Capítulo 17

11.7K 493 86
                                    

POV Natalia

Cogí al chico de la manga de su abrigo antes de que cayese al suelo como consecuencia del choque. Unos segundos me bastaron para reconocerle. Habían pasado unos cuantos años, pero no había cambiado a penas. No había crecido mucho más y tenía el pelo un poco más largo, pero su voz y esos ojos eran inconfundibles. Mi primer impulso fue salir corriendo, pero me contuve. Me limité a quedarme en silencio, esperando que dijese algo, aunque no sabía con exactitud qué esperaba oír.

-¿Natalia? – dijo al fin. Asentí – Dios…ha pasado mucho tiempo – le temblaba la voz, nervioso

-Bastante tiempo, sí – mi tono era neutro

-Lo siento. Lo siento muchísimo, de verdad – parecía arrepentido, pero no terminaba de convencerme

-¿Por qué tendría que creerte Raúl? Dame un buen motivo – dije, cruzando los brazos

-No tienes por qué hacerlo realmente – era incapaz de mirarme a los ojos, a pesar de que llevaba gafas de sol y no podía ver cómo le escudriñaba con la mirada – Fui un mierda, de verdad que lo sé. Y te lo hice pasar mal. Realmente no tengo justificación

-No la tienes, desde luego. Ni tú, ni el resto de tu puta pandillita – intentaba no sonar cabreada. Primero, porque ya no era algo que me doliese. Y segundo, porque tampoco tenía ganas de pelear – Pero estoy bien. Me hicisteis vivir un infierno, pero lo superé

-Fuimos todos unos idiotas, y de verdad que lo siento – relajé un poco mi postura, dándole pie a que continuase. Se pasó una mano por los rizos, intentando calmarse – Después del instituto intenté localizarte para pedirte perdón y hablar contigo pero me dijeron que te habías ido, y entendí que era demasiado tarde. No sé en qué coño estaba pensando en aquella época para hacerte lo que te hice, pero desde luego no me siento orgulloso de ello

-¿Y cuál es tu intención contándome todo esto? ¿Que seamos amiguitos? – ahora le miraba sin las gafas

-No, no. No pretendo que seamos amigos ni que me perdones – parecía que iba a echarse a llorar en cualquier momento – De hecho, no contaba con ello. Sólo quería que supieras que me arrepiento y que lo siento, nada más – suspiré profundamente

-Te acepto las disculpas – admití – Sí, fuisteis unos acosadores y tú el primero, pero tienes suerte de que no sea una persona rencorosa. Además, no tengo ánimos para estar cabreada por algo que ya pasó y que, por suerte, me hizo fuerte

-Me alegro mucho de que estés bien y seas feliz Natalia. De verdad. Espero que… - alguien gritó desde el otro lado de la calle, interrumpiendo la conversación

-¡Raúl coño! ¡Llevo un rato esperándote! – esto tenía que ser coña. Una puta broma que no tenía nada de gracia. Miré al chico, quien agachó la cabeza como pidiendo perdón – Cabrón, ¿qué estabas haciendo? – el otro le cogió por el cuello, riéndose y zarandeándole en señal de ¿saludo?, sin caer en que yo estaba allí. Noté el sudor frío resbalándome por la espalda. No sabía que hacer, pero tenía que aparentar tranquilidad


-Lo siento Marcos, estaba… - no acabó la frase porque este último ya había notado mi presencia

-¡Anda coño! Mira a quién tenemos aquí – sonrió, mostrando una suficiencia que me dieron ganas de vomitar – Natalia Lacunza, ni más ni menos – dio un par de pasos en mi dirección, intentando intimidarme, pero copié su movimiento. No pensaba echarme atrás – Anda mira, qué guapa estás – acercó la mano a mi mejilla, pero la aparté de un golpe

-Ni se te ocurra tocarme – advertí amenazante

-¿Qué me vas a hacer, morena? – se echó a reír, vacilón – Si tú y yo sabemos que no vales para defenderte – sus palabras iban con intención de hacerme daño, pero no lo consiguió. Sabía perfectamente a qué se refería

-No me toques el coño, gilipollas – Raúl tiraba de Marcos, intentado llevárselo de allí. Yo ya tenía los puños apretados. Siguió, como si no hubiera escuchado mis palabras

-Se me olvidaba que a ti te va más lo duro – volvió a reírse, esta vez más fuerte

Reaccioné de forma automática, como si mi cuerpo supiese perfectamente lo que tenía que hacer. En décimas de segundo me había abalanzado contra él, arrinconándolo contra la pared, con el antebrazo en su garganta y con mi mano apretando su paquete de manera muy poco agradable. Raúl observaba la escena divertido. A juzgar por lo poco que había observado, me daba la sensación de que, igual que había hecho él conmigo en el instituto, ahora era Raúl quien vivía bajo el yugo de Marcos. El cazador cazado.

-Escúchame bien, violador de los cojones. Si te crees que me sigues dando miedo o que estoy hecha polvo, te equivocas. Eres una mierda de persona y siempre lo has sido, necesitando aprovecharte de los demás para sentir bien contigo mismo, así que ahórrate el discurso de machito subido de tono conmigo – apreté un poco más. Asintió – Y por cierto, sé de primera mano que tu hermano está en el mismo instituto que los míos. Yo que tú me portaría bien a partir de ahora – volvió a afirmar, asustado. Le solté y observé en silencio cómo trataba de recuperar el aliento

Sinmigo Where stories live. Discover now