Capítulo 10

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POV Alba

25 de diciembre

Unos toques en la puerta de despertaron.

-Alba, Natalia, el desayuno ya está – dijo mi madre desde el otro lado de la puerta

No dijo nada más, y concluí que se había marchado. Natalia dormía a mi lado profundamente. Mi cara seguía escondida en el hueco de su cuello. Me separé de ella lentamente, sin apartar el brazo con el que la abrazaba. Nos habíamos acostumbrado a hacerlo así desde que pasó lo de mi hermana y veníamos juntas a descansar aquí. No lo habíamos hablado, pero tampoco había sido necesario, y lo prefería. Me gustaba la relación que teníamos y que habíamos ido construyendo desde que volví. Nos gustaba pasar mucho tiempo juntas, haciendo el tonto o hablando de nuestros sueños, de nuestro futuro y de nuestras ambiciones. Y a pesar de todo, había algo que me preocupaba: el motivo por el que no quería volver a Pamplona. ¿Qué podía ocurrirle a una persona que fuese tan horrible como para no querer ir a su casa?

Fijé mi vista en ella mientras le acariciaba suavemente la barriga, apoyándome sobre el codo para tener mejor visión. Estaba guapísima. El día que tuvo la idea de pasar las navidades con nosotros sentí una alegría indescriptible. Se estaba convirtiendo en uno de mis mayores apoyos (sin contar a María) y se lo agradecía. Rodeé lentamente su ombligo con la yema de los dedos. La piel se me erizó como cada vez que entraba en contacto con su piel desnuda. Una parte de mi ya había asumido que me gustaba Natalia, pero no quería escucharla, especialmente desde que había conocido partes de ella que no solía mostrar. Además, lo más probable era que ella ni se habría fijado en mí. Aún recordaba sus palabras del verano “Ni aunque fueras la última sobre la faz de la Tierra, Reche

-Oye, que me vas a desgastar de tanto mirarme – la morena estaba despierta. ¿Se habría dado cuenta de que llevaba un buen rato mirándola?

-No te miraba, egocéntrica – sonreí intentando no sonrojarme – Estaba distraída, pensando

-¿Y en qué pensabas? – giró en mi dirección sin abrir los ojos

-En que hoy es Navidad – dije lo primero que se me había pasado por la cabeza

-Mmm – parecía pensar – tienes razón

-Buenos días, por cierto – volví a sonreír, y me acerqué para darle un beso en la mejilla

-Buenos días, bella flower del jardín – respondió, ladeando la cabeza

No me di cuenta del movimiento de Natalia, lo que hizo que fuesen sus labios los que entraron en contacto con los míos, y no su mejilla. Fue un segundo, tiempo suficiente para ponerme rojísima. Me separé enseguida, muerta de vergüenza

-Vamos a desayunar, ¿no? – hizo como si no hubiese pasado nada, abriendo los ojos por primera vez desde que se había despertado

-Sí, sí, claro – salí rápidamente de la cama, me puse las zapatillas y caminé en dirección a la cocina - ¿Vamos?

Natalia me miraba aún desde la cama, sonriendo, sin decir nada

-¿Qué?

-Nada – empezó a reírse, bajito. Miraba hacia abajo

-Jo Nat. ¿Qué pasa? – empezaba a ponerme histérica. Bueno, más

-Que estás muy guapa cuando te pones nerviosa

No sabía si irme o contestarle algo, pero estaba demasiado bloqueada para lo segundo, así que opté por marcharme lo más rápido que podía. Mi madre ya estaba sentada en la mesa del comedor con Marina, mi padre y…¿qué hacía aquí la Mari? Fui directa a darle un beso a mi hermana. Después de todo lo que había pasado, cada día daba gracias por poder verla una vez más, por tenerla a mi lado.

Sinmigo Where stories live. Discover now