Capítulo #4

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»Dolor«

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Melissa Anderson... una chica fría, oscura, y que en algunas ocasiones puede llegar a parecer un lobo solitario se quedó inmóvil al encontrar a su hermana mayor con una cara de enfado en el café de todos los días donde todas aguardaban para luego irse a sus casas en el auto de su hermana. Mel dio un paso al frente luego otro, dudando en seguir o no, y cuando estuvo frente a ella la observó atentamente a esos ojos azules un poco iguales a los suyos los mismo ojos amenazantes que colocaba siempre que la veía a ella, solo a ella. Las tres tenían el color de sus ojos en tonalidades diferentes, los de Gaby eran de un azul pálido, los de Beth eran azul marino y los suyos eran oscuros y sombríos. Se preguntaba (cuando la veía de esa forma) ¿porque a Bethany no la miraba con reproche cada que podía? ¿Porque ella era la única? ¿Que es lo que tenia Beth que ella no? Claro está que ella ya sabia la respuesta: de las tres Melissa era la mas rebelde, apartada, arrogante, egoísta, egocéntrica... Si ya sabia el porque. Y, aunque apreciaba la parte donde se hermana cumple el rol de mayor y cuida (y se preocupa) por ella, no le importaba en absoluto que lo hiciera, si, era lindo, pero no lo deseaba. Ella podía cuidarse sola, no necesitaba de su ayuda ni mucho menos la de alguien mas.

Al estar frente a frente con su hermana su expresión facial cambió, de ser una cara seria a una sonriente, pero las sonrisas de Melissa eran escalofriantes. Le sonrió a todos en la mesa (como saludo) se dio media vuelta y comenzó a caminar.

–¿Donde estabas Melissa? –insistió Gaby.

Ella detuvo sus pasos a medio andar y mirando sobre su hombro se dirigió a su hermana diciendo:

–No es algo que te importe.

–Claro que me importa. Como hermana mayor que soy debo preocuparme por ustedes ¿no lo entiendes? –alzó un poco la voz, captando la atención de los presentes en el local.

Mel entre cerró sus bonitos ojos azules y, sin importarle las miradas curiosas de los demás salió de allí. Gabriella estando harta de su comportamiento suspiro y miró a las chicas.

–Vamonos, se nos hace tarde.

Ellas asintieron y, luego de despedirse de los chicos salieron. Melissa aguardaba en el aparcamiento junto a su (mas reciente) moto color negra, si, ella se había comprado otra moto, gracias a que le fastidiaba el solo hecho de ir en el mismo auto que sus estúpidas hermanas. Si, ambas. Cuando miró a Gaby y a Beth acercarse tomó su casco negro se lo colocó en la cabeza y luego arrancó su moto, hiendo a toda velocidad. No le importó dejar a sus hermanas atrás, tampoco le importó el cruzarse el semáforo en rojo y, esa noche no pensaba dormir en su casa. El viento soplaba fuerte en su cuerpo, a través de la hoja de plástico adherida al casco observaba las luces, autos, personas y casas pasar a toda velocidad. Se preguntó entonces ¿Donde pasaría la noche? No iría donde sus estúpidos amigos de universidad (tampoco es como si tuviera muchos amigos). Pensó entonces un lugar donde podría pasar la noche y parte del día siguiente, un lugar donde la recibirían bien.

Cuando aparcó su moto frente a la gran casa de Francella Viancci (una de sus (algo) cercanas amigas) bajó de la misma, se retiró el casco de la cabeza y avanzó hasta la puerta principal. Ella salió tras escuchar el timbre de la entrada, lucia un hermoso vertido blanco que se amoldaba a la perfección en su esbelto cuerpo. Ambas se sonrieron.

–Melissa que sorpresa. –apartó un mechón de sus rubios cabellos. –¿Que te trae por aquí?

–Si, también me da gusto verte Francella.

Esta sonrió y con sus ojos color miel le dio el pase. Se quedaría allí y estaba bien, porque al llegar a su casa sabía que su madre pediría explicaciones de lo sucedido. Y no es como si quisiera hablarlo. Al llegar a la sala ambas se acomodaron en el sofá.

–Hoy no te vi en la universidad. –comenzó la castaña cruzándose de brazos.

–Es porque hoy no fui. –en cambio la rubia se cruzó de piernas. –¿Me extrañaste, cierto?

–Para nada.

Ambas rieron y luego de unos minutos los padres de la rubia entraron a la casa (como siempre) discutiendo de cosas triviales, ella rodó los ojos y bufó, ambos se adentraron a la cocina sin dedicarle una mirada a las chicas. Mel hizo una mueca de desagrado y luego sin cambiar su expresión miró a la joven. Ella se mordía el labio inferior, mantenía la vista fija en el suelo y su rostro reflejaba dolor. Melissa sabia cuanto sufría su amiga cuando sus padres tenían esas frecuentes (y estúpidas) peleas. Se corrió sobre el sillón hasta quedar a su lado, la contempló por unos instantes y, antes de que pudiera hacer (o decir algo) la otra chica se lanzó a su cuerpo, envolviendo sus delgados brazos al rededor de su cuello y escondiendo su rostro en su cuello. El olor a cerezas invadió sus fosas nasales, esto era debido s que Francella era fanática de dichas frutas. Tenia todo lo necesario, shampoo, crema para el cabello, jabones, perfumes con olor a cereza. Incluso lápiz labial con sabor a cerezas. Eso lo sabía, dado que, desde pequeña ella adquirió una rara (decía ella) obsesión por ellas. No le molestaba mas bien le parecía lindo, pero a la ves (jugando) aterrador.

Cuando escuchó un sollozo de su parte parpadeó un par de veces para luego enrollar sus brazos al rededor de su cintura. Sabia por lo que pasaba y siendo su amiga le partía el corazón verla llorar a menudo. Cuando su respiración se volvió mas lenta y pausada, la apartó de su lado con delicadeza y se colocó en pie, tomando a su paso el casco. La otra la observó confusa.

–Vamos, salgamos de aquí. –comenzó a andar hasta salir de la casa.

–Ya oscureció, no creo que sea buena idea. –dijo la rubia tras de si.

–No importa, ven.

Le tendió su casco a ella y subió a la moto, su amiga con algo de duda la observó y cuando se decidió, subió con ella. Se colocó el casco y se abrazó a su espalda con algo de fuerza. Fue entonces cuando Mel arrancó y poco después se adentró a la carretera. Siempre la salvaba del sufrimiento, sin importar la hora, día o lugar en el que se encontrase. Melissa era su apoyo mas grande en la vida y la apreciaba con todo su ser.

Iba a llevarla a su casa aunque sabia lo que significaría y lo que conllevaba el hacerlo...

Nunca lo olvides.Where stories live. Discover now