Capítulo 11.

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En la esfera de Justin, el pequeño seguía brincando de un lado para otro y atascándose de sus golosinas favoritas, mientras los goblins lo perseguían.

En la esfera de Emily, la chica bailaba y cantaba alegremente por todo el escenario a sus pies, y del otro lado, su público la aclamaba.

Después de que Jareth se cerciorara de que todo estuviera en orden con los niños, se quitó un peso de encima. Sin embargo, no dejaba de hacerse diversas preguntas en la cabeza.

¿Debería dejar que se queden por siempre dentro de las esferas de cristal? ¿Y si dadas las trece horas sí terminaba por convertir a los niños en goblins? ¿Y si sacaba a los hijos de Sarah de las esferas para encerrarlos en un oblivio por el resto de sus días?

Aún no lo convencía ninguna opción, y menos cuando sabía que Sarah podría llegar antes de la hora para salvar a los niños. Después de todo, ya había ganado una vez.

Además, la mujer no iba sola. Nuevamente la acompañaban tres seres del laberinto.

Antes de que el miedo pudiera invadir profundamente a Jareth, recordó que ya había cambiado el laberinto. Así, la travesía hacia la Ciudad de los goblins sería todo un desafío.

Entonces, cuando pensó en su ciudad, creyó que sería una buena idea dar una visita para saber cómo iban las cosas allá.

En poco tiempo, el Rey de los goblins se transformó en lechuza blanca y voló a través de la ventana.

Al llegar al centro de la ciudad, la lechuza descendió y al llegar al suelo, el animal ya estaba transformado en el rey otra vez.

Cada vez que Jareth daba un paso, las criaturas a su alrededor se inclinaban ante él, o hacían una reverencia. Aquello, llenaba de orgullo al monarca.

Jareth miró a sus alrededores, y cuando finalmente encontró lo que buscaba, nuevamente se convirtió en lechuza.

Toby, se hallaba desde lo alto de una plataforma vigilando la entrada de la Ciudad de los goblins, y una mirada melancólica lo acompañaba. De pronto, el joven se sobresaltó cuando Jareth retomó su figura humana y se acercó a él.

—S-su majestad —habló Toby—. N-no esperaba verlo por aquí.

Jareth mostró una pequeña sonrisa, antes de preguntar:

—¿Todo en orden?

Toby suspiró antes de admitir:

—La verdad es que... no.

—¿En qué piensas? —indagó el Rey.

—En mi hermana.

—¿Te preocupa que algo le suceda?

—Sí.

Jareth no podía creer lo que escuchaba. Hace veinticinco años, Sarah había mandado a Toby con los goblins por desesperación. Claro, después de haber hecho las paces y que Sarah hubiera ganado, todo había quedado mejor. Pero ahora que la mujer se encontraba repitiendo los mismos errores, a Jareth le molestaba un poco que Toby le tuviera compasión.

—Te aseguro que está fuera de peligros —dijo el Rey de los goblins.

—¿Lo prometes? —cuestionó Toby, mientras veía a Jareth a la cara.

—Por supuesto —El monarca pasó sus manos hacia su espalda, antes de cruzar los dedos.

—Está bien.

A pesar de que Jareth "había prometido" no dañar a Sarah, el Rey sabía que eso no era lo único que mortificaba al joven.

—¿Hay algo más que te preocupe? —inquirió Jareth.

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