once; parte dos

332 59 6
                                    

Al día siguiente el rostro de Mark solo demostraba tristeza pero a nadie realmente le importaba, Jisung se había cansado de preguntarle qué le pasaba cuando se dio cuenta que nuevamente Mark no le iba a contar nada. Estuvo todo el día así, incluso cuando salieron a turistear por los alrededores.

Cuando se dio cuenta que en dos mesas más allá estaban comiendo los tres amigos su corazón revoloteo pero también sintió miedo por si su padre los reconocía y hace un espectáculo en el restaurante. Por lo que trato lo que más pudo en no mirar hacia la dirección de aquella mesa, sus mejillas volvieron a tomar vida cuando comenzó a pensar en aquel tipo de altura descomunal y en sus cabellos tapándole los ojos mientras sonreía pero al mismo tiempo sentía su cuerpo dudar frío.

Se estaba ahogando en la mesa junto a su familia, estaba demasiado nervioso por todos los escenarios que estaba formulando su mente rápidamente, ¡no quería que nada pasara! Mark solo quería tener una comida tranquila. Sus manos estaban temblando y ya no podían sujetar bien los palillos entre sus dedos, su cara se había tornado pálida y sentía que en cualquier momento se iba a desmayar.

– Deberías ir al baño, Mark. – La dulce voz de su madre le trajo a la tierra, podía ver su preocupación en sus ojos. – Anda a relajarte un momento, ¿si? – Mark asintió y no sabe como llego al baño con sus torpes pies.

El baño es pequeño, tiene dos cubículos y dos lavamanos fuera junto con un gran espejo, se mojo un poco el rostro y el cuello y se sentó en el frío suelo tratando de concentrarse en su respiración.

Con sus ojos cerrados podía escuchar perfectamente el bullicio de afuera, de los pasos rápidos de la gente, de los platos en la cocina y las risas de los clientes. No sabía por qué a veces sentía que la respiración se le iba a acabar de la nada, es como la tercera vez que le pasa y ya no sabe qué hacer para no terminar jalándose el cabello y llorar sin control.

– ¿Te encuentras bien? – Abrió los ojos rápidamente al escuchar su voz, su corazón volvió a descontrolarse pero no como antes, esto era mucho más agradable que lo otro y no le quitaba la respiración. – Estás llorando. – Johnny se inclinó a su lado y con sus dedos limpio las lágrimas de sus pómulos. ¿Cuando había comenzado a llorar? – ¿Quieres que me vaya?

– N–no – Susurró Mark, al segundo volvió abrir sus ojos antes su propia respuesta pero la pequeña sonrisa en el rostro del mayor le tranquilizó.

– Así que... Mark. – John se sentó a su lado mirando el techo sobre ellos. – ¿estás con tu familia? – El menor asintió. – Debes ser menor de edad, ¿no?

– Estoy en mi último año de preparatoria, cumplo dieciocho en un par de meses. – Las lágrimas seguían cayendo por los ojos de Mark, pero realmente no sabía porque. – ¿Cuántos años tiene?

– Uhm, entiendo. – John le volvió a limpiar las lágrimas como si fuera su único trabajo. – Tengo veinticuatro, estoy en mi último año de universidad.

No hablaron por bastantes minutos, Mark ya estaba más relajado y no sentía que se iba a desmayar, debía volver a la mesa con su familia pero la presencia de John no lo dejaba, sus piernas no le dejaban pararse y salir de aquel baño, estaba pegado en el suelo por el aroma del mayor.

– Uhm, Mark.

– Sí, hyung. – Estaba abrazando sus piernas cuando el mayor le llamó, apoyó su mejilla en sus rodillas y le quedo mirando directamente a los ojos. – Oh... ¿puedo llamarle hyung? – La sonrisa de John era enorme, le abarcaba más de la mitad de su rostro y sus ojos podían iluminar una galaxia entera.

– Me puedes llamar hyung, pequeño. – Con sus dedos despeinó el cabello negro del menor. –Eres de Seúl, ¿verdad? – El menor asintió. – Oh, perfecto, yo igual Mark. – El pelinegro no sabía dónde iba dirigida esta conversación, ¿por qué le estaba preguntando tantas cosas personales? – Me preguntaba si algún día nosotros dos podríamos salir.

– ... ¿cómo amigos? – Las mejillas de Mark se tornaron rojas inmediatamente, se sentó más recto cuando vio al mayor incómodo en su lugar.

– Podría ser, al principio... – Jugó con sus dedos en sus muslos y Mark solo podía mirarle con confusión, no estaba entendiendo nada de la situación. John, al darse cuenta de esto no sabía cómo explicarle sus sentimientos al menor. – Dame tu telefono, Mark. – Anotó rápidamente su número y lo guardo como John hyung. – Ahora, cuando estés en Seúl y quieras verme, o simplemente salir con alguien, háblame ¿sí? Y si no quieres volver a verme, lo entenderé.

– Pero yo sí quiero volver a verlo... – Susurró con sus mejillas sonrojadas y John quería besarlo ahí mismo, al lado del retrete.

– Entonces, ¿me hablaras? – Mark asintió con una sonrisita en el rostro. – Te ves mucho mejor ahora, ¿deberíamos volver? – Volvió asentir, pero luego negó rápidamente cuando estuvieron los dos en pie. – ¿Qué ocurre?

– Mi padre no puede verme contigo, hyung. – Y John entendio todo rapidamente, eso explicaba porque Mark se veía tan incómodo ayer por la noche junto con su familia. – Ve tú primero, John hyung. – El mayor le tomó del codo y acercó el cuerpo de Mark al suyo y se inclinó un poco. – ¿Hyung?

– Deberias ir primero tu Mark. – Beso suavemente la mejilla del menor y se separó. –Estamos hablando.

Aquella noche, Mark durmió con una sonrisa en el rostro. 

Con John | ʲᵒʰⁿᵐᵃʳᵏWhere stories live. Discover now