#7: Son cosas de niños.

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                                                          Pasaron algunos días y las cosas en la casa de Styles iban de maravilla. Después de que Ben le diese la lección de "aprender a cumplir las promesas", Harry y él, estaban mejor que nunca; compartiendo una relación de "padre e hijo" envidiable. Así que, sí. Las cosas iban viento en popa, incluso para Stefan y Charlotte quienes no tenían que estar detrás del pequeño todo el tiempo cuidándolo, y no es que les molestara hacerlo, pero ellos también tenían obligaciones que cumplir.

Harry, al pasar más tiempo con su hijo, había aprendido —un poco— a ser más tolerante, responsable y respetuoso. Ya no salía de casa para ir a beber a un bar de mala muerte, ni para revolcarse con cualquier tipo que encontrase, se encontraba fuera de las portadas de las revistas y los medios de comunicación —cosa que no había pasado en un largo tiempo— y todo eso era gracias a Ben. Charlotte y Stefan no podían estar más agradecidos con el muchacho como lo estaban.

Ahora, Charlotte se encontraba fuera del despacho de Harry, algo nerviosa preguntándose por qué demonios su hija viajaba tanto y le pedía ese tipo de cosas a ella. Suspiró. Charlotte realmente necesitaba un favor enorme, y debía pedírselo a Harry. Si bien sabía que el joven de rizos era una persona amable, la trataba bien, y jamás le diría que no, estaba nerviosa de todas maneras porque era un gran favor.

Él se encontraba tocando algunas melodías suaves en el piano de cola que tenía en el despacho mientras Ben jugaba en el patio de atrás con Stefan a la pelota. Charlotte, golpeó la puerta suavemente, inhaló profundamente, arreglándose un poco el delantal de cocina celeste; escuchó las teclas del piano detenerse de forma elegante, sin hacer un estruendoso sonido. Y un grito:—¡Adelante!

Ella abrió la puerta con suavidad, entrando despacio. Harry se encontraba sentado aún en frente del piano, anotando con una caligrafía perfecta en un cuaderno de pautas algunas notas y letras al azar. La mujer cerró la puerta tras sí, y caminó hasta quedar a una distancia prudente del rizado.

—Uhm, ¿señor Harry?

Harry alzó la vista, algo sorprendido, dejando el lápiz en el cuaderno. Rara vez Charlotte se aparecía por el despacho, más que para decirle que tenía visitas o decirle que Chris estaba ahí, por lo que se alarmó un poco, sobre todo, porque la notó nerviosa.

—Oh, nana —el rizado se levantó de la silla en frente del piano, caminando hacia el sofá— ponte cómoda. ¿Ben está bien?

Charlotte se sentó en frente de Harry, en el sofá de cuero blanco, se movía incómoda mirando hacia todos lados, repasando los cuadros de pintura en las paredes, esos cuadros que tantas veces había visto y limpiado.

—Sí, él está bien. Juega con Stefan fútbol—la mujer sonrió, moviendo las manos en su regazo— no vengo por algo malo, vengo por otra cosa. Necesito un favor.

El rizado soltó un suspiro de alivio, sonriéndole.

—No hay problema, Charlotte. ¿Qué necesitas?

La mujer movió sus dedos, sonriéndole de lado.

—Bueno, verá —comenzó— mi hija tiene una hija, y ella debe viajar por cosas de la empresa a otro país junto con su esposo, y ellos no saben con quién dejarla más que conmigo —la mujer lo miró con ojos suplicantes— ¿Mi nieta, se podría quedar aquí mientras ellos viajan? Quiero decir, ella se quedará el día entero aquí mientras yo trabajo y después en la noche, volvemos a mí casa. ¿Podría hacerlo?

Hey, Dad. [Larry Stylinson] [M-preg] [AU]Where stories live. Discover now