Capítulo 2

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Bart sudaba demasiado. No controlaba los espasmos en sus extremidades. Se quejaba adolorido intentando huir de lo que sea que lo estuviera torturando es sus sueños. Una pesadilla, eso era evidente. El inocente que lo ayudó al salir de su trabajo intentaba de todo para despertarlo, pero su estado convaleciente le era una dificultad. Bart estaba más herido de lo que sus marcas corporales evidenciaban. El dueño del apartamento se inquietó hasta que la tristeza lo alcanzó. Se mordía los labios escuchando los delirios de quien ocupaba su cama. Tocó su hombro nuevamente y lo llamó genéricamente para hacerlo abrir los ojos, pero el chico pelirrojo seguía manoteando violentamente.

Fue en el instante de alargar su brazo hacia el vació que a su guardián momentáneo se le ocurrió tomar su mano. Quizás en su sueño, eso era lo que anhelaba. Así que no dudó más en atrapar su mano temblorosa y raspada para convertirse en su apoyo ilusorio. El pelirrojo se resistió unos segundos, apretando fuertemente después. Sus agresivos movimientos fueron pausándose paulatinamente. Su cuerpo cayó rendido dentro de su de por sí agotado semblante.

Las horas se resbalaron entre sus pestañas vigilantes. No abandonó su guardia hasta que el alba no comenzara a vislumbrase a través de la ventana. Su alarma le indicaba que despierto debía estar, que su jornada debía comenzar. Sin embargo, ignorada fue, pues se quedó dormido, en la misma posición de hace horas, junto al herido, tomando su mano.

Durmió acostado, solo de pecho y cabeza, sobre su cama ocupada. El resto de su cuerpo yacía colgado, postrado en el piso. Percibió su brazo entumido, pero ni aun así soltó al muchacho.

Más del medio día se marcaba en los relojes de la casa. El astro rey se clavaba de lleno por el gran ventanal de la habitación. Y justo por una rendija olvidada entre los pliegues de las cortinas, sus rayos se filtraron golpeando la cara de Bart. Su cabeza le dolía y esa luz excesiva lo empeoraba todo. Abrió lentamente los ojos, impregnándose de las extrañas imágenes que a su cerebro llegaban. Confundido era poco, se sentía perdido, desconectado de la realidad. Sus músculos tiesos y sus articulaciones adoloridas lo asustaron por un instante. La molestia no era tan apabullante como el dolor de su cabeza, o eso creyó, pues al querer levantarse, su pie punzó taladrándolo hasta lo más recóndito del alma. Sin mencionar que su mano vendada lo inutilizaba diestramente y lo obligaba a utilizar la izquierda. Ocupándola para asistirse y sentarse, la miró atorada por otra mano. Se sintió abrumado al darse cuenta del extraño que lo acompañaba. Se movió alejándose, arrinconándose contra la pared. El movimiento despertó inmediatamente a quien apretada sus dedos. Bart aprovechó para recuperar su mano velozmente. Su aturdimiento no hacía más que crecer, por eso se arrastró entre las sábanas hasta encuadrarse en la esquina de la habitación. El dolor en su pie lo hizo reflejar algunas lágrimas.

Su acompañante reaccionó a la pérdida del agarre. Buscó con la mirada al dueño de la mano y se sorprendió de verlo recluido en un pequeño espacio de la cama. Percibió su desconfianza y aprensión, así también el dolor que sentía.

-Ho-hola... -Le saludó tímidamente, poniéndose de pie-.

-¡No te acerques! –Bart le indicó casi aterrorizado-.

-Todo está bien... Ya estás a salvo... Yo no te haré daño-.

-¿Qui-quién eres? ¿Dónde... estoy?

-¿No te acuerdas? Ayer te asaltaron unos sujetos en el callejón. Yo los vi y los ahuyenté... Yo fui quien te trajo aquí. Ésta es mi casa. Me llamo Jaime. Estabas muy herido... Te desmayaste... Estabas realmente mal... ¿Lo olvidaste?

¿Olvidar? No. Bart jamás podría darse ese lujo. Con esa pregunta, rememoró cada detalle desafortunadamente; todo, como si fuera una película en reversa. La caminata, la grieta, la caída, los pasillos obscuros, la habitación, el disparo, el vidrio, el asco, la firma, aquellas muertes. Aquellas muertes.

No sueltes mi mano [BluePulse]Where stories live. Discover now