Capítulo 11

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Mimi llegó un minuto después de que Miriam se hubiera marchado.
Gracias a Dios, porque la ansiedad de Ana no le permitiría soportar una larga espera.
Sus golpes en la puerta fueron firmes y seguros, como ella misma. Ana la recibió con una sonrisa forzada.

-Hola, Mimi.

Esta no le devolvió la sonrisa, pero a ella no le importó. Sabía que Mimi era una persona seria y que reservaba para ella sus escasas sonrisas. Además, la expresión que puso al ver su atuendo no fue precisamente fría. Las compras habían merecido la pena...

-Hola -respondió, recorriendo el pequeño apartamento con la mirada-. ¿Dónde está Miriam?

-No está.

-Creía que íbamos a cenar.

-Y así es.

Mimi entornó la mirada.

-¿Sin Miriam?

-Eh... sí. Se me ocurrió que podríamos pasar un poco de tiempo a solas.

Un destello asomó en sus ojos verdes.

-No es necesario, Ana.

Ella se mordió el labio, respiró hondo y se afianzó en su determinación.

-Yo creo que sí lo es.

Mimi olisqueó el aire.

-Huele muy bien. ¿Qué vamos a cenar?

-He preparado pastela, ensalada oriental, pollo con albaricoques, cuscús con verduras, kebab de ternera y mango fresco de postre.

-Vaya... No sabía que fueras una cocinera profesional -dijo Mimi, impresionada.

Ana se relajó un poco. Mientras recitaba el menú había temido dar una imagen exagerada.

-No lo soy, pero me gusta cocinar para la gente por la que siento afecto.

Nunca había cocinado para sus padres, pero sí para sus tíos y su hermano cuando iba a visitarla. Una vez incluso hizo pastela para su hermana cuando estaba en Marwan. Pero entrar en las cocinas de palacio era aún más difícil que eludir a sus guardaespaldas.
La expresión de Mimi se tornó aún más recelosa, y fue entonces cuando Ana se dio cuenta de que aquél había sido su semblante desde que le abrió la puerta.

¿Por qué estaba tan inquieta? ¿Se habría confundido ella al presuponer que la deseaba? Era difícil sacar conclusiones erróneas después de que la hubiera tocado como nadie la había tocado nunca. No, la razón de su malestar debía de ser otra.
O eso, o ella se había equivocado por completo.

-¿Quieres beber algo antes de cenar? -le preguntó para aliviar un poco la tensión. Mimi hizo un visible esfuerzo por relajar los hombros.

-Claro -respondió con voz tirante.

No eran imaginaciones suyas, pensó Ana. Pero de todos modos asintió y fue a servirle un vaso del Absolut que le había encargado a Miriam que comprara.

-¿Por qué no te sientas y te relajas mientras sirvo la comida?

-De acuerdo -aceptó, y miró los grandes cojines que Ana había colocado en el suelo, frente a la mesita baja-. ¿Aquí?

-Sí.

-Va a ser una auténtica cena oriental, por lo que veo.

-Sí. Espero que no te importe.

-En absoluto.

Ana esperó que siguiera sin importarle cuando viera que iban a comer con las manos, como se acostumbraba en Marwan.

La princesa y la guardaespaldas (Warmi)Where stories live. Discover now