Capítulo 24

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Su respiración agitada era lo único que podía expresar en esos segundos. Kyle apretaba su paso en tanto se dirigía sin escalas a la estancia. Su mente no era capaz de dilucidar otra cosa que la gran ilusión de volver a ver a Wally, su eternamente leal e íntimo amigo de la infancia. A quien a lo largo de toda su vida, siempre le profesó un profundo y apasionado amor; tan grande y fuerte que, a pesar del paso de los años y de nunca haber podido consumarlo o apaciguarlo, no quiso dejar a un lado por propia decisión.

Aunque su cariño fue confesado y no correspondido, la amistad que los unía los mantuvo cercanos sin importar la distancia o el tiempo. No obstante, en los últimos cuatro años, ambos habían dejado de verse debido a las actividades personales de cada uno, pero sin poner eso de pretexto, no detuvieron ni interrumpieron su estrecha comunicación.

Se enviaban mensajes, se llamaban casi a diario, compartían fotografías y se devolvían las dedicatorias. No pasaba algo en la vida del otro sin que cada uno de ellos supiera. Sólo así se esmeraban para conservar algo que era valioso en sus vidas.

Mientras Kyle se apresuraba a llegar, Wally suspiraba emocionado y sonrojado. Se hallaba en un infantil estado de nervios. No concebía del todo que vería a su amado amigo después de separarse. De verdad se encontraba sumamente feliz. Se frotaba los dedos contando los segundos. Wally se preguntaba qué tanto habría cambiado en realidad su eterno amor. No confiaba del todo en las fotografías que Kyle le enviaba; por eso sonrió ilusionado por verlo atravesar aquella puerta y mirarlo directamente.

Los segundos seguían transcurriéndose entre su impaciencia y emoción. Comenzaba a impacientarse, así que abandonó el sofá y se acercó al ventanal que daba al jardín. Ahí buscó entretenerse y disminuir sus ansias. En tanto observaba el frondoso patio, liberó su tierna imaginación. Entonces, murmuró un nombre que le fue respondido enseguida.

-Kyle... -Llamó Wally expirando su cálido aliento-.

-Aquí estoy... -Habló el muchacho reconociendo su nombre-.

Wally viró atendiendo aquella voz que le resultaba tan añorada y familiar. Al ver a su querido amigo, su emoción fue inmediatamente opacada por sus gigantescas ganas de llorar. Enmudeció contemplando la figura que caminaba lentamente hacia él.

-Hola... -Saludó Kyle, ofreciendo una cálida sonrisa-.

Wally se cubrió la boca en un último intento por no llorar, pero el desencadenamiento de emociones lo superó obligándolo a pronunciar en voz alta el nombre del ojiverde, con ello, el impulso le valió para salir corriendo para abrazarlo. Kyle suspiró repentinamente abriendo sus brazos, recibiendo de ese modo al primer invitado de aquella celebración.

Ambos se encontraron en un tierno y ostentoso abrazo que los fusionó durante minutos enteros. Wally cedió a su lloriqueo infantil mientras Kyle ocultaba su rostro ruborizado en el hombro de su amigo.

Así permanecieron hasta que el ojiverde condujo al huésped hasta el sofá. Ahí se acorrucaron todavía entrelazados. Comenzaron a hablar de lo bien que lucía el contrario, de los años que habían pasado y de lo relevante que no había cabido en sus correos. No se olvidaron por supuesto, de los detalles que habían transformado sus vidas, pues la última vez que se vieron, cada uno emprendió el camino de sus metas. Metas que desafortunadamente los separaron y ahora le cobraban factura a su felicidad.

Bebieron un poco y se deleitaron mutuamente poniéndose al día. Se enfrascaron tanto en su placentera conversación que el mundo fuera de la estancia fue ignorado por completo. Kyle se olvidó de todo lo ajeno a ese momento. Ni la fiesta, ni los arreglos, ni los otros invitados que arribaban lo apartaban de la amable compañía de Wally. Las hermosas pecas que su amado amigo llevaba en su rostro lo volvieron a hechizar como siempre. Ya no fue capaz de quitarle la vista de encima. Con su bella imagen enfrente, Kyle entonces concentró todo su ser en Wally. Para él ya no existió otro humano que mereciera semejante devoción. Por supuesto, Bart fue recluido en las segundas prioridades de Kyle. Su existencia fue atrapada no sólo en aquella solitaria habitación, sino en la indiferencia malsana de aquel que lo había secuestrado.

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