Capítulo 24

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Ana se humedeció los labios, muy nerviosa, y tomó aire antes de hablar.

-Está bien.

-Quítate la parte de abajo.

-¿Yo?

-Sí, tú.

-Pero...

-Si lo hago yo, no podré evitar tocarte. Y aún no estoy lista para hacerlo.

-A mí me parece que sí lo estás.

Mimi se echó a reír, aliviando un poco la tensión.

-Más que lista. Y ahora haz lo que te digo, princesa.

-No sé si debería... Se supone que una princesa no recibe órdenes.

-Eres mi princesa... por ahora. Y eso significa que puedes acatar mis órdenes.

-En caso de que quiera hacerlo.

-Creía que habíamos zanjado esa parte.

Ana sonrió y se quitó la parte inferior del biquini. Extrañamente, no se sentía tímida ni cohibida por estar completamente desnuda ante Mimi, sino impaciente por ver la reacción que le provocaba.
No quedó decepcionada. Una especie de jadeo ronco retumbó en el pecho de Mimi. Sus ojos se entornaron, pero sus pupilas se dilataron por la excitación y su cuerpo se puso aún más rígido como si estuviera haciendo un esfuerzo supremo por no tocarla.

Ana se estremeció ante su intenso escrutinio, sintiéndose muy mojada entre los muslos. Tenía los pezones tan duros que le escocían con el suave roce del aire. Al final no fue Mimi quien se movió, sino ella. Sus pies la acercaron a Mimi como si tuvieran voluntad propia.

-Detente -ordenó Mimi.

-No puedo -dijo ella, dando otro paso.

Mimi soltó otra especie de rugido y la agarró por los hombros, tiró frenéticamente de ella y tomó posesión de su boca con una fuerza incontenible. Sus lenguas se enzarzaron en un duelo salvaje donde la inexperiencia de Ana no suponía el menor obstáculo.

En realidad, había practicado unas cuantas veces en su propia mano, pero a Mimi no parecía importarle aquella agresividad descontrolada. De hecho, parecía gustarle mucho, a juzgar por su creciente arrebato.
A Ana también le gustaba, y sobre todo le encantaba el roce de sus pechos desnudos. Era una sensación tan increíble que perdió la concentración en el beso, pero Mimi siguió besándola con una pasión desenfrenada y la obligaba a amoldar sus labios, y ella lo hizo de manera inconsciente mientras usaba sus cuerpos para explorar nuevos placeres. ¿Cómo había podido pasarse veintisiete años sin sentir algo parecido? ¿Cómo?
La respuesta era más inquietante que satisfactoria. Porque ningún hombre o mujer en su vida había sido Mimi. Por eso lo estaba haciendo ahora, se recordó a sí misma. Y estaba dispuesta a disfrutarlo al máximo.

Intentó frotarse contra la entrepierna de Mimi, pero esta apartó los labios y la besó en la frente.

-Tranquila, princesa... Todo llegará.

-Mimi, por favor...

-Sé lo que necesitas... ¿Confías en mí?

-Sí -respondió instintivamente, aunque su cerebro pudiera pensar lo contrario.

-Entonces espera un poco.

-No quiero esperar... -no podía reconocerse a sí misma, suplicando y jadeando de aquella manera.

-Pero vas a hacerlo.

Ana la miró y vio el deseo que ardía en sus ojos verdes. Respiró hondo y aceptó.

La princesa y la guardaespaldas (Warmi)Where stories live. Discover now