Capítulo 14

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Un destello de ira ardió en los ojos grises de Mimi.

-Eres como todas las mujeres que he conocido, princesa Ana Alicia Guerra Morales Marwan. Tus declaraciones sentimentales son tan... sinceras como todas las verdades que has compartido conmigo hasta ahora.

-Eso no es justo, Mimi. Yo tenía mis razones.

-Igual que tenías razones para mentir a tu familia y a tus guardaespaldas. ¿No te importa que esos hombres puedan perder su trabajo cuando yo haya presentado mi informe? ¿Pensabas en tu familia o en los pobres diablos encargados de tu seguridad cuando te dedicabas a mentirles para disfrutar de tu... libertad?

A Ana le costaba respirar. Mimi no la conocía en absoluto. Hasta ese momento había creído que la entendía, pero sólo había sido otro espejismo.
Sin embargo, no era aquel descubrimiento lo que le estaba desgarrando el corazón. Los responsables de su seguridad no eran malas personas. Tenían sus propias vidas, sus familias... Ana no podría soportar que perdieran su trabajo.

-No puedes presentar un informe que los perjudique -su tono era suplicante, pero no le importaba. Nunca se rebajaría a suplicar por ella misma, pero no permitiría que su orgullo perjudicara a los hombres que dependían de su familia para ganarse la vida.

-Eso deberías haberlo pensado antes de saltarte las medidas de seguridad que puso tu familia.

-No sabía que me estaba vigilando un segundo equipo. De haberlo sabido, no habría hecho nada que pudiera poner en apuros a mis guardaespaldas.

-¿Y no se te ocurrió que si algo te sucedía en una de tus numerosas escapadas tus guardaespaldas podrían ser despedidos o algo peor?

-Aquí nadie sabe quién soy. No estoy en peligro.

-¿Cómo puedes ser tan ingenua?

La veía como una cría necia y descerebrada, igual que los demás hombres de su vida. Pero no era el momento de preocuparse por eso.

-Por favor, Mimi... No puedes presentar ese informe.

-No tengo elección. Me tomo mi trabajo muy en serio.

Ana bajó la vista al suelo y se abrazó a sí misma, buscando un consuelo inexistente.

-¿Y si te prometo que no volveré a hacerlo?

-¿Qué no volverás a hacer, exactamente?

Ana lo pensó rápidamente. Tendría que cumplir su promesa al pie de la letra, sin importar lo que Mimi pensara de su honor.

-¿Y si te prometo que no volveré a zafarme de mis guardaespaldas?

Mimi soltó un bufido y ella levantó la cabeza bruscamente.

-¿Qué pasa? -le preguntó en tono acusatorio-. ¿No me crees capaz de cumplir una promesa?

-¿Como la promesa de ser honesta con tu equipo de seguridad?

-Yo nunca hice una promesa semejante. No es culpa mía que me vean como una chica dócil y obediente que no se atreve a perseguir su libertad.

Mimi siguió sin parecer convencida.

A Ana no debería sorprenderle su escepticismo, pero sí le sorprendía... y le dolía.

-Mira, aunque nuestra supuesta amistad no haya sido más que una falsa ilusión, debes de conocerme lo bastante bien para saber que nunca le haría daño intencionadamente a nadie, y mucho menos a la gente que dependa de mí para vivir.

-Y sin embargo arriesgaste los empleos de tus guardaespaldas y de tu carabina, por no mencionar la situación tan comprometida en la que se vería tu tío ante tu padre cuando se descubriera lo que has estado haciendo bajo su tutela.

-¡Nunca pensé que me descubrirían!

Mimi negó con la cabeza.

-Por favor, Mimi.

-Prométeme que no volverás a mentir a tus guardaespaldas ni a tu familia y que acatarás las nuevas medidas de seguridad, y yo consideraré la posibilidad de incluir las sugerencias en mi informe sin revelar por qué creo que son necesarias.

-Lo prometo -sabía que no volvería a ansiar la libertad en mucho tiempo. No quería volver a vivir una traición semejante-. Prometo que no engañaré a mi familia ni a los criados en lo que respecta a mi seguridad personal -aclaró.

No le estaba prometiendo que nunca más volvería ocultarle la verdad a su familia. Al fin y al cabo llevaba una vida que ellos nunca entenderían. Especialmente el pequeño detalle de su ciudadanía norteamericana.

Mimi la miró con dureza, pero de todos modos asintió.

-De acuerdo.

Mimi se negó a marcharse hasta que no regresó Miriam y se hubiera avisado a otro guardaespaldas para vigilar el edificio.

A Ana le costó un enorme esfuerzo no derrumbarse delante de ella. La única manera para sobrellevar el dolor era fingir que estaba con su madre en vez de con Mimi. Ana nunca había llorado en presencia de su madre, o al menos en presencia de su recuerdo.
Bastaba con imaginarse a su madre presenciando su humillante rechazo para contener las lágrimas... pero no para aliviar la agonía. De hecho, la idea de que su madre tuviera conocimiento de la misión de Mimi y de la forma que había tenido para acercarse a ella agudizaba aún más el sentimiento de traición. Tal vez no llorase por fuera, pero su corazón estaba derramando lágrimas de sangre.


* * *


La cuerda elástica de Ana se tensó y sus manos rozaron el agua antes de que el rebote tirase de ella hacia arriba. Levantó el torso y empezó a desatarse el arnés sin esperar a que cesara el balanceo. Cayó al agua en el siguiente descenso y nadó rápidamente hacia la orilla. No podía creer que Mimi hubiera vuelto.


Ya no sólo era la propietaria de la agencia de detectives más importante del mundo, sino que también dirigía los negocios internacionales de su difunto padre y presidía muchos comités benéficos. A Ana le costaba creer que hasta su propio padre pudiera conseguir que un magnate como Mimi Doblas se ocupara personalmente de un caso.

Lo que no le sorprendía en absoluto era que el rey de Marwan hubiera contratado los servicios de Mimi Investigations cuando su díscola hija se esfumara antes que casarse con un hombre al que nunca había visto. Al fin y al cabo, la agencia había hecho un buen trabajo ocho años antes. Mimi no sólo la había mantenido a salvo, sino que había hecho algunas recomendaciones para mejorar su seguridad que habían reducido drásticamente su libertad de movimientos.
Gracias a Dios que tenía a Miriam. Sin ella, los años restantes de Ana en la universidad habrían sido insoportables.


Al acabar los estudios, sin embargo, fueron aquellas medidas de seguridad las que provocaron el primer enfrentamiento con su familia. El resultado fue una relajación de las restricciones, pero también estuvo a punto de costar una ruptura entre sus padres y sus tíos. Los monarcas culpaban a sus parientes americanizados por la rebeldía de su hija, sin tener en cuenta la propia voluntad de ésta.
A pesar de sus reiteradas demandas de libertad e independencia, sus padres siguieron convencidos de que aceptaría casarse con el hombre que habían elegido para ella. Tal arrogancia y despotismo le resultaban inaceptables.


Finalmente alcanzó la orilla.

-Un salto increíble, Ana. ¿Lista para intentarlo de nuevo? -le preguntó Aaron mientras le daba una palmada en la espalda. ¿O era Adam? No podía estar segura.
Lo único que sabía era que formaba parte del personal de tierra.

Negó con la cabeza.

-No más saltos por hoy. ¿Puede alguien llevarme a mi hotel? Eh... ¿Enseguida?

No era tan ingenua para creer que podía escapar de Mimi, pero no quería verla delante de un grupo de desconocidos.

-¿Estás bien? ¿Te has lastimado al saltar?

-No, estoy bien. Pero tengo que regresar al hotel.

-Ningún problema. Yo te llevaré -dijo él con una sonrisa seductora, y así se lo hizo saber al resto del personal de tierra.

La princesa y la guardaespaldas (Warmi)Where stories live. Discover now