel Ángel estaba terminando su café, mirándome de soslayo

-Sí, sí – me apresuré a responder – es que estoy cansada. Me he quedado pescando

-Ya. El cansancio – Alba y él empezaron a reírse. ¿Me había perdido algo? – Bueno cariño – se dirigió a su hija – creo que ya es la hora

En el aeropuerto, cientos de personas caminaban de aquí para allá a un ritmo frenético: gente intentando no perder su vuelo, familias reencontrándose, … Y yo, por el contrario, no era capaz de oír todo el bullicio que generaban. El eco de mis pensamientos era mucho más fuerte. El miedo, los nervios y la tristeza retumbaban, mezclándose con el estallido de mis latidos, cada vez más frenéticos. “Relájate Natalia, sólo serán unos meses, Todo irá bien”. Realmente no sabía si era la verdad o sólo intentaba autoengañarme. Estuvimos cogidas de la mano hasta que no quedó más remedio que separarnos. Ella y su padre se fundieron en un abrazo precioso, y pude notar como a la rubita se le escapaban un par de lágrimas que intentó hacer desaparecer de la forma más rápida posible. Les observaba con cierta distancia, esperando mi momento y deseando con todas mis fuerzas que no se me quebrase la voz. Estaba siendo más duro de lo que imaginaba.

-Hola churri – estaba nerviosa. Se le notaba

-Hola Albi – sonreí sólo con notar el tacto de sus manos al abrazarme. Dejé un beso en su cabeza

-Te voy a echar de menos. Lo sabes, ¿no? – y ahí estaba. Su mirada atravesándome, de golpe y sin anestesia

-¿Sabes que yo a ti también? – asintió. Acuné sus mejillas en mis manos, con cuidado, mientras le daba un beso en la frente y volvía a estrecharla – Mucha suerte Reche. Te va a ir genial. Confío en tu talento. – cogí aire – Y por favor, sé feliz. Por encima de todo y todos – y antes de que pudiese decir nada más, tenía sus labios sobre los míos. Era una despedida, estaba claro, pero no era amarga. Dolía, sé perfectamente que nos dolía a ambas, pero también éramos realistas y sabíamos que este momento iba a llegar. Grabé en mi memoria la forma de su boca, el contorno de su mandíbula y el sabor de sus labios

-No quiero irme, pero tengo que hacerlo. Se me hace tarde – me apresuré a secarle un par de lágrimas

-Avisa cuando llegues. ¿vale?

Como si fuese la escena de la mejor película del mundo, sentí el impulso de girarme para verla una última vez mientras nuestros caminos se separaban. Alba también debió de sentirlo, porque la breve mirada que nos dedicamos antes de que se marchase fue en la que más cosas nos estábamos diciendo sin hablar. Miguel Ángel me pasó un brazo por los hombros cuando llegué a su altura, reconfortándome. Lástima que el confort durase poco.

-Tú eres Natalia, ¿no? – una pelirroja casi tan alta como yo y los ojos verdes nos cerraba el paso – Soy Lorenne – se quitó las gafas de sol y me tendió una mano, despreocupada. Tenía un aire de indiferencia que me escamaba pero, aun así, intenté ser lo más educada posible

-Sí – le toqué el hombro a Miguel Ángel, dándole a entender que le alcanzaría lo más pronto posible – Ya sé quién eres

-Tranquila Natalia, – al parecer, mi descontento no podía ser más evidente – no tengo nada en contra de ti. Al contrario, quería felicitarte. – la miré interrogante – Me alegro mucho por Alba y de que sea tan feliz contigo

-Gracias – esbocé, incómoda

-Aunque no entiendo qué ha visto en ti, francamente – soltó una carcajada que hizo que me hirviese la sangre

-Desde luego, algo que en ti no ha encontrado. Eso seguro – apreté los puños

-Bueno – paso por mi lado arrastrando su maleta con aires de superioridad – ya veremos lo que le dura. Au revoir, morena – y continuó su camino sin tan siquiera girarse

Salí del aeropuerto a toda prisa. Miguel Ángel me esperaba con el coche en marcha, hablando por teléfono con Rafi. Me puse el cinturón y encendí un cigarro, tratando por todos los medios procesar el encontronazo que acababa de tener sin alterarme aún más.

-¿Qué te ha dicho Lorenne? – preguntó tras media hora de trayecto en silencio

-Tonterías. Nada importante – estaba un poco más calmada

-No me gusta esa chica ni nunca me ha gustado. Es cierto que ayudó a Alba con los temas de la universidad cuando pasó lo de Marina, pero más allá de eso… - pareció reflexionar – Me parece demasiado prepotente. Además – soltó una pequeña carcajada – tú me gustas más para mi niña – sus palabras hicieron que me pusiese roja al instante

-Pero si…nosotras… – balbuceaba. Me había pillado por sorpresa - …nosotras no…

-Natalia, que ya te lo dije una vez – me dio una palmada en el hombro – soy viejo, pero no tonto. Se nota que os queréis, y no intentes convencerme de lo contrario. Ella es mi hija y a ti te conozco desde que no levantabas ni un palmo del suelo. Os conozco perfectamente, y se os nota en la mirada. Los ojos nunca mienten. Así que sólo te voy a decir lo mismo que le he dicho a ella - ¿Alba y él habían estado hablando de mí? – Cuidaos y quereos. Y hacedlo bien, por favor

-Haré todo lo que esté en mi mano – asentí, muerta de vergüenza

-No esperaba menos de ti

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9 de enero

Las clases empezaban en menos de una semana y quería aprovechar los últimos días de vacaciones con mi familia así que, nada más volver a Madrid, cogí el primer tren que pude y me planté en Pamplona. Echaba mucho de menos a mis padres y mis hermanos y sinceramente, después de haberle contado mi pasado a Alba, me sentía con la fuerza suficiente para poder pisar la que había sido mi ciudad sin que la ansiedad y el miedo me consumiesen. Me sentía más libre y más yo, más feliz. Elena y Santi se me tiraron encima nada más verme, abrazándonos los tres como hacía tiempo que no pasaba. Mi madre estaba muy emocionada, y yo también. La había echado mucho menos. Después de ponernos al día y que me recordasen unas 500 veces que al día siguiente era mi cumpleaños, le escribí a Alba para contarle que estaba en Pamplona.

[11:00] Natalia: Hola churri

[11:00] Natalia: Estoy en Pamplona. Qué tal tu vuelta al mundo real?

[11:05] Alba: Pamplona?? Estás bien?

[11:05] Alba: Pues un asco. Te echo de menos

[11:06] Natalia: Gracias a nuestra charla, perfectamente. Yo también te echo de menos

[11:07] Alba: Te escribo luego vale? Estoy entrando en clase. Lo siento Nat

[11:08] Natalia: Tranquila, sin problemas. Cuando puedas

Guardé el móvil con una sonrisa de oreja a oreja.

-¿Por qué estás tan contenta? – Santi apareció por la puerta de mi cuarto

-Por nada – opté por hacerme la loca

-Estabas hablando con Alba, ¿a que sí?

-¿Qué Alba?

-Alba Reche, Natalia. La misma Alba que te tiene loca

-Ah, sí, esa misma – me reí – Pero oye, no estamos saliendo. Que conste

-Pues no entiendo por qué – dijo, dispuesto a irse por donde había venido – Porque estáis pilladísimas la una de la otra

-¿Y tú cómo estás tan seguro de eso? – me incorporé, quedando sentada

-Porque me lo ha dicho Marina – mi hermano salió antes de que pudiese decirle nada. Marina tenía que ser. Cualquier día la mataba

*        *       *

-¡Luego vuelvo mamá! – grité mientras cerraba la puerta

Con toda la lata que me habían dado con mi cumpleaños, me había ido animando conforme el día avanzaba y había terminado por salir a comprarme algo a modo de auto regalo. Mi hermana me había dicho que cerca de casa habían abierto una tienda de ropa vintage y claro, la tentación me pudo. Me ajusté bien la cazadora antes de salir del portal y me encendí un cigarro. Según las indicaciones de Elena, no me llevaría más de 10 minutos llegar a la tienda.

Por el camino me crucé con varias personas a las que conocía de toda la vida, a las que fui saludando sin detenerme demasiado. Sí lo hice, sin embargo, para prestar atención a otras cosas. Al paisaje urbano, por ejemplo, o a las tiendas. Hacía mucho tiempo que no paseaba por aquellas calles sin miedo, sin prestar atención a otra cosa que no fuese llegar a casa lo más pronto posible, y me di cuenta lo mucho que extrañaba andar por el que siempre había sido mi barrio y que tanto me gustaba.

En teoría, me quedaban un par de giros para llegar al sitio, de modo que apreté el paso deseando llegar.

-¡Mira por dónde vas! – un chico de mi edad con el pelo rizado, más bajo que yo y con una voz extrañamente familiar había chocado conmigo por ir pendiente del móvil
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N/AA: queridxs lectorxs, antes que nada, quería pediros perdón. He estado toda la semana malo y en la más absoluta mierda so no he podido escribir. Dicho lo cual, no quiero enrollarme mucho.
A Sinmigo le quedan unos 4/5 capítulos :( Nos da mucha pena pero es así. Ahora bien, os prometemos emoción hasta el final. Dejadnos en los comentarios lo que creéis que va a pasar, qué os ha parecido el capítulo...y si ya tenéis alguna teoría sobre el final, también. Hasta el próximo. Nos leemos!

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