Capítulo 13 (Parte 1)

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28 de diciembre

POV Natalia

Me abracé a la almohada, empapando la tela de ésta con mis lágrimas. No sabía cuánto tiempo llevaba llorando y tampoco sabía con certeza el tiempo que había pasado desde que Alba se había ido de la habitación, porque todo parecía haberse detenido. Como una película pausada o como cuando dejas de leer un libro a mitad de página sin saber qué va a pasar a continuación. Y yo tampoco lo sabía. La había cagado, pero bien. Había preferido ser una cobarde, tener miedo, antes que echarle cojones y decirle a la rubia lo que sentía de verdad. Sentía rabia contra mí misma también. Después de tanto tiempo no había conseguido superar nada, solo me había autoconvencido de que sí. Pero eso ahora no importaba. Tenía que actuar, y hacerlo rápido. Alguien estaba llamando a la puerta.

-¿Sí?

-Natalia, soy yo. ¿Puedo pasar? – Marina estaba al otro lado. Suponía que habría oído algo

-Claro – intenté controlar un poco el llanto antes de que entrase. No se acercó a mí, sino que cerró la puerta y se quedó apoyada en ella

-Corre

-Qué? – no entendía qué quería decir

-Mi hermana está fuera. Probablemente hecha polvo después de lo que le has soltado – la oscuridad de la habitación me impedía ver su cara, pero por el tono deduje que sentía una mezcla de enfado y compasión

-Pero Marina, – me quité un par de lágrimas de la mejilla – no creo que quiera…

-Natalia Lacunza – ahora sonaba dura – la has cagado hasta el fondo. Ve a buscarla y arréglalo de una maldita vez. No te mereces sufrir, y mi hermana mucho menos, así que más vale que solucionéis esto o te voy a matar yo personalmente. ¿Estamos?

-Marina, yo… - mi cabeza era un hervidero de preguntas sin respuesta – lo siento – iba a romper a llorar de nuevo. No tenía que haber dicho…  - hizo un gesto con la mano, pidiéndome que me callase

-A mí no. Las disculpas y las explicaciones a ella. Sal y no se te ocurra volver si no es con ella al lado. Ve, corre

Estaba totalmente bloqueada. No sabía que hacer. A pesar de ello, hice exactamente lo que la pequeña de las Reche me había ordenado. Sin perder un momento, me puse los zapatos, cogí una chaqueta y salí corriendo de la habitación en dirección a la calle. Ni siquiera reparé en que Miguel Ángel seguía en el salón cuando pasé a su lado hasta que encaré la salida. Dudé un momento en dar media vuelta y explicarle lo que había pasado, pero desistí. No tenía tiempo.

Fuera, el tiempo había empeorado, y eso que parecía poco probable que pudiera ocurrir. No llevaba ni diez segundos fuera y ya estaba empapada. Miré nerviosa a ambos lados de la calle, buscando una cabellera rubia en medio del temporal. Nada. Corrí en dirección al patio trasero de la casa, buscando tener un golpe de suerte. El corazón me latía deprisa, y mi cabeza era incapaz de pensar en qué le diría cuando la encontrase, pero tampoco me importaba. Mi única prioridad era arreglar el desastre que había causado.

-¡Alba! – volví a gritar mientras giraba la esquina de la vivienda. Allí tampoco estaba

El pánico empezó a apoderarse de mí. Me llevé las manos a la cabeza al tiempo que notaba cómo las piernas me fallaban y la ansiedad que llevaba minutos ignorando empezaba a consumirme. “Eres idiota. Seguro que se ha ido a buscar a Lorenne, porque se merece algo mejor que tú”. No podía parar de repetirme la misma frase una y otra vez. Me dejé caer en el suelo empapada y derrotada, sintiéndome cada vez más pequeña y abandonándome al llanto que brotaba de mis ojos y se mezclaba con la lluvia.

Y entonces la vi. Como un sueño, o como un espejismo. Al otro lado de la calle, unos metros más adelante, una chica se encontraba sentada entre dos coches con la cabeza enterrada entre las piernas. Tenía que ser ella. Me puse de pie como si me fuese la vida en ello (y en parte, así era) y acorté la poca distancia que había entre ella y yo en cuestión de segundos.

-Alba, lo siento – me arrodillé delante de ella en señal de súplica. No se inmutó, continuando en la misma posición – Por favor, dime algo. Lo siento – no era capaz de decir otra cosa

Estaba llorando, silenciosa. No sabía si me dolía más verla así siendo yo la causante, o el desprecio merecido que me mostraba. Acerqué una mano a su brazo, temblorosa, pero ella la apartó de un manotazo cuando notó el contacto.

-¡Déjame en paz Natalia! ¡Vete a Pamplona y no vuelvas! – escupió cada palabra con rabia. Me lo merecía

-No quiero irme, Alba. Nunca he querido – dije sollozando

-¿De qué vas? – clavó sus ojos en los míos, furiosa – Me dices que quieres venir a pasar con nosotros la Navidad, te ofreces a hacerme de modelo, me dices que me echas de menos y veinte mil cosas más, y luego me montas la de Dios sin motivo, llamándome egoísta y echándome en cara que me he besado con Lorenne sin saber absolutamente nada más del tema. ¡¿Qué coño te pasa eh?! – había dejado de llorar y se había puesto de pie, apretando los puños, sin haber dejado de mirarme en ningún momento.  Yo continuaba arrodillada, pero ahora lo estaba a sus pies. La estampa de la que formábamos parte era una metáfora dolorosamente preciosa del perdón que buscaba en ella

-Alba, lo siento. No pretendía…

-Me da igual lo que pretendías Natalia. El daño ya está hecho – sentí como si me hubieran dado un puñetazo en la boca del estómago – No eres nadie para cuestionar mi vida o las cosas que hago. Ni tú, ni nadie. Y menos por unos celos que no sé de dónde coño te han salido. Así que ahora soy yo quien no quiere que te quedes. Lárgate a tu casa y déjame tranquila – una puñalada me habría dolido menos que esas palabras. Durante unos minutos, no se escuchaba otra cosa que el sonido de las gotas de lluvia golpeando violentamente contra el asfalto y un trueno lejano. Dio media vuelta con intención de marcharse, pero la retuve

-Espera, por favor. Déjame hablar – las palabras salieron de mi boca como un susurro en medio de la noche

-Suéltame. Ya has dicho bastante – se deshizo de mi mano con desdén y echó a andar

-No son celos. Es miedo – como si hubiese pronunciado una especie de palabras mágicas, se detuvo en seco y dio media vuelta, en silencio – Tengo miedo – tragué saliva, buscando las palabras adecuadas para continuar hablando. Todo lo que dijese podía ser decisivo

-Tengo miedo de mí misma. Del pasado. De… - se me hizo un nudo en la garganta. Las palabras se me atascaban

-¿De qué más, Natalia? – parecía acariciar mi nombre con el borde de sus labios

-De perderte. Tengo miedo de perderte – no podía más. Me lancé a sus pies sintiendo cómo me rompía y, al mismo tiempo, un peso enorme me liberaba el pecho. De nuevo, silencio. Entendí que no había podido solucionar nada, que se iría sin remedio y yo, como una idiota, la había perdido por algo de lo que ella no tenía la más mínima culpa. Suspiró profundamente. Me temía lo peor

-Natalia – sentí sus brazos rodearme, apoyando la cabeza en mi hombro. También lloraba - ¿Qué coño te han hecho?

-Te lo contaré – la agarré fuerte, como si en cualquier momento fuese a evaporarse – Pero ahora no puedo. Tardaré un tiempo, pero te prometo que lo haré

-Esperaré – dijo muy cerca de mi oído, como un secreto entre nosotras – Vamos dentro anda. Estamos empapadas

Tuvo que ayudarme a ponerme en pie porque las fuerzas me faltaban. Caminamos en dirección a su casa, y por primera vez desde hacía varias horas fui capaz de respirar con calma, como si nunca hubiese sido capaz.

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31 de diciembre

POV Alba

Habría querido que mi relación con Natalia hubiese continuado como si nada después de la discusión, pero me era imposible. No podía ignorar la preocupación que me rondaba la cabeza desde que mis sospechas sobre que algo le había pasado en Pamplona eran ciertas. Sabía que todo lo que me había dicho aquella tarde en medio del temporal era cierto. Algo dentro de mí me decía que había sido sincera, y no tenía intención de ponerlo en duda. Aquella noche volvimos a dormir como siempre, y entre caricias le había prometido que la había perdonado y que esperaría a que estuviera lista para contármelo.

Ella, a pesar de todo, seguía mostrándose insegura como si todavía se sintiera culpable. Era algo que me enternecía mucho y a la vez me entristecía, me hacía sentir inútil no saber cómo demostrarle que ya no quedaba nada por lo que perdonarla.

-Marina, ¿sabes dónde está Nat? – pregunté asomando la cabeza por el marco de la puerta del salón

-Ha ido un momento a casa de Miki a enseñarle no sé qué – la miré intrigada, pasando luego a la tranquilidad

-Mejor – me senté a su lado – Tengo que hablar contigo

-Tú dirás – se sentó con las piernas cruzadas, mirándonos cara a cara

-Hablé con Natalia – suspiré

-Lo sé. Bueno, me lo imaginaba más bien por cómo volvisteis el otro día – sonrió, divertida

-No le he contado que la vi después de que Lorenne me besara – alargué la mano, buscando la suya

-Hostia – abrió los ojos sorprendida – Ahora entiendo por qué volviste tan mal

-Me sentía muy culpable. Pensaba que le afectaría de alguna manera, pero no me imaginaba que tanto como para ponerse como se puso – me pasé la mano por el pelo, pensativa – En realidad, no sé de qué manera le ha afectado. Algo le pasó, Marina – se me hacía un nudo en la garganta cada vez que pensaba en aquello. Me temía lo peor – Algo bastante duro que no me ha contado, pero que dice que lo hará

-Bueno. Ten paciencia entonces – sonrió dándome un suave apretón en la mano – Se nota que te gusta Alba, mucho

-¡Marina! – noté cómo me ardían las mejillas

-Eres mi hermana. Y tengo ojos en la cara – hizo una pausa – Natalia es genial. No la pierdas. Y no dejes que se pierda – no me hizo falta preguntarle. Sabía perfectamente a qué se refería – Cambiando de tema. ¿Qué vas a hacer esta noche?

-Hemos quedado todos para ir a Sin nombre después de las uvas. Sí – me adelanté a su pregunta – Natalia también viene

-Lo que daría por veros borrachas – estalló en una carcajada que se me pegó enseguida

-¿Me contáis qué es tan gracioso y así me río yo también? – Natalia acababa de entrar, sonriendo

-Nada Nat, una tontería de mi hermana – me puse en pie y la abracé, refugiándome en el hueco de su pecho

-Hola churri – me dio un beso en la frente

-No me habías dicho que ibas a ver a Miki – la miré intrigada

-Ah, ¿no? – evitaba mirarme a los ojos – Creía que sí. Pero vaya, he ido porque quería enseñarme una cosa – eso no era lo que me había dicho Marina. Alguna de los dos me estaba mintiendo, pero fingí que no me había dado cuenta

-Voy a ver qué me pongo para esta noche, ¿vale? Mi madre llegará enseguida y empezará a preparar la cena. Ayúdala si necesita algo, por favor

-Claro – me dio un beso en la mejilla. Volví a abrazarla y me fui a mi habitación

                           * * *

POV  Natalia

Estaba terminando de pintarme la raya del ojo. La cena empezaba a las nueve y yo ya estaba casi lista mientras Alba estaba terminando de arreglarse en el baño. Le había preguntado varias veces qué iba a ponerse pero no quería contármelo. Decía que era una sorpresa. Intenté concentrarme en mi tarea para que quedase perfecta.

Estaba bastante nerviosa. A pesar de que Alba me había perdonado, seguía sintiéndome culpable por todo lo que le había dicho, y llevaba bastantes días pensando qué podía hacer para demostrarle lo mucho que la quería. Había ido a ver a Miki para pedirle consejo, y me había recomendado hacer lo que mejor sabía y más miedo me daba: cantarle.

-Natalia, ¿por qué no le cantas algo?

-Tú estás loco. Me muero – le di un golpe en la cabeza

-Piénsalo. Así aprovechas y le dices lo mucho que la quieres – parecía entusiasmado con la idea

-Que no. Además, – sopesé la idea levemente - ¿qué iba a cantarle?

-Alguna de las tuyas

-¿Cuál? – se rascó la cabeza, pensativo
– NO. N.O. – sabía perfectamente cuál tenía en mente con sólo verle la cara

-¿Por qué no? Es perfecta. Además, ¿no decías que no sabías qué regalarle por su cumpleaños? Te viene que ni pintado

Tenía razón. La idea era buena, pero me daba muchísimo miedo. Sin embargo, si algo había sacado en claro de la pelea del otro día era que, si no me arriesgaba con Alba, no tenía posibilidades de ganar.

-Nat, ya estoy – escuché la voz de la rubia detrás de mi

-Vaya – sentí que se me había olvidado cómo respirar. Llevaba el pelo recogido en un moño, con el flequillo perfectamente arreglado. Un traje negro ceñido, abierto por uno de los hombros que le llegaba hasta la mitad del muslo y unos tacones negros a juego

-¿Tan mal me queda? – se colocó en mi sitio para mirarse al espejo, por lo que di un paso atrás para dejarle sitio. La prenda le quedaba a la perfección, ajustándose a cada línea de su cuerpo como si lo hubiesen hecho expresamente para ella. No puede evitar fijarme en cómo el vestido resaltaba su culo. Maldita Alba Reche, que no sólo era un amor de persona, sino que encima era guapa y estaba buenísima. Tenía el mejor culo de España – Natalia, sabes que te estoy viendo por el espejo, ¿verdad?

-Sólo estaba viendo lo bien que te queda – recé por que no se me notase la vergüenza que sentía – Estás impresionante

-Gracias – me miró de arriba abajo con una sonrisa – Tú también estás espectacular

Había elegido un pantalón morado y una americana a juego y un top de encaje. Me había hecho un pequeño moño, dejando la mayor parte del pelo suelto. Ya me había puesto el pintalabios y había acabado de hacerme las rayas justo antes de Alba entrase.

-Gracias churri – le di un beso en la mejilla, con cuidado de no arruinar el maquillaje de ambas - ¿Vamos? – asintió, cogiéndome del brazo que le había ofrecido, y nos dirigimos al salón

Miguel Ángel, Marina y Rafi estaban de pie junto a la mesa, bebiendo vino y hablando mientras se reían. Los tres se giraron cuando ambas aparecimos.

-Madre mía, qué guapas que estáis – Rafi abrazó a su hija de manera efusiva mientras él me daba un beso – Tú también Natalia – ahora me abrazaba a mí

-Vaya pivón, hermanita – Marina la miraba divertida

-Gracias enana

-Lo decía por Natalia. Pero tú tampoco vas nada mal – todos nos echamos a reír, incluida Alba, que la miraba con los ojos muy abiertos

-Bueno, sentaos que voy a ir trayendo la comida

-Te ayudo Rafi – caminé detrás de ella mientras los demás se sentaban alrededor de la mesa

                            * * *

-¡Feliz Año Nuevo!

Los presentadores anunciaban el final del año y el comienzo del nuevo, y nosotros nos dimos los respectivos besos de felicitación entre sonrisas y lágrimas mientras Miguel Ángel descorchaba una botella para brindar. Sirvió el líquido en cinco copas y nos la repartió

-Un año más juntos. No puedo pedirle a la vida más que eso – sonrió en dirección a Marina - Os quiero mucho mis niñas – ahora me miraba a mí – Tú también eres parte de esta familia Natalia, desde hace muchos años, pero ahora más que nunca. Gracias por lo que has hecho por nosotros estos últimos meses – asentí en señal de agradecimiento al tiempo que me unía al resto levantando las copas

-Alba, ¿cantamos algo? – vi como la rubia se ponía roja al instante, y a Marina parecía divertirle

-Bueno, vale - no podía negarle nada su hermana - ¿Cuál?

-Ya sabes cual – le lanzó una mirada cómplice que captó a la perfección. La mayor de las Reche se levantó, colocándose justo al lado de las otra. En todos los años que hacía que nos conocíamos, nunca había escuchado a Alba cantar. De hecho, ni siquiera sabía que lo hacía, aunque tampoco me sorprendía dado que ella tampoco me había oído a mí. Ambas cogieron aire y entrelazaron sus dedos

-It’s not simple to say. That most days I don’t recognize me… - la voz de Alba era muy suave, como el roce de la brisa en plena primavera y algo rasgada, lo que le imprimía muchísima personalidad

-It’s not easy to know… - la de Marina también era bonita, pero no tenía nada que ver con la de Alba. Me tenía atrapada. Era…particular, especial. Era mágica

-When she’s bruised and gets used. By a man who can’t love… - un cúmulo de sensaciones se iban apoderando de mí conforme avanzaba. Ya conocía la canción porque la habíamos escuchado juntas, y me gustó tanto que me hizo llorar. Pero escucharla salir de su boca era una experiencia de fuera de este mundo


Los aplausos llenaron la habitación cuando ambas terminaron. Estaba flipando, y me hubiera quedado en ese bucle si no fuese porque los nervios me tenían atacada.

-Mamá, cogemos nuestras cosas y nos vamos, ¿vale? – fue hacia la habitación y yo la seguí. Cerré la puerta y me dejé caer en ella, armándome de valor

-Alba – llamé su atención

-Dime Nat – estaba colorada por el esfuerzo y, probablemente, también por la vergüenza de haber cantado delante de mí

-Tengo que decirte algo – notaba las manos sudadas y el corazón completamente desbocado

-Dime – se sentó en el borde de la cama, intrigada - ¿Por qué sacas la guitarra? – hice un gesto con la mano pidiéndole que esperase. Me senté en la silla del escritorio y comprobé que estuviese afinada

-Hace unas semanas fue tu cumpleaños y bueno, no hemos tenido tiempo de celebrarlo – hizo un gesto con la mano, queriendo quitarle importancia al asunto – El caso es que quiero darte mi regalo – sentía que empezaba a faltarme el aire y que mi corazón tenía más pinta de haberse parado que de otra cosa – Quiero decirte… - joder, ahora no era momento de bloquearme - …déjame decirte lo que me haces sentir cuando cantas – cerré los ojos y dejé que mis dedos tocasen las primeras notas – I know you won’t listen to my words…

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Bueno, ya teneis a las pencas de vuelta. Menudo capítulo eh? Cómo reaccionará Alba? Qué pasará? El próximo capítulo se viene fuerte amiguis, haced vuestras apuestas. Y ya sabéis, cualquier comentario, duda, ruego o insulto, podéis escribirnos aquí o en nuestras redes. Nos leemos!
Pd: muchísimas gracias por vuestros mensajes de apoyo respecto al capítulo anterior. No puedo responder a todos, pero sí deciros que os amamos to fuerte y que sin vosotrxs este FIC no seria posible 🖤

Sinmigo Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt