Capítulo 12

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Salió del baño reingresando a su habitación, buscando ropa y vistiéndose lo más lento posible para no tener que volver tan pronto a la estancia. Cuando no tuvo más opción que ir y acompañar a Bart, abandonó su cuarto dirigiéndose a la sala, donde el pelirrojo dormía despreocupadamente.

Tendido sobre el sofá, con la televisión aún encendida y abrazando un cojín, Bart daba la impresión de no saber en qué momento había sucumbido a la somnolencia. Jaime aún no se percataba del estado de su huésped, pensó que miraba quietamente algún programa de variedades, así que pasó de largo hasta la cocina.

De reojo levantaba la vista y observaba unas décimas de segundo al pelirrojo. Al no percatarse de algún movimiento, lo dejó ser sin molestarlo.

Se preguntó si Bart ya había cenado, pues las últimas noches el chico lo había esperado hasta que llegara. Y aunque no cenaba con él, el pelirrojo comía a la misma hora. Se sintió un poco culpable por tratarlo así, pero si no se alejaba un poco, el riesgo de lastimarlo haciendo una estupidez se incrementaba exponencialmente.

Suspiró entristecido viendo que Bart no se movía para hablarle o invitarle algo de lo que sea que haya cocinado. Pensó que quizá por fin lo había hecho enojar, que finalmente lo había alejado con su indiferencia.

-¡No! –Exclamó asustado-. ¡¿Qué hice?! ¡No, no puedo perderlo! –Se dijo dirigiéndose a la sala-.

Se acercó cauteloso, reflexionando lo que saldría de su boca y cómo se disculparía por sus últimas acciones. Se plantó entre el muchacho y la televisión deseando llamar irremediablemente su atención, sin embargo, debió atorar sus palabras al enterarse de lo profundo que dormía su invitado.

Se sonrojó infantilmente al mirarlo suspirar entre sus sueños. Tragó saliva observando su silueta acomodada entre los cojines y una pequeña manta, así también se paralizó en cuanto vio su pechó alzarse al inhalar y bajar al exhalar. Le fue inevitable no acordarse de las imágenes que abordaron sus recuerdos. Desvió su mirada a punto de salir corriendo y lo hubiera hecho de no ser por la vocecita de Bart pronunciando su nombre.

Jaime se congeló intentando comprender lo que escuchó. Sonrió sagazmente al escuchar reiteradamente ese llamado. Giró sobre sus talones para enfrentar al origen de sus deseos, sin embargo, abrió los ojos como telones cayendo en cuenta que el pelirrojo continuaba durmiendo.

Extendió nuevamente su sonrisa. Apagó la televisión y se arrodilló justo enfrente de Bart. Temerosa y tímidamente aproximó sus manos temblorosas. Delicadamente comenzó a acariciar los suaves mechones del menor. Enredaba entre sus dedos cada uno de sus tersos cabellos. Paulatinamente, despejó la frente y se concentró en las mejillas. Sus yemas se deleitaban con la suavidad de su piel y su cándida temperatura. Acortó curiosamente la distancia de ambos rostros.

-Bart... -Susurró hipnotizado por la amenidad de la dulce expresión que el pelirrojo le mostraba-.

-Jaime... -Repitió el chico apenas audiblemente-.

Al aludido le faltó fuerza para aguantar la inconmensurable felicidad que nació con ese tierno llamado. Se sonrojó recordando las primeras noches que Bart pasó en su casa. En su memoria veía su afligido gesto al dormir, totalmente diferente a la gracia y delicadeza que ahora su rostro regalaba. Emanó su aliento destensando sus hombros. Decorosa y lentamente besó su mejilla. Luego posó nerviosamente su mano sobre la de Bart, tomándola después y afianzando el agarre.

-Bart... No lo sé, pero... pero... creo que... me estoy enamorando de ti... -Le dijo posando sus labios en aquellos del menor-.

Su caricia duró poco, pues no quería despertarlo. Se puso de pie soltando su mano y admirando su cuerpo. Apenas parpadeaba para no perderse detalle y no se mesuró al suspirar.

No sueltes mi mano [BluePulse]Waar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu