18. I'm going back to the start

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2 meses después


'Death doesn't discriminate

Between the sinners and the saints

It takes and it takes and it takes

And we keep living anyway'


Alba

La muerte es una de las pocas certezas absolutas que tiene el ser humano cuando nace. Vida y muerte son dos palabras que siempre irán de la mano; no importa el lugar, ni la época, ni el idioma en el que se pronuncien.

Habrá quien te diga que con cada latido estás esquivándola, ganando la partida. Y habrá quien te diga que con cada respiración estás más cerca de ella. Pero lo mires desde la perspectiva que lo mires, es una realidad.

Margarita siempre me contaba que en su parroquia, cada año el día uno de Noviembre, el sacerdote les pedía que observasen como el otoño mostraba el cese de la vida de muchas cosas en la naturaleza. Los árboles pierden sus hojas, los días se hacen cada vez más cortos y la luz del sol se hace cada día más escasa. Después, les instaban a recordar cómo la Primavera siempre lo devolvía, igual de bello que el año anterior.

Les animaban a entender la muerte como parte de la vida, y a dedicar unos minutos a recordar a los que ya no estaban. A ella siempre le hizo gracia que mientras en México celebran el Día de los Muertos, aquí se celebrara el Día de Todos los Santos. 'Dos caras de la misma moneda', me decía siempre.

Para ser la muerte un hecho tan intrínsecamente ligado a la vida, se nos da extraordinariamente bien ignorarlo. Bueno, se nos da bien hasta que la realidad nos da un tortazo y se encarga de recordarnos que nuestra estancia aquí es sólo temporal. Entonces nos vemos obligados a enfrentarnos a ella. De una u otra manera.

Y es que ya lo decían los romanos: tempus fugit, carpe diem. El tiempo no se para por nada ni por nadie, ni el mundo deja de girar.

La muerte tiene esa manera de dejar a todo el mundo sin palabras. Nunca sabes qué decir, qué hacer. Quizá por eso terminamos recurriendo inevitablemente a las mismas frases, pronunciadas una y otra vez, que a veces pueden llegar a sonar vacías.

Siempre me ha parecido curioso cómo la gente actúa como si los funerales fuesen para la persona fallecida; no lo son. Los funerales son para los que se quedan atrás. Para recordar, para decir adiós. Y puede llegar a ser muy difícil decir adiós.

Me arreglo la falda del vestido negro que llevo puesto y suspiro pesadamente. No me gustan los funerales, pero supongo que a nadie le gustan. Miro a mi alrededor, y un peso incómodo se instala en mi pecho al darme cuenta de que no hay mucha gente aquí.

Echo un vistazo al reloj en mi teléfono. Es casi la hora. Me paso las manos por el pelo, agotada. A lo lejos veo a María y a Miki hablando entre ellos en voz baja. Respiro hondo.

Me llevo una mano al pecho y hago movimientos circulares para intentar aliviar la tirantez que siento en él, pero no surte mucho efecto.

Entonces, unos brazos me rodean la cintura desde atrás. Yo los cubro con mis manos y dejo caer mi cabeza hacia atrás. Respiro profundamente, y el olor de su perfume hace que cierre los ojos. Tiro de sus brazos para que me abrace con más fuerza y ella lo hace sin dudarlo. Esa tirantez en mi pecho se alivia.

Me doy la vuelta para mirarla y acuno sus mejillas entre mis manos.

- ¿Cómo estás? ¿Aguantas bien? - Ella me sonríe y deja un beso en mi frente para asegurarme que está bien. - Sabes que si no te encuentras bien...

The Scientist | AlbaliaWhere stories live. Discover now