19. Epílogo [Parte I]

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Dos años y medio después


Natalia

Camino con tranquilidad por el pasillo de consultas con una bolsa bajo el brazo. Hoy está siendo un día profundamente insulso; ya ha pasado la hora de comer y hemos acudido a un único aviso. El accidente, que había terminado en nada, se había producido cerca de la panadería favorita de Alba, así que aproveché para comprarle algo. Conociéndola, seguro que aún no ha probado bocado.

Me quedo cerca de la puerta de su consulta y miro alrededor en busca de alguien que sepa si -

- Si vienes a ver a tu mujer, acaba de terminar con la última paciente

Me giro rápidamente y veo a África, observándome con los brazos cruzados y una media sonrisa.

- Joder, Afri, qué susto - Me llevo una mano al pecho. Ella se ríe y mira la bolsa.

- ¿Eso es -?

- Coge uno, anda - Ofrezco, y África no duda en coger un croissant de chocolate mientras me regala una sonrisa resplandeciente. Le da un bocado al dulce y cierra los ojos. Yo me río y ella me da un empujoncito hacia la puerta de la consulta de Alba.

- Ve, anda, que me parece que no ha tenido un buen día. Seguro que verte le alegra - Yo tuerzo un poco el gesto. Miro a mi amiga y después hacia la puerta.

- Vale. Gracias, Afri - Sonrío, y ella me guiña un ojo mientras continúa comiendo.

- A ti, cariño - Responde, levantando lo que le queda del croissant en el aire. África se marcha, y a mi solo me da tiempo a dar un par de pasos cuando la puerta de la consulta se abre. Alba sale con la vista puesta en los papeles que sostiene en su mano y no reacciono a tiempo para evitar que se choque contra mi pecho.

Alba eleva la mirada, claramente malhumorada y preparada para echarme la bronca. Pero entonces se da cuenta de quien soy y su mirada se suaviza un poco.

- ¿Todo bien?

Le hago la pregunta alzando las cejas. Ella resopla y yo sonrío de medio lado.

- ¿Van a empezar a volar cuchillitos rosas con purpurina? - Continúo. Alba esboza una pequeña sonrisa - ¿Debería esconderme detrás del mostrador? No me gustaría tener más encuentros desagradables con cuchillos, la verdad

Alba me da un pequeño empujón en el hombro y vuelve a ponerse seria. Parece que eso último no le ha hecho tanta gracia como a mí.

- Sabes que no me gusta que bromees con eso, Nat - Reprocha ella.

- Perdona, cariño. Tienes razón - Me disculpo. Levanto la bolsa de la panadería en el aire con una sonrisa de inocencia - Traigo regalos

Alba me sonríe esta vez, y yo me doy por satisfecha. Coge la bolsa entre sus manos y la abre, echando un vistazo al contenido. Se relame los labios.

- Gracias, Nat

- Las que tú tienes, rubia - Ella sonríe ante mis palabras y toma mi mano. Nos dirige al interior de la consulta y cierra la puerta con el pie detrás de nosotras. Entonces, coge mis mejillas y me besa.

Alba se deja caer en una de las sillas. Yo hago lo mismo y busco su mirada. - Cuéntame por qué estás de mal humor

Mi mujer (dos años y aún no supero poder llamarla así) suspira, y sube una de sus piernas hasta mi regazo. Yo le hago cosquillas en la pantorrilla mientras espero su respuesta.

- No sé, todo. Es que algunos días se hace muy difícil tener un paciente cada diez minutos

Yo asiento, ofreciéndole una mirada de empatía. Diez minutos no es suficiente para atender debidamente a nadie, y cuando tu trabajo y hacer las cosas bien te importa, puede llegar a ser muy frustrante. Alba siempre termina su consulta, como mínimo, una hora tarde. Y casi todos los días hay alguien que se queja porque lleva retraso. Le aprieto la pierna para hacerle ver que la entiendo.

The Scientist | AlbaliaWhere stories live. Discover now