siete; parte uno

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Sentado en una escalera, en algún lugar de aquella gran universidad, tenía la respiración agitada y no podía marcar el número de John o de algunos de sus amigos porque sus manos no dejaban de tiritar. Sentía unas grandes ganas de vomitar y devolver todo lo que había comido el día anterior, porque no desayuno y ni siquiera ha almorzado siendo las cuatro de la tarde.

Sabe que está teniendo una crisis de ansiedad en ese mismo momento, y solo quería llorar, gritar y jalarse el cabello de su cabeza. En la mañana, antes de salir del departamento, había tenido una discusión con John, que ahora que lo piensa mucho mejor en su mente retorcida que solo le pide gritar, fue una discusión muy banal y estúpida pero que de todas formas, sabe que tiene la culpa (aunque no sea así). Su mente le estaba jugando en contra y los ladridos del perro que estaba cerca le estaba sacando aún más de quicio. Quería correr, bien lejos, donde nadie pueda encontrarlo, ni siquiera sus pensamientos suicidas. Quería esconderse de él, de John, de su pasado tormentoso y lleno de trabas que le han perjudicado hasta el día de hoy.

Con sus dedos temblorosos apretó el primer número que salía en sus llamadas recientes, con todas las sensaciones que estaba experimentando en ese momento, se le había nublado la vista  y se alteraba aún más por no tener algún poder sobre su cuerpo ni de su mente masoquista.

– ¿Mark? – La voz de Doyoung se escuchaba a lo lejos, Mark la escuchaba. – ¡Mark!

– Por favor, que deje de ladrar el perro, por favor. – Susurraba mas para si mismo que para alguien más.

El pelinegro no era consciente que su amigo había contestado la llamada y que escuchaba sus sollozos y murmullos, se le había olvidado que le había marcado a alguien para pedir ayuda. Y cuando sintió el sonido característico de su teléfono sonar entre sus manos se sobresaltó, estaba tan perdido en sus pensamientos y en tratar de superar esta crisis, que no se esperaba algún sonido fuerte.

– Hy-ung – Su garganta ardia, como si hubiera tomado un litro de ácido.

– Mark, dime donde estas. – Doyoung por su parte, hablaba tan relajado para no alterar a Mark, pero ya había salido corriendo de su clase para ir en busca de su amigo más pequeño. – ¿Atrás de la facultad de artes?

– S-sí Hyung. – Afirmó luego de mirar bien dónde estaba ubicado. Ni siquiera sabía cómo estaba hablando, no se escuchaba ni su propia voz.

– Estoy allá en diez minutos, Markie.

Mark se volvió a alterar cuando la voz de su amigo ya no se reproducía por la llamada. Escondió su cabeza entre medio de sus rodillas y trato de relajar su respiración una vez más. Sentía como las gruesas lágrimas recorrían sus mejillas, no tenía intención ni la fuerza de limpiarse el rostro, solo quería que todo se detuviese y dejará de doler. Realmente ya no quería seguir sintiendo nada, quería escaparse de su cuerpo, arrancarse la piel y gritar, gritar tan fuerte que el dolor dejará de estar ahí.

Su cabeza giraba demasiado, como si estuviera una resaca enorme. Estaba a punto de desmayarse pero solamente se aferraba a la voz de Doyoung gritando su nombre. Pero cada vez todo era más negro, y ya no se podía aferrar a nada.

Con John | ʲᵒʰⁿᵐᵃʳᵏWhere stories live. Discover now