Capítulo 27

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Se había convertido en una poderosa adicción. No sólo hacer el amor con ella, sino estar con ella.
Por primera vez en su vida, consideraba la posibilidad de estar enamorada. De una mujer comprometida con otro hombre... ¿Cómo podía ser tan insensata?

Salvo que Ana no consideraba que estuviera comprometida con otro hombre, y por tanto, Mimi tampoco lo creía. El primer día que llegaron al chalet, ella le había dicho que era igual que su padre. Tal vez tuviera algunos rasgos en común con el rey de Marwan, pero nunca llegaría al extremo de obligar a su princesa a casarse con quien no quería.
Había sido una idiota al creer otra cosa. Por muchas cosas que le hubiera dicho, se había dado cuenta de que, en el fondo, había accedido a ir a buscarla sólo para poder estar con ella y protegerla. Incluso de su familia si fuera necesario. ¿Cómo era posible que hubiera estado tan ciega? Siempre había sido una mujer muy testaruda, y se había repetido mil veces que nunca caería presa del amor.

Pero así le había ocurrido. Y tenía que admitir que no le desagradaba en absoluto.

Ojalá tuviera la certeza de que la familia de Ana, o incluso ella misma, responderían a sus sentimientos con la misma aprobación. Ana le había dicho que nunca podría amarla porque se parecía demasiado a su padre, pero confiaba en hacerla cambiar de opinión. Por desgracia, ella seguía refiriéndose a sus juegos eróticos como sexo, y consecuentemente seguía negándole a Mimi una parte esencial de sí misma. Mimi lo sentía y estaba loca por alcanzarla, y el único modo que tenía para conseguirlo era haciendo el amor.
No habían practicado el sexo, pero sí habían hecho todo lo demás.

Mimi le había dicho que esperaría a que ella hubiera sanado un poco sus heridas vaginales antes de intentar penetrarla. No quería que la primera vez que sus cuerpos se unieran se echara a perder por la irritación que había provocado la ruptura del himen.
Estaba decidida a que fuera su primera vez, pero no la última. Y ocurriría aquella noche, cuando expiraba el plazo acordado en su pacto.
Pero de momento sólo quería estar con ella. Tal vez fuera una sentimental, pero también era lo bastante maduro, por fin, para reconocerlo. Naturalmente, que fuera ciudadana de Estados Unidos la había ayudado a aclarar sus sentimientos. Y si su padre no tuviera ningún control legal sobre ella, era perfectamente posible que Ana y Mimi pudieran tener un futuro en común.


Se sentó junto a sus pies y Ana abrió los ojos y le sonrió. Su rostro reflejaba un amor radiante y sincero, pero al cabo de unos segundos su expresión se apagó.
Mimi reprimió un suspiro de frustración. Era culpa suya, e iba a arreglarlo.

Ocho años atrás había cometido un error al marcharse, y cuatro días antes había cometido otro error cuando fue en su busca para devolverla a su familia.
Su intención era enmendar ambos errores de una vez y para siempre.

—Dijiste que no podía entender por qué habías huido. Me gustaría que me lo explicaras ahora.

—¿Por qué? —preguntó Ana con la voz todavía adormilada.

Mimi alargó una mano y le acarició el pelo.

—Porque quiero conocerte mejor... porque quiero entenderlo todo sobre ti.

Ana se echó a reír.

—Las mujeres son difíciles de entender... Te podría llevar toda la vida.

—Tal vez. ¿Y eso sería tan horrible?

Los ojos marrones de Ana se abrieron como platos.

—Debes de estar bromeando.

—Si tú lo dices —dijo Mimi, parafraseando una de las frases favoritas de Ana.

Ana frunció el ceño y Mimi le alisó las arrugas del entrecejo con la punta del dedo.

—Dime por qué huiste.

—Estaba asustada.

—¿Por qué? Eres ciudadana norteamericana.

—Y mi padre es un rey. Temía lo que pudiera hacer para obligarme a acatar su voluntad... y lo que pudiera hacer yo en un esfuerzo desesperado por ganarme su aprobación.

—Así que huiste por precaución.

—Y para obligarlo a que enviara a alguien en mi busca. Alguien que no tuviera inmunidad diplomática.

«Muy inteligente», pensó Mimi. «Y eficaz».

—Tu plan funcionó.

—Del modo más inesperado.

—¿Inesperado? Tenías que saber que tu padre no recurriría a la empresa de seguridad que te había perdido el rastro.

Ana se incorporó en el sofá, de modo que sus cuerpos se tocaron.

—Tienes razón. Creo que mi esperanza era que recurriera a ti. Después de todo, ya habías demostrado tu experiencia en el pasado.

—Pero aun así te sorprendió volver a verme.

—Creo que siempre tendrás la capacidad de sorprenderme, Mimi.

—Y tú siempre tendrás la capacidad de distraerme.

Ana le sonrió.

—¿Ahora es cuando empiezan los besos?

—En realidad, ahora es cuando te recuerdo que esta noche vamos a salir y que tienes que vestirte.

—Ya salimos anoche —se mordió el labio inferior, algo que siempre hacía cuando estaba pensando o intentando reunir el valor para algo—.Preferiría quedarme contigo...

—El lugar al que quiero llevarte es muy especial.

—Nada puede ser tan especial como pasar tiempo las dos solas.

—Me alegra saberlo, pero esto es muy importante para mí. Por favor, princesa.

—No tengo nada que ponerme.

—Si subes a la habitación, verás tu ropa en la cama.

—¿Han traído un pedido mientras estaba durmiendo?

—Sí.

—¿De verdad quieres hacerlo?

—Más que nada en mi vida.

—Parece que es algo serio.

—Lo es, Ana. Es muy serio.

—Muy bien. Iré a vestirme, pero tienes que dejar que lo haga sola o no saldremos nunca de la casa.

Tenía razón, pero Mimi ya había previsto ese detalle y había llevado su esmoquin al otro dormitorio, donde Ana había dormido la segunda noche, para cambiarse allí.


Ana había pasado tres días enamorándose de nuevo, o reconociendo que el amor que sentía por Mimi cuando tenía diecinueve años nunca había muerto del todo. También se había pasado tres días obligándose a no albergar fantasías. Lo único que Mimi quería de ella era sexo, y sería una estúpida si creyera otra cosa.

Pero Mimi no sólo parecía querer una amante ocasional. Le había hecho más preguntas personales de las que ella podía recordar y se había pasado horas intentando conocerla a fondo. Igual que ocho años antes, sólo que ya no tenía que representar ningún papel ni tenía razón alguna para fingir que quería una profunda amistad con ella.
Ana había sido consciente en todo momento de que Mimi planeaba
entregarla a su familia para que la casaran con otro hombre. O al menos eso había creído. Pero tenía que admitir que Mimi no se comportaba como si quisiera compartirla con nadie más. De hecho, los comentarios que había hecho sobre el futuro insinuaban que podrían pasarlo juntas.



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Bueno tengo que decir que quedan dos capítulos...recuerdo que esto es una adaptación, no me lapideis por la historia, su final, número de episodios, etc  :(

Pero tengo ya otro fic preparado, el cual es bastante largo y tiene mucho smut, para a los que les guste estaros preparados...

La princesa y la guardaespaldas (Warmi)Where stories live. Discover now