Capítulo 5

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Dos días pasaron sin novedad. Bart se la pasaba en la habitación durmiendo la mayor parte del día. Descansaba tan profundo que no veía a Jaime irse a la escuela o regresar. Cuando abría los ojos, lo observaba durmiendo sobre la silla, y como siempre, sosteniendo su mano. Nada en el mundo le dio valor para preguntar o confirmar por qué lo hacía. Y siendo sincero, no le molestaba que lo hiciera. Además, si Jaime deseaba hacerlo, no estaba en posición de negarle nada.

Cuando estaba despierto, escuchaba a Jaime hablar sobre la escuela, o su trabajo. Cada historia que salía de sus labios lo deleitaba por horas. Jamás conoció a alguien así. Así de simple, de directo, de divertido. Pues todas las ocasiones en las que estuvieron juntos, él era quien rompía con el silencio incómodo, pues Bart se resistía a hablar de él o de lo que lo rodeaba.

Nuevamente abrió los ojos rutinariamente. Esta vez fueron las risitas de Jaime quienes lo despertaron. Bart se levantó buscando la razón de su hilaridad.

-Lo siento... Te desperté... -Jaime se disculpó sonriendo-. Pero es que esto está demasiado bueno... -Aclaró señalando una tira cómica-.

-¿Hoy... hoy no irás a la escuela? –Bart le inquirió sentándose-.

-No... Hoy sólo tengo una clase y preferí quedarme a hacerte compañía. Creo que te aburres aquí...

Bart sonrió bostezando. Luego se pausó unos segundos antes de desviar su mirada negándose a completar una petición que tenía en mente.

-¿Qué sucede? ¿Estás bien? ¿Te duele algo? –Jaime preguntó poniéndose de pie-.

-No... nada de eso... -Bart se sonrojó infaliblemente-.

-Dime... ¿qué necesitas?

-Bueno... Me-me... me gustaría tomar un baño... -Bart confesó sintiendo su cara en llamas-.

Jaime sonrió divertidamente.

-¡Por supuesto! –Exclamó saliendo de la habitación-.

Tardó un poco en volver. Regresó y le extendió la mano a Bart.

-Ven... te llevaré a la sala de baño. –Afirmó atrapando al pelirrojo entre sus brazos-.

Bart se sentía avergonzado por la escena que pudieron haber dado en esos instantes. Jaime lo llevó como las otras veces que lo auxilió. Esta vez lo sentó en la orilla de la tina mientras el mueble de porcelana se llenaba con agua vaporosa. Jaime se agachó para quitarle el vendaje del pie.

-¡No, no tienes que hacer eso, yo lo haré! –Bart reclamó ruborizado hasta las orejas-.

-Descuida... Obviamente, no me molesta... -Jaime respondió tomando delicadamente el pie herido-. ¿Cómo lo sientes? ¿Aún es muy fuerte el dolor?

-N-no... el hielo ha ayudado mucho y esa pomada que me pones también ha hecho su trabajo...

-Es receta familiar... Mi bisabuela le enseñó a mi abuela, luego mi abuela le enseñó a mi mamá y ella... no me ha enseñado, pero me dio un buen tarro para usarla...

Bart rio bajando sus hombros. Jaime se contagió del gesto.

-¿Y tu mano? ¿Cómo sigue?

-La inflamación ya no es mucha.

En cuanto terminó de desvendar el tobillo, Jaime colocó el pie sobre una de sus piernas, Bart se sonrojó en respuesta al movimiento. Jaime lo trataba de manera muy familiar, y aunque eso no le molestaba, lo hacía sentirse extraño. Así entonces, prosiguió a descubrir la mano vendada. El toque cálido de sus dedos sobre su piel fría estremeció el corazón de Bart, el cual empezó a latir tan fuerte que también su respiración comenzó a agitarse.

No sueltes mi mano [BluePulse]Where stories live. Discover now