9. Tell you I'm sorry

10.7K 629 82
                                    

Alba

Camino por el campus de la Universidad Complutense de Madrid con calma. Realmente hace un día espléndido, aunque yo no sea capaz de disfrutarlo del todo. Echo un ojo a mí teléfono, donde introduje las coordenadas que me han traído hasta aquí.

Según el navegador estoy a menos de dos minutos a pie de mi destino y no me cuesta darme cuenta de a dónde me llevan las coordenadas. Estoy yendo al lugar donde vendía (o intentaba) vender mis cuadros para ayudar económicamente a mi madre.

Miro a mi alrededor. Como hoy es sábado, el sitio está infinitamente menos transitado. La brisa me revuelve el pelo y yo me permito unos momentos para recordar mi época universitaria con una sonrisa.

Busco el lugar donde puede haber dejado Natalia la carta. Esta vez tardo más en encontrarla, pero al fin doy con ella. En un hueco que queda en el tronco del gran árbol bajo el que me cobijaba del sol para poder pintar, asoma la esquina del papel.

Lo cojo con delicadeza, como si fuese a desaparecer en cualquier momento. Un, una vez más, empiezo a leer.

"Hola otra vez,

Espero que esta carta siga donde tiene que estar y la hayas podido encontrar. Al fin y al cabo por aquí pasa un montón de gente todos los días.

Pero supongo que si estás leyendo esto es porque la has encontrado. ¿Te acuerdas de este sitio, no?

¿Cómo podría olvidarme, Nat?

--------------- Flashback ---------------

El sol de Madrid es abrasador a estas alturas del año, y agradezco en el alma estar bajo la sombra de un árbol para evitar que me dé una insolación. Ajusto el caballete y continúo dibujando sobre el lienzo mientras los estudiantes pasan a mi alrededor. Algunos se paran y se quedan un rato mirando, pero ninguno me ofrece comprar ningún cuadro.

Resoplo con decepción cuando, de nuevo, una chica que había parado a mirar se marcha. Quizá esto no había sido buena idea. ¿A quién se le ocurre? Tan solo soy una aficionada, por qué iba a querer nadie comprarme un cuadro a mí.

Saco mi teléfono un momento y miro la hora. Dentro de poco me tendré que marchar para no llegar tarde a mi trabajo en la cafetería.

Me muerdo el labio, preocupada; aunque mi madre no haya dicho nada, sé que le está costando mucho pagar el alquiler. Desde que la despidieron del trabajo que nos hizo venir a Madrid, tan solo ha encontrado algunas cosas a tiempo parcial que no nos dan casi para cubrir los gastos. Además, la matrícula de medicina es de las más caras.

Los minutos pasan y por fin veo como un chaval se acerca, aparentemente interesado. Yo le sonrío, ilusionada.

Me fijo en que lleva una lata de cerveza en la mano, y una brisa hace patente el fuerte olor a marihuana que desprende.

Mi sonrisa se desdibuja un poco cuando veo que él no me devuelve la sonrisa. De hecho, se queda unos segundos mirando mi trabajo con el ceño fruncido.

- Pues menuda puta mierda, ¿no? ¿Y quieres que alguien te pague por esto?

Me quedo tan bloqueada que soy incapaz de reaccionar. Miro al chico con la boca abierta

- Ostia, ¿no eres tú la feminazi? ¿la de la "asociación"? - Pronuncia la última palabra con burla. Aún no soy capaz de reaccionar, pero parece que mi cerebro está empezando a funcionar de nuevo. Aprieto los puños, intentando contener la rabia.

- ¿Qué me has llamado? - El chaval sonríe con autosuficiencia. Se acerca, desafiante, para repetirlo. Abre la boca para hablar pero no dice nada. Por su expresión, parece que una idea le viene a la mente (si es que aún le funciona alguna neurona).

The Scientist | AlbaliaKde žijí příběhy. Začni objevovat