Capítulo 14

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"Te juro que de verdad quería que tú fueras el primero... Te lo juro por mi vida, Jaime..." Bart se repetía en su cabeza, esforzándose para no sentir nada más allá que el dolor en su costado. Ya no quiso saber más.

El sujeto frotaba sus dedos contra la entrada del muchacho provocándole escalofríos y temblores involuntarios. Sonrió desquiciadamente en cuanto creyó que podría introducirlos para incitar al muchacho a gemir para él.

-No temas... -Comentó irreverentemente a punto de irrumpir dentro del joven-.

"¡Noooooo!" Imploró en su mente luchando y retorciéndose una última vez.

-¡Quédate quieto! –Le ordenaron capturando su cabello y apaleando su cabeza contra el suelo-.

El chico ya no se movió. Ahora no existía nada sobre la tierra que les impidiera penetrarlo a voluntad, sin embargo, a escasos centímetros de la injuria, un embiste endemoniado le arrancó la consciencia al potencial violador. Su cuerpo cayó algunos metros lejos como si de una bolsa de basura se tratara. La impresionante intromisión a la estrecha guarida improvisada de los maleantes los detuvo en el acto. Los tres malnacidos levantaron la vista encuadrando a un hombre impetuoso y recio, quien devolvía una mirada hundida en furia y decisión.

-¡¿Qué demonios están haciendo?! –El nuevo agregado reclamó levantando la luz de su teléfono-. ¡Llamaré inmediatamente a la policía si no sueltan al chico! –Expresó alzando la voz negligentemente-.

"¿Ja... Jaime?" El ojiambar inquirió sintiendo como su cuerpo era liberado. "Gracias..." Se dijo débilmente entre la confusión que sus atrofiadas fuerzas le obligaban a percibir. "Me alegra verte..." Expresó perdiéndose en lo vago de su consciencia y en la poca voluntad para abrir los ojos.

-¡¿Quién te crees?! –Remilgó el tipo que cubría la boca de Bart-. ¡Largo de aquí! –Le ordenó mientras se levantaba y abandonaba su posición-.

Pero su arrojo le valió una patada acertada en la entrepierna despojándolo de cualquier falso valor que lo incitara a actuar tan estúpidamente.

-¡Dije que lo soltaran! –El hombre pidió en tanto mostraba la pantalla del teléfono, donde se dejaba ver el número de emergencia-.

Los dos restantes se miraron estupefactos entres sí, luego observaron a su líder más inerte que una piedra y a su compinche retorcerse como el gusano que era. No tardaron ni medio segundo en levantar sus manos y ponerse de pie abandonando a Bart sobre el suelo. Lentamente, cada uno de ellos se hizo con uno de sus compañeros para arrastrarlo fuera de ahí. En cuanto atravesaron los arbustos, se echaron a correr sin disimulo perdiéndose al salir de las instalaciones. El hombre esperó varios minutos resguardando su seguridad y la del muchacho tendido, previendo que aquellas basuras no volverían. En cuanto el silencio se apoderó de aquel pequeño paraje, el salvador de la noche se quitó velozmente la chamarra cubriendo con ella el cuerpo semi expuesto del menor. Se arrodilló alumbrándolo con su apantallante luz.

-¡Dios mío! –Expresó en cuanto vio las lesiones y el prominente sangrado en uno de los costados-. ¡Resiste, chico, llamaré a emergencias! –Aclaró tapeando unas teclas en su teléfono-. ¡Dios santo, ¿qué te han hecho?!

La noche caía sin ganas de mostrar piedad a los transeúntes, quienes atravesaban las calles y las avenidas con paraguas en mano. La lluvia arreciaba al igual que los ceños fruncidos de sus víctimas mojadas. El bullicio de aquel campo minado estremecía a todos por igual; a los comerciantes, a los que esperaban en la parada del bus, a los trabajadores regresando a casa, a viajeros, a residentes de cualquier índole. Sin importar dónde se hallaran, las gruesas gotas golpeaban fastidiando a cada uno de los humanos de esa ciudad, incluyendo a los convalecientes de esa pequeña clínica, la cual era reconocida por los gigantescos ventanales de su fachada, cuya única desventaja era convertir las pequeñas gotas sobre sus cristales en bombardeos endemoniados, listos para volver sordos a todos los testigos.

No sueltes mi mano [BluePulse]Where stories live. Discover now