Capítulo 6

5.4K 279 13
                                    

Cuando llegaron a las cabañas donde se alojaría el grupo de kayak, Mimi sólo vio otro coche. Resultó ser el de Javi, quien estaba descargando el equipaje junto a otros tres miembros del grupo. Mimi se aseguró de hospedarse en uno de los dormitorios de la misma cabaña donde dormiría Ana, y lo mismo hizo Javi. De hecho, compartirían la misma habitación. A Mimi le pareció muy conveniente, pues así podría vigilar a la princesa y a su admirador particular.

Ana compartía habitación con otra estudiante. Una rubia con un físico
despampanante que hablaba como Demi Moore en La teniente O'Neil. Ana le contó a Mimi mientras daban una vuelta de reconocimiento por el lago que la chica había estado en el Ejército y acababa de empezar la universidad aquel semestre. Mimi ya lo sabía por los informes de su agencia, pero le sorprendió descubrir que la admiración de Ana por el carácter fuerte e independiente de la rubia rayaba en la adoración.

-Ha estado en más bares y países de los que yo he visitado en mi vida.

-¿Y eso te parece algo bueno? -le preguntó Mimi.

Ana soltó una carcajada que amenazó con despertar la libido de Mimi.

-Pues sí. Mi vida ha sido demasiado recogida. Un fin de semana como éste es lo más aventurero a lo que puedo aspirar.

-¿Acaso quieres más aventuras? -le preguntó Mimi con un mal
presentimiento. Si su familia no mejoraba su seguridad, Ana acabaría viviendo toda clase de peligrosas aventuras.

-Sí. Quiero viajar. Quiero hacer cosas... ayudar a las personas. Ver el mundo, pero no como una... como una persona de clase privilegiada, sino como alguien que intenta hacer algo por los demás.

-Parece que quieras unirte a los Cuerpos de Paz.

-Es uno de mis sueños, pero no creo que pueda cumplirlo.

Mimi tuvo que respirar hondo para no ahogarse por la sorpresa. ¿Una princesa en los Cuerpos de Paz? Ella tampoco lo veía muy probable.

-Si no puedes hacer realidad tu sueño, puedes buscar algo más práctico y realista.

Por ejemplo, donar dinero a una causa benéfica. Era lo que hacían las princesas comprometidas con las clases más desfavorecidas sin necesidad de provocar un incidente político.


Ana se detuvo y contempló el lago con expresión pensativa. Mimi también se detuvo, pero se quedó observando a su princesa. Su piel relucía a la luz del sol, y sus perfectos rasgos irradiaban una belleza que le cortaba el aliento. Sin darse cuenta de lo que hacía, levantó una mano y le apartó el pelo de la cara. Ana se movió ligeramente y sus miradas se encontraron. Sus ojos color miel la atraían irrefrenablemente, y su dulce sonrisa la tentaba a saborear sus labios. Ladeó la cabeza y descendió hasta que sus labios se rozaron.


El leve contacto se propagó como una corriente eléctrica por todo su cuerpo y detuvo el tiempo a su alrededor. Ninguna de las dos se movió ni intentaron profundizar el beso. Permanecieron inmóviles, suspendidas en una sensación que Mimi nunca había experimentado y que Ana tampoco debía de haber sentido hasta ese momento.
Sólo estaban físicamente unidas en dos puntos... por los labios, que apenas se rozaban, y por la mano que Mimi aún tenía en su mejilla. Y sin embargo podía sentir la conexión en lo más profundo de su ser.



-Eh, ustedes -la voz de Javi la devolvió bruscamente a la realidad.

Retiró la mano de la mejilla y se apartó de Ana. ¿Qué demonios estaba haciendo? Ni siquiera había oído acercarse a Javi, y un despiste semejante era imperdonable en su trabajo. Si Javi hubiera sido una amenaza, Ana podría estar muerta en ese mismo momento. Un escalofrío le recorrió la piel sólo de pensarlo.

Estaba allí para proteger a Ana, no para hacer el amor con ella, ni siquiera para fantasear con ella como una enferma de amor. Ella no fantaseaba con nadie.

Tal vez necesitaba unas vacaciones. Un poco de tiempo libre y unas cuantas aventuras sexuales para intentar sacarse de la cabeza la imagen de su... de la princesa. De una cosa estaba segura. Aquella Venus en miniatura se estaba convirtiendo en una debilidad que no podía permitirse.



-Hola, Javi -lo saludó Ana. Su voz era más débil de lo habitual y tenía la mirada desenfocada.

Mimi tuvo que reprimir un gemido. La situación se le estaba escapando de las manos... si no se le había escapado ya.



-Se supone que es una excursión en grupo, no una escapada romántica -les dijo Javi, echándoles una mirada suspicaz.

Mimi lo fulminó con la mirada. Como si aquel imbécil no se aprovechara de la situación si tuviera oportunidad. Y seguro que tendría muchos menos escrúpulos que Mimi.
Ana apartó la mirada. Sus mejillas se habían cubierto de un rubor adorable.

-¿Querías algo, Javi? -le preguntó Mimi, intentando recordar que la palabra «adorable» no formaba parte de su vocabulario, y menos aplicada a una clienta.

-Sólo quería echarle un vistazo al lago. Mañana por la mañana empezaremos por las aguas mansas, comprobaremos el nivel de cada uno y después de comer iremos al río -miró fijamente a Mimi- Suponiendo que todos estemos preparados para ir al río...

Mimi se dispuso a decirle que estaría preparada para lo que fuera, pero Ana se le adelantó.

-Si Mimi no se encuentra cómoda en las aguas bravas, me quedaré con ella en el lago por la tarde -dijo, cambiando radicalmente los planes de Mimi para demostrar su destreza.

-¿De verdad no te importará? -le preguntó. Javi frunció el ceño. -No es justo para ti, nena. Seguro que cualquier otro con experiencia estará dispuesto a quedarse con ella.

A Mimi no se le pasó por alto que Javi no se ofrecía voluntario para dicho papel.

Los rasgos de Ana se contrajeron en una mueca de cabezonería que cada vez le resultaba más familiar.

-No seas tonto, fui yo la que invitó a Mimi a esta excursión. Le prometí que le enseñaría a remar y eso haré.

* * *

Ana hizo honor a su palabra. Mimi tenía experiencia en canoas y no le costó encontrar el equilibrio en el kayak, pero las enseñanzas y los consejos de Ana le resultaron muy útiles a la hora de guiar la embarcación. Aun así, se preocupó de caer al agua en un par de ocasiones para que la excusa de quedarse en el lago resultara creíble.



Comieron todos juntos en la cabaña principal. Ana estaba muy animada y sonreía casi todo el tiempo. Alababa los esfuerzos de Mimi por aprender y también a los demás por la técnica demostrada. Ella y su compañera de habitación iniciaron una discusión sobre cuál de las dos había vivido la experiencia más peligrosa en un kayak. Y fue entonces cuando Mimi se enteró de que Ana casi se había ahogado en una ocasión. En su último año de instituto, mientras participaba en una carrera particularmente difícil, otra remera se había caído al agua. Se había golpeado la cabeza y no había vuelto a emerger. Ana se lanzó al agua para salvarla. Las dos chicas estuvieron a punto de ahogarse, pero Ana consiguió llevarla hasta la orilla.


Oyendo su dramática historia, Mimi experimentó un miedo del todo inesperado e irracional. Y sus temores aumentaron cuando vio la expresión maravillada de Ana mientras la teniente O'Neil relataba su descenso por los rápidos del río Yangtze. Si su familia no hacía algo pronto, Ana acabaría matándose en su búsqueda de aventuras.
Necesitaba un novio o novia que la vigilara de cerca. Ni su padre, ni su tío ni su equipo de seguridad estaban haciendo lo suficiente. Pero la idea de que fuera otra persona que la protegiera llenó a Mimi de una furia ciega.

No podía soportar la imagen de Ana en los brazos de alguien que no fuera ella.

La princesa y la guardaespaldas (Warmi)Where stories live. Discover now