Capítulo #9

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»Solo si tu invitas...«


///B///

El miércoles por la tarde Bethany y Hanna salían de sus clases, dirigiéndose al café frente a la universidad pasando por el aparcamiento donde la castaña y la pelirroja observaron al trio de amigos conversando animada mente junto a sus lujoso autos. Ellos al verlas pasar cerca suyo se acercaron pero Alessandro fue el primero obstruyendo el paso de ambas. Hanna rodó los ojos al verlos y siguió andando. Pero no logró escapar debido a que Bruno se lo impidió.

–Apartate idiota. –lo empujó por el pecho pero este no se inmutó.

–Valla, tenemos a una chica ruda aquí. – sonrió mostrando su perfecta dentadura.

Hanna se le quedó observando por unos momentos hasta que Franccesco se les acercó. Y también les sonrió. Mientras que Bethany intentaba escapar de Alessandro.

Ciao Bethany. –dijo con su marcado italiano y contempló sus ojos por unos instantes.

–Ho-hola. –era la primera ves que titubeaba. Y era extraño.

–¿Hacia donde te diriges?

Am...

Hanna se acercó a su amiga y la tomó de la mano para luego halarla lejos de ellos.

–Vámonos Beth, lejos de estos idiotas.

Al avanzar, los chicos las siguieron y no las dejaron solas ni un solo instante. Hasta que Bruno los sorprendió a todos diciendo:

–¿Porque no vamos a tomar algo? –todos se detuvieron incluyendo a las chicas.

–Solo si tu invitas... –Hanna lo retó. Él en cambio alzó las cejas y sonrió.

–De acuerdo.

Los tres chicos y las dos chicas se adentraron al café. Hanna no pensaba ponérselo fácil al chico. Al sentarse todos en una mesa la camarera inmediatamente llegó a tomar su orden. La cual pagaría Bruno.

–¿Puedo tomar sus ordenes? –la joven de unos veinte años observaba a todos los chicos coqueta mente.

–Yo quiero un frapuccinno por favor. –pidió Franccesco.

–Yo igual y me trae un cannoli. –Alessandro fue el siguiente en pedir.

–Yo solo quiero un poco de tiramisú. –Beth se atrevió a pedir.

–A ver... –Hanna pensó. – Yo quiero dos cannolis, un capuccino, un tazón de fresas con un poco de chocolate...

Todos se quedaron atónitos escuchando a la pelirroja quien trataba (erróneamente) de fastidiar al chico. Él se cruzó de brazos y la camarera se retiró.

–Eso es mucho para una chica como tu. ¿No lo crees? –dijo Bruno.

–Claro que no.

Hanna se defendió y entonces comenzó una discusión entre ambos. Alessandro se inclinó un poco sobre el asiento en U y le habló al oído a Bethany. Ya que estaba sentados a la par no se le dificultó.

–¿Siempre es así?

Ella no pudo evitar el pequeño susto que le causó su cálido aliento cerca de su oreja acompañado con una sexy y varonil vos. Élla asintió alegando su respuesta por medio de señas, o en este caso asentimiento. Él, al ver su nerviosismo por su acercamiento se acercó un poco mas a ella en el asiento.

–Creo que no te he presentado a mis amigos. –ella negó. –Mira, él es Franccesco y el otro es Bruno.

Dijo señalando a sus dos amigos. Ella hizo un sonido con la boca afirmando que lo había entendido. La camarera llegó en ese instante con sus pedidos, los colocó sobre la mesa y le sonrió a todos. En especial a los chicos ahí presentes. Hanna y Beth la observaron con recelo, sin darse cuenta.

–¿Acepta tarjeta de crédito? –dijo Bruno coqueto.

–Si, claro. –ella la tomó y se fue a la caja registradora.

Bethany se llevó un pedazo de tiramisú a la boca y al instante lo degustó. Al igual que todos en la mesa, pero Bruno observaba a Hanna mientras esta comía todo lo que había pedido.

–¿Porque me observas así? –ella alzó las cejas. – ¿Crees que no puedo con todo?

–No, claro que no.

Bethany rió por lo bajo y Sandro la observó con discreción, hasta hace poco descubrió que le gustaban sus ojos azules, sus cabellos castaños y hasta su sonrisa...

»Que mierda...?«

Negó rápidamente con la cabeza y apartó la mirada. No pensaba enamorarse de ella, no, claro que no. Eso de el amor era para personas estúpidas, necesitadas de afecto. Él no lo necesitaba, no, ¿para que? Era algo ilógico y lo sabía. Luego de un tiempo de risas, miradas y chantajeo por parte de Hanna, Matt hizo presencia en el café, acompañado por Gabriella. Bethany se puso en alerta inmediatamente. Hanna lo notó también e hizo una mueca de irritación. Beth se colocó en pie con rapidez y, Alessandro la tomó de la mano.

–¿Ya te vas?

–Si. –se safó de su agarre y caminó a la entrada junto a Hanna quien se despidió de los chicos sonriente.

Al llegar ellas, Gaby sonrió y luego salieron hacia el aparcamiento. Pero a través de la gran ventana de cristal en la cafetería Sandro los observaba, pero lo hacia a alguien en especial, a quien miraba con recelo era a Matthew. Quien tomaba a su novia de la cintura.

🍀🍀

///M///

Al terminar las clases en la universidad Melissa tomó una profunda respiración de alivio y salió de allí. Sacó las llaves de su moto en cuanto llegó al aparcamiento y pudo divisar a su hermana menor y a Hanna junto al trio de chicos más populares de la universidad. Fruncio el ceño confusa y cuando estaba a punto de acercarse alguien cubrió sus ojos desde atrás.

Patético...

No era difícil adivinar de quien se trataba debido a si fuerte perfume con olor a cerezas, suspiró en cansancio y dijo:

–Ya vasta Francella. –ella la soltó y la castaña se giró.

–Hola Mel, que linda forma de recibirme. –se cruzó de brazos.

Ella en cambio rodó los ojos y siguió andando hasta llegar a su moto en el aparcamiento, subió a ella e insertó la llave. Alzó la vista y observó a su amiga algo pensativa. Entonces siguió su mirada y notó que ella observaba a un grupo de chicos del campo de maestría. Lo entendió.

–¿Siguen molestandote?

–¿Mm ...? –bajó la vista a sus ojos azules. – Si, siempre lo hacen.

Melissa apretó los labios y la mandíbula, ese gruño de cinco chicos siempre molestaban a Francella por ser linda. Los cinco le hacían cumplidos bastante insinuantes, de morbo, sexuales y... eso no le gustaba a ella. Pero ¿a quien le gusta eso en realidad? Claro, a nadie. A Mel no le faltaron ganas de ir y partirles la cara de un solo golpe. Y ya que ella sabia defensa personal, era como pan comido.

–¿Me llevas? –dijo sacándola de sus pensamientos e inclinándose un poco.

Ella solo asintió y le pasó el casco a la rubia quien la miró extrañada.

–¿Porque siempre me das el casco en ves de llevarlo puesto tu?

–Es por tu seguridad...

–¿Y donde está la tuya?

–Eso no importa, anda sube.

Encendió el motor de esta, Francella subió, se colocó el casco. Y, como siempre hacía, se aferró a su espalda, apretujando un poco. Mel rió ante su común gesto y arrancó.

Tal ves esa sería la ultima ves que a ella le faltaban el respeto, o se dejaba de llamar Melissa Anderson...

Nunca lo olvides.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora