Capítulo 18

13.8K 494 55
                                    

POV Alba

Separarme de Natalia no había sido nada fácil. O al menos, más duro de lo que habría imaginado. Volver a las clases había sido un caos absoluto, poniéndome al día con las entregas e intentando sobrellevar el mazazo emocional que suponía la decisión de Natalia de no hablar de un “nosotras” hasta que yo volviese. No me había gustado y, muy en el fondo, hubiera preferido decírselo. Pero una vez más, había actuado como una cobarde, y sin duda me estaba arrepintiendo. La Navidad había sido muy intensa, pero me había servido para asimilar lo mucho que me gustaba, y que probablemente estaba empezando a enamorarme, aunque no quisiera admitirlo. Cobarde, como siempre. Lo que me hacía sentir no era comparable a nada que hubiera sentido antes. Acurrucarme en el hueco de su cuello se había convertido en sinónimo de refugio; dormir con ella me daba una paz que sin duda necesitaba y la manera en la que me trataba me tenía loca. Todo ello, claro, sin contar con la habilidad que tenía para hacer que me encendiese con tan sólo una mirada, cómo era capaz de darle la vuelta a la situación como el día que hablamos el día de su cumpleaños. Quise volverla loca y la que terminó como una moto fui yo. En resumidas cuentas, Natalia se estaba convirtiendo en una pieza muy importante de mi vida, y eso me acojonaba y me gustaba a partes iguales.

-Bonjour, Reche – Lorenne me esperaba en una de las mesas de la cafetería de la facultad

-Hola – me senté a su lado sin demasiado convencimiento

Nuestra relación se había enfriado bastante desde las vacaciones. En realidad, siempre había sido así, pero es cierto que las cosas habían cambiado entre nosotras. Procuraba no hacerle demasiadas muestras de afecto en público porque no le gustaban, pero ahora ni siquiera me nacía darle un abrazo. No me había hecho nada, y de hecho íbamos a seguir siendo amigas, pero había algo que no terminaba de convencerme. No sabía muy bien que era, pero intentaba que ese sentimiento de desconfianza no me opacase. No tenía motivo.

-¿Qué tal las vacaciones? ¿Has conseguido ponerte al día con lo que te pasé? – dio un sorbo a su café. Cortado, como siempre

-Sí, muchas gracias – era cierto que, por esa parte, tenía que estarle agradecida. Prácticamente me había salvado el culo

-No hay de qué – me dio un suave apretón en la mano mientras se levantaba

-¿Te vas ya?

-Sí, terminé hace una hora. Sólo quería saber cómo estabas

-Ah bueno, entonces me marcho yo también

-¿Quieres que te lleve? – se estaba colocando la mochila. Sacó las llaves del bolsillo pequeño de ésta

-Me harías un favor, la verdad

Caminamos en dirección a la salida en completo silencio. Un silencio que no hacía más que confirmarme que aquella situación no acababa de agradarme por alguna razón que desconocía. Eso me frustraba

-Este es – nos paramos delante de un vehículo que no reconocí

-¿Este es tuyo? – era un Bentley negro mate que parecía bastante nuevo

-Regalo de Reyes de mis padres – se anticipó a mi pregunta. Abrí la boca, asombrada, y entré en él sin decir nada más – Vi a Natalia en el aeropuerto el día que volví, por cierto. Se me había olvidado comentártelo – sonrió, despegando la vista de la carretera por un instante

-¿Y qué tal? ¿Qué te pareció?

-Solo cruzamos un par de palabras, fue bastante desagradable – encogió los hombros, queriendo quitarle importancia

-Qué raro. No suele ser así – me extrañaba ese comportamiento. No era típico en ella

-Pues conmigo muy agradable no fue. No sé, no me gusta demasiado la gente así. Y me sorprende que a ti sí

Había empezado a llover, no de manera torrencial, pero si con la suficiente fuerza como para no demorarme en despedirme de Lorenne y entrar en casa antes de quedar empapada. Estaba confusa. ¿Natalia actuando así? Podía entenderlo, desde luego. Era lógico que Lorenne no le cayese demasiado bien, pero tampoco hasta el punto de tratarla mal. Tampoco es que pensara que la pelirroja me estaba engañando, pero quizás había exagerado. No iba a darle más vueltas al asunto porque no era para tanto.

Después de cambiarme de ropa y preparar un té para entrar en calor, me senté en el sofá para comprobar si tenía mensajes nuevos. Realmente, lo que quería saber era si tenía alguno de Natalia, más que de cualquier otra persona. Efectivamente, su nombre aparecía el segundo de la lista, justo detrás de el de mi madre. Sin abrir la conversación, pulsé directamente el botón de llamada.

-Hola churri – estaba contenta

-Hola Nat – me llevé la mano instintivamente a la cara, como si fuese una adolescente enamorada en plena edad del pavo

-¿Y esta llamada así, de repente?

-Si te disgusta, te cuelgo – me hice la ofendida

-No seas tonta. Es obvio que no me disgusta

-Bueno. ¿Qué tal en Pamplona?
¿Cuándo vuelves?

-Pues genial. Al final fui con mis padres y mis hermanos a cenar el día de mi cumpleaños. Lo pasé genial, la verdad. Encima Santi, que es medio tonto, se puso a hacer el gilipollas en la silla y casi se cae de espaldas – no paraba de reírse, y yo con ella – No veas lo que nos reímos

-Ya me imagino

Cada vez que escuchaba a Natalia parecía que la distancia que existía entre nosotras desaparecía. Como si nunca hubiese existido. Era jodido no poder abrazarla, pero al menos así la sentía un poco más cerca.

-Vuelvo mañana. Ya tengo el billete de tren. Estoy deseando ver a la Mari y a los otros dos

-Ay, cómo la echo de menos – se me escapó un suspiro – Bueno, a todos en general. La verdad es que…Espera un segundo - Hacía ya varios minutos que escuchaba cómo algo golpeaba el cristal de la ventana de la cocina. Me levanté, buscando el origen de aquel sonido - ¡Natalia! – un gato de color oscuro golpeaba con insistencia y algo de desesperación el vidrio pidiendo refugio de la lluvia, la cual se había intensificado en los últimos minutos

-¿Qué? ¿Qué pasa? – respondió asustada

-¡Un gatito! – hice un puchero como si pudiera verme – Está lloviendo muchísimo y quería entrar para resguardarse – me estaba muriendo de amor con aquella bolita de pelo

-Coge una toalla y sécalo cuanto antes, no vaya a ponerse enfermo

-Te pongo en altavoz – fui corriendo al baño, volviendo unos segundos después para envolver al felino e intentar proporcionarle algo de calor

-¿Tiene collar o algo?

-No – dije tras inspeccionar su cuello con delicadeza – No parece que sea de nadie

-Albi, si quieres hablamos en otro momento. Encárgate del gato primero. No tengo problema

-¿No te importa? – no quería colgarle, pero sentía una urgencia tremenda por ocuparme del inesperado inquilino

-Claro que no. Te llamo luego. Un beso

Me acomodé en mi asiento, procurando brindarle al animal todos los cuidados necesarios. Al cabo de una hora parecía haberse recuperado de la tromba de agua, jugando a atrapar algunos de mis dedos entre sus patitas. Mientras se entretenía, lo observé con mucho más detenimiento que cuando lo recogí. Era una hembra, de uno o dos años como máximo, de tamaño medio. De hecho, encajaba a la perfección en el hueco de mis brazos, donde lo había acunado como si fuese un bebé. Corroboré lo que le había dicho a Natalia; no llevaba ningún tipo de collar o distintivo que indicase que tuviese familia.

-¿Te gustaría quedarte aquí conmigo?  - le hablé como si pudiese entender lo que le estaba diciendo. La gata ronroneó, dándome una especie de una afirmación – Si nadie te reclama en un par de días, esta puede ser tu nueva casa – se me quedó mirando fijamente durante varios segundos para retomar su pequeño juego donde antes lo había dejado.

* * *

POV Natalia

La vuelta a Madrid tenía un sabor agridulce que iba a ser difícil de hacer desaparecer. Pamplona había significado madurez, cambio, dejar el pasado atrás, como si mi vida hubiera estado en una pausa permanente. Ahora podía darle al play y continuar con ella. La imagen tan negativa que tenía de la ciudad había desaparecido para dejar paso a una sensación de nostalgia que hasta ahora había desconocido y se había instalado en una parte de mi corazón.  Cuando me fui de allí en verano, Pamplona estaba cubierta, en mi memoria, por un halo de dolor y sufrimiento que se había disipado en la última visita, dejando paso a un recuerdo con tintes de nostalgia.

La capital me había recibido con frío y un cielo encapotado, acorde con lo que sentía en esos instantes. Echaba mucho de menos a Alba. Pasar las vacaciones con ella habían sido un sueño pese a la discusión que habíamos tenido. De hecho, hasta eso me había hecho bien. Por una parte, me había ayudado a darme cuenta de lo que realmente sentía por ella o, mejor dicho, hasta qué punto lo sentía, y también me había ayudado a soltar el lastre que había arrastrado durante tanto tiempo.

La Mari me recibió con un abrazo que no sabía lo mucho que lo necesitaba hasta que me lo dio. Al fin y al cabo, había estado conmigo desde que me mudé y había sido un apoyo fundamental. Tras el abrazo vino el interrogatorio, el cual me negué a responder hasta que nos viésemos todos. Veinte minutos después había arreglado una salida para esa noche con Miki y Marta. Cuando por fin me quedé a solas, me tumbé en la cama y cogí el móvil.

[18:45] Natalia: ya he llegado. Qué tal todo?

[18:47] Alba: si? Genial

[18:47] Natalia: hemos quedado con Marta y Miki esta noche. Qué tal el gato?

[18:51] Alba: qué guay Nat. Pues bien. Nadie lo ha reclamado, así que creo que me lo voy a quedar

[18:52] Natalia: me parece genial. Así tendrás compañía. Como se va a llamar?

[18:53] Alba: Queen

[18:53] Natalia: me encanta el nombre.  Va a juego contigo

[18:53] Natalia: te echo de menos

[18:54] Alba: yo a ti también

[18:55] Natalia: ❤️ voy a empezar a prepararme vale?

[18:57] Alba: vale churri. Pasalo bien

Me metí en el baño. No habíamos quedado hasta dentro de una hora y media, pero no me gustaba llegar tarde a los sitios y prefería estar lista cuanto antes. Puse Héroes del sábado en Spotify (una canción que me había recomendado Alba) y me metí bajo el agua, dejando que el agua caliente me ayudase a entrar en calor.

** *

-Natalia, ¿estás lista? – María gritaba desde el salón

-Sí, voy – cogí la chaqueta y la bufanda y fui a encontrarme con ella – Nos vamos cuando quieras

-Vale. Vamos a ir primero a recoger a Marta y ya tiramos para el bar. Miki está de camino

-Perfecto

Nos montamos con prisa en el coche, intentando evitar a toda costa el frío. La rubia no tardó en arrancar y partimos hacia nuestro primer destino.

-¡Dile a papá que me voy de la ciudad! – María cantaba a pleno pulmón - ¡Dile a los chicos que no volveré más!

-No te cansas de esa canción, ¿eh? – dije con una media sonrisa, disfrutando del espectáculo

-Ni loca – rio, provocando que yo también lo hiciese – Bueno, ¿dame una exclusiva no? - Arqueé una ceja, sin entender a qué se refería, a pesar de que no pudiese verme. Caí en la cuenta

-No insistas Mari. Dentro de un rato te enterarás

-Joder tía – paró el vehículo justo delante de donde estaba Marta – Eso no vale. No merezco esto

-Holaaaa – saludó eufórica – Cómo os he echado de menos – nos dio un beso a cada una – ¿De qué hablabais?

-Ésta, que no quiere contarme nada de su luna de miel con la novia

-Mari, coño – le di un golpe en el brazo – no es mi novia. Y le he dicho que ahora os lo contaré cuando estemos todos

-Pues yo quiero saberlo ya – le dio un codazo a María - ¿Que no?

La rubia volvió a arrancar el coche en dirección al sitio donde habíamos quedado. Veinte minutos después y una decena de vueltas para encontrar aparcamiento, entramos en el bar donde solíamos vernos. Miki nos saludó desde el fondo, con una cerveza en la mano. Corrí hacia él, dándole un fuerte abrazo que duró bastante.

-¿Qué tal todo por Pamplona?

-Genial, ahora os pongo al día
María se acercó a nosotros, depositando encima de la mesa tres botellines

-Suelta ya, coño – dijo una vez estábamos todos sentados

-Eso, eso. Salseo – apuntilló Marta

Miki se limitó a permanecer en silencio, esperando que me decidiese a hablar. Di un sorbo a la cerveza antes de arrancar.

-Pamplona ha sido genial. Echaba mucho de menos a mi familia, la verdad. Necesitaba pasar tiempo con ellos. Y bueno, sabéis que no me era muy agradable volver por movidas mías, pero ya están solucionadas – los tres asintieron felices. Miki me dio una palmada en la espalda, reconfortándome – Las navidades en Elche han sido otro nivel. Simplemente – guardé silencio. Ya que querían saber, no iba a ponérselo tan fácil

-Joder Natalia, deja de hacerte la interesante y cuenta de una puta vez. Quiero detalles

-Venga tía, cuenta

-Vale, vale. ¿Os acordáis del día que la vimos no? – asintieron. Miki resopló ante el recuerdo de uno de los días en los que peor me había visto – Hablé con ella. Bueno, más bien discutimos. Le monté un pollo sin sentido por culpa de mis inseguridades, pero luego lo arreglamos. Mari – me dirigí a la rubia, que me miraba expectante – el día que fuimos a por las llaves a tu casa después de la fiesta, en el ascensor…digamos que hubo algo – Marta aplaudió contentísima – Al día siguiente lo hablamos y bueno, hemos quedado en que sí que tenemos sentimientos por la otra, pero que no vamos a hablar nada más del asunto hasta que vuelva – di un trago largo a la bebida, dando por terminada la explicación

-Madre mía – exclamó la Mari – Qué de cosas pasan

-Es muy fuerte esto que está pasando – la morena agitaba las manos, nerviosa

-Mira que sois tontas las dos

-Me alegro mucho por ti Natalia, de verdad – Miki me abrazó – Es justo lo que necesitabas

-Gracias ratón – le froté el pelo, cariñosa

-¿Qué vas a hacer? – María no se iba a dar por vencida tan fácilmente

-Pues esperar a que vuelva Mari. No hay más. Y tú con Vicky, ¿qué?

-Eso eso. Yo me quiero enterar de todo

-Estupendamente, para variar – dio un largo trago a su cerveza, satisfecha – Estoy enamoradísima. Es perfecta. Y encima folla… - una sonrisa perversa apareció en su cara

-Anda que te cortas tú mucho – reí

-No te hagas la monjita que sabes perfectamente cómo soy – unió sus manos a la altura del pecho, burlándose – ¿Ahora eres Sor Natalia o qué? – dijo con cara de buena

-Vete a la mierda – volví a reírme - ¿Vosotros dos qué?

-Yo genial. Ya llevo un tiempo con Helena y la cosa va bastante bien. Aunque me cuesta entender por qué se pica cuando le digo que he quedado con vosotras

-Eso pasa cuando quedas con tres pivones – la respuesta de Marta nos hizo estallar en una carcajada - Pues yo no tengo nada interesante que contar en realidad. Mis navidades han sido tranquilas y un rollo al lado de las vuestras. Menos por unos sueños ultra raros que he estado teniendo

-Cuenta – la animé

-¡Hostia qué fuerte! – la miramos asustados – Me acabo de acordar que tuve una noche un sueño de lo más raro con Natalia, Alba y María

-Canta Marta. Venga

-Ave María, cuando serás mía

-¡Marta coño! – exclamamos al unísono

-Es broma. Ya paro. Soñé que erais monjas

-¡Hostia! – María estaba flipando por la coincidencia - Sigue

-Estás fatal Marta – Miki se llevó las manos a la cabeza, divertido

-No, si en verdad no me acuerdo de mucho. Sólo que erais monjas y estabais en un convento. Hacíais pan, rezabais y todo el rollo – mi cara era un poema ante la narrativa

-Me encantaría saber qué se cuece en esa cabeza para que tengas sueños así de raros – la rubia estaba flipando

-Desde luego que a mí también me gustaría saberlo – finalicé mi cerveza, todavía en estado de shock

Sinmigo Where stories live. Discover now