Capítulo 25

4.4K 255 24
                                    

—Ojalá me hubieras deseado tanto hace ocho años...

—Te deseaba.

—No es cierto. Te fuiste.

—En aquella ocasión no tenías nada para chantajearme. Bueno... sí lo tenías, pero no lo sabías.

Sus palabras aturdieron a Ana. ¿La estaba tocando sólo por el trato que habían hecho? Era lo que le estaba insinuando... Y también decía que podría haberla chantajeado ocho años antes.


Entonces supo de qué estaba hablando. Ocho años atrás se había quedado tan conmocionada por la traición de Mimi que no se había parado a pensar que ella también estaba traicionando a su padre. Al tocarla de aquella manera tan íntima estaba infringiendo gravemente su ética profesional.
Había tardado un par de años en hablar del tema con Miriam y volcar en ella sus penas. Su amiga le había asegurado que para Mimi no sólo había sido un trabajo, porque una mujer como ella nunca pondría en compromiso a una persona virgen e inocente para cumplir con su deber, y mucho menos si su deber era protegerla.
Aquella certeza la había ayudado a recuperar un poco de confianza en sí misma. No lo bastante para abrirse lo suficiente a otro hombre, pero algo era algo.


Miró el rostro de Mimi e intentó leer su expresión, sin éxito. Era obvio que la deseaba, y mucho, pero también había dejado claro que no intentaría saciar ese deseo si no fuera por el trato. Ana ya lo sabía, y sin embargo se negaba a aceptarlo. Se había convencido a sí misma de que, a pesar de lo que Mimi dijera, existía algo entre ellas que las superaba a ambas. Pero, por alguna razón, esas palabras le afectaban en ese momento como nunca le habían afectado.
Tal vez porque Mimi las estaba diciendo a pesar de lo que habían hecho y de la prueba palpable de su excitación.
Tal vez porque finalmente estaba reconociendo que la deseaba y al mismo tiempo dejándole claro que sólo lo hacía por un pacto...


Fuera como fuera, no podía huir de la horrible verdad. Pero tampoco podía afrontarla. No importaba que creyera estar preparada. No importaban los principios que estuviera dispuesta a sacrificar. Por mucho que deseara a Mimi, en aquel instante supo que no la deseaba como resultado de un trato.
Tal vez nunca pudiera superar lo que sentía por ella, pero si no podía tenerla porque no la deseaba de verdad... prefería no tenerla de ninguna manera.


Se apartó de ella sin la menor dificultad, ya que Mimi no se lo esperaba, y se impulsó hacia atrás hasta llegar a los escalones.

—Esto ha sido una equivocación. Podemos irnos esta tarde como estaba previsto. Iré a Washington y me reuniré con mi padre.

El dolor era insoportable, pero no iba a derrumbarse emocionalmente como había hecho con diecinueve años. Al menos Mimi no le había mentido. Solo se había mentido ella a sí misma.

—¿De qué demonios estás hablando? —le preguntó Mimi. —¿Y se puede saber adónde vas?

—Voy a mi habitación a vestirme y a hacer el equipaje.

—¿Qué? —exclamó Mimi, prácticamente gritando—. ¿Por qué?

—No quiero chantajearte para que tengas sexo conmigo.

—No es lo que estabas diciendo hace unos minutos.

—Creía... —¿podría explicarse y salir de allí dignamente? Tenía que intentarlo, porque su orgullo no le permitiría lo contrario—. Creía que tú me deseabas.

—Y te deseo, maldita sea.

—¿Te has dado cuenta de que maldices mucho cuando estás enfadada?

—¿Y eso qué narices tiene que ver?

—Um... nada. Sólo era una observación.

—No intentes cambiar de tema. ¿De qué tienes miedo, princesa? Te dije que no te haría daño.

—No se trata de eso —dijo, luchando contra el deseo de volver a sus brazos.

—Entonces, ¿de qué se trata? — entornó la mirada amenazadoramente—. ¿Es una venganza por lo de hace ocho años?

—No, claro que no.

—Entonces, ¿por qué estás ahí y yo estoy aquí? —su cuerpo se puso en tensión, preparado para ponerse en movimiento—. ¡Al cuerno! —exclamó, y se lanzó hacia ella.

Ana sólo pudo dar un paso atrás antes de que Mimi la hubiera agarrado fuertemente por la cintura.
Tiró de Ana hacia ella y volvió a sumergirla en el agua.

—Y ahora explícalo. Hazlo de un modo claro y concreto para que no haya lugar a malentendidos.

Vaya... Estaba realmente furiosa, más de lo que nunca lo había visto, y sin embargo Ana no temía por su persona. La agarraba con fuerza, pero sin hacerle daño.

—Iré a Washington... no tienes que acostarte conmigo para conseguir que colabore de buen grado.

—¿Y si quiero hacer el amor contigo de todas formas?

—No quieres hacerlo. Sólo lo has dicho porque te sentías chantajeada.

—También he dicho que te deseo más de lo que nunca he deseado a otra mujer.

—Me deseabas hace ocho años y no hiciste nada porque yo no te obligué a hacerlo.

—¡Ana!

—¿Qué? Eso es lo que has dicho.

—Ya sé lo que he dicho.

—Ya... ya puedes soltarme —quería apartarse de Mimi antes de suplicarle que le hiciera el amor y acabar odiándose a sí misma.

Mimi bajó la cabeza hasta que sus frentes se tocaron y suspiró.

—No, nena. No puedo soltarte.

—¿Por qué no?

—Porque necesito hacer el amor contigo.

—Pero has dicho que...

—Ya sé lo que he dicho —repitió Mimi—. Hace ocho años tuve la fortaleza necesaria para marcharme sin acabar lo que empezamos. Tal vez pudiera volver a tenerla ahora si no fuera por el trato, o tal vez no. Lo único que sé es que hemos llegado demasiado lejos para dar media vuelta... a menos que de verdad no quieras hacerlo.

Ana echó la cabeza hacia atrás para poder mirarla a los ojos.

—Entonces... ¿esto no es por el trato? ¿Me deseas de verdad? ¿Aun sabiendo que iré a Washington contigo, pase lo que pase?

—Sí.

—¿Y no me guardarás rencor durante tres días?

—No te guardaría rencor ni durante una semana, pero creo que será mejor si respetamos el plan original.

Ana no necesitó preguntarle por qué. Creía saber el motivo y estaba tristemente de acuerdo. Tenía la dolorosa sospecha de que cuanto más tiempo pasaran juntas mayor y más prolongado sería el deseo. Si Mimi era brutalmente sincera, ella también podía serlo, al menos consigo misma. No sólo se trataba de superar una fijación sexual que podría durarle el resto de su vida, sino de compartir algo que nunca podría volver a sentir con la única mujer que le había llegado al corazón. Tal vez volviera a enamorarse algún día, pero nunca sería como en ese momento. El vínculo que compartían era demasiado especial, y así lo sentía ella sin importar lo que Mimi sintiera... o no sintiera.

—Tres días —dijo Ana.

—Tres días —corroboró Mimi.



-------------------------------

Me vais a matar por dejarlo aquí lo sé xd  pero prometo subirlo antes de tiempo esta vez para no dejaros con las ganas mucho más...

La princesa y la guardaespaldas (Warmi)Where stories live. Discover now